Pese a que faltan más de seis meses para que se realicen las elecciones nacionales, el interés sobre ese evento es creciente. Otros países de la región tienen campañas electorales breves y la población escasamente se conecta con ellas. No en Bolivia, donde todo parece girar respecto a las encuestas de opinión y los análisis de lo que podría suceder el 20 de octubre próximo.
Lo que se juega allí es de enorme trascendencia. Por primera vez en 13 años el presidente Evo Morales tiene posibilidades reales de perder una elección múltiple (ya perdió un referéndum, el del 21F). Desde 2005 el jefe del MAS nunca ha sido derrotado en unos comicios presidenciales y los de octubre podrían romper esa racha. Si Morales no gana en primera vuelta, todo indica que su derrota en la segunda vuelta sería virtualmente inevitable.
Por eso la primera vuelta es la crucial. Para ello Morales tiene que tener 40% de respaldo y 10 puntos de diferencia con el segundo, en este caso, Carlos Mesa. Las encuestas indican que ello es improbable. Éstas muestran ciertas tendencias similares. La de Página Siete, por ejemplo, realizada por Mercados y Muestras, indica que hay un empate entre Morales y Mesa, en alrededor del 30-32%, cada uno. Oscar Ortiz está en tercer puesto, con 8%, mientras todo el resto tiene 3% o menos votación. Los indecisos son el 21%.
La revista Poder y Placer publicó otro sondeo, realizado por Captura Consulting, que le da 30% a Morales y 26% a Mesa. Con un margen de error de más/menos 3%, ese resultado es también casi un empate. Ortiz, en ella, tiene 8%, el resto, 3% o menos y el 26% son indecisos. Otros estudios (no publicados) muestran una ventaja del Presidente de casi 10 puntos, pero con 20% de indecisos.
La mayoría del electorado rechaza que Morales se quede un período más en el poder (además de criticar la ilegalidad de su postulación). Por eso perdió el referéndum y por eso las encuestas establecen que perdería una segunda vuelta. Algunos cruces de las encuestas también demuestran esa situación al prever que una mayoría de los indecisos se inclinaría por un candidato opositor, no por Morales. Si eso es así, y si se asignan los indecisos de manera proporcional al respaldo actual de los candidatos, es casi imposible que Morales venza por 10 puntos a Mesa.
Un empate entre ambos en alrededor del 40% o una victoria de Morales por, digamos, cinco puntos, representan escenarios más creíbles. Falta mucho por delante y todo esto puede cambiar, pero para que Morales venza en primera vuelta, tendría que convencer a una fuerte cantidad de indecisos actualmente inclinados por la oposición y rogar para que Ortiz duplique su actual preferencia. Hoy por hoy, eso no parece posible.
Y si los indecisos son la clave en este asunto, el voto en el exterior, no lo es. Algunos analistas han venido señalando que los votantes en el exterior podrían ayudarle a Morales a aumentar su votación en un 2%. Ello es incorrecto.
Veamos la historia en este asunto: en 2009 el MAS obtuvo, en Bolivia, el 63,91% de los sufragios, y sumados los votos del exterior, logró 64,22% (0,31% de incremento). En 2014, Morales logró a nivel nacional el 61,01% de los votos, mientras que el resultado general, incluido el voto en el exterior, fue de 61,36% (0,35% de aumento). En 2016, debido a que el voto en el exterior se dividió casi en un 50-50, no influyó.
Como se ve, cuando más fue favorecido fue en un 2014, con el 0,35% del voto consolidado nacional-exterior. Para que Morales aumente su respaldo dos puntos, y así soñar con ganar en la primera ronda electoral, en el exterior tendrían que votar por él 240.000 personas, es decir más del doble que en 2014 (en esa ocasión obtuvo 115.000 votos en el exterior), y cinco veces más que en 2016 (cuando obtuvo 39.000 votos). Tendría que obtener el 74,5% de los votos fuera del país y ello es algo descartable. En 2016, la más reciente justa electoral, Morales solo obtuvo el 51% de los votos en el exterior.
El sufragio en el extranjero implica otro problema para el MAS: el ausentismo es mucho mayor que en el país, debido a que el voto no es obligatorio. En 2016, el ausentismo fue del 69%, mientras en 2009 y 2014 fue superior al 40%.
Por otro lado, todo indica que el área rural votará mayoritariamente por Morales, por lo menos en el occidente del país, y que allí existen pocos indecisos. Si el voto en el exterior es un mito, que le añade a Morales únicamente el 0,35% del total, entonces la batalla política se basará en convencer a los indecisos de las ciudades. Y éstos, como se ha visto, en general rechazan un cuarto mandato para Morales.
Raúl Peñaranda U. es periodista