Bolivia tiene una superficie de 1.098 millones de kilómetros cuadrados; de esta superficie, cuatro millones de hectáreas están quemadas. Esta agonía del aire y por ende de los seres vivos que tienen ahí su hábitat se repite año tras año.
Mucha gente trata de ayudar desde donde se encuentra, gente civil, que no tienen nada que ver con el Gobierno y que posee la conciencia del bien común, del peligro que corre la casa de todos, e inclusive, aunque suena mal, algunas personas buscan ser visibilizadas como influencers porque estos temas también dan cámara, sea cual sea el motivo, mientras no se haga daño, son válidos.
Hace poco, una de las marchas realizadas por activistas contra las leyes incendiarias quiso entrar a la Plaza Murillo, jóvenes pacíficos que quieren hacer escuchar su voz. ¿Y qué hicieron los policías? Represión, uso de gases lacrimógenos, barreras que cercan el kilómetro cero de la ciudad de La Paz; un día antes no hubo ningún control policial, vimos entrando a la plaza Murillo gente con supuesta afiliación a la Central Obrera Boliviana (COB), sin ningún tipo de represión y con vergonzosas escenas de violencia entre bolivianos, situación anunciada por el Secretario Ejecutivo de la COB Juan Carlos Huarachi, que tras vociferar como amenaza la toma del poder legislativo, esto denota nada más que presión sobre los legisladores mediante violencia, hecho ilegal desde cualquier punto de vista que no ha terminado en cerco ni en uso de gases lacrimógenos, si no en cambios de ubicación para llevar a cabo las sesiones como la sesión de senadores que se llevará a cabo en Uyuni y que se mantenga esa vigilia en las calles céntricas de la ciudad de La Paz.
El mundo al revés diría Galeano, el Gobierno de Bolivia reprime a quienes claman modificar leyes y hacer algo concreto para detener la quema de bosques que está teniendo consecuencias graves desde todo punto de vista, salud, educación, economía; y hace la vista gorda a amenazas sindicales sobre uno de los poderes, el de mayor representatividad del pueblo, y que otorga hasta baños y otras comodidades relativas para mantener una vigilia en la Plaza Murillo. Están en vigencia leyes para quemar bosques, leyes para que mineros aporten un mínimo de dinero mediante impuestos al país pero que contaminan el agua por los residuos que generan, teniendo cuantiosas ganancias por la extracción de minerales de minas y ríos bolivianos. Tenemos un sistema de salud débil, muy débil, con todo lo que está pasando en cuanto a contaminación del aire y del agua, se está aumentando la cantidad de enfermos que necesitarán tratamientos de corto, mediano y largo plazo, y no sabemos si se tendrá el presupuesto para tratarlos, pero no se detienen las leyes incendiarias.
La clase de economía con diapositivas en una pizarra electrónica del último domingo, nos refleja que tenemos un docente-presidente fuera de la realidad, que toca temas que muchos otros han tocado con mayor didáctica, y que cree que está en una caja donde no va a respirar aire contaminado, donde no va a tomar agua con plomo o mercurio, donde se dice protector de la Madre Tierra pero la está dañando a fondo.
Cecilia Vargas es médica y catedrática universitaria.