La biotecnología tiene el potencial de resolver muchos de los problemas más apremiantes del mundo, como la seguridad alimentaria y la salud.
Varios países han comprendido el potencial que tiene esta disciplina que combina procesos biológicos con ingeniería para generar soluciones y alternativas, que buscan generar menos residuos, contaminantes o volver más eficientes distintos procesos industriales.
Hace poco se publicó el estudio que presenta una excelente alternativa para la producción de insulina. El equipo liderado por el Dr. Henry Daniell de la Universidad de Florida Central en Orlando, han obtenido plantas de lechuga genéticamente modificadas que producen proinsulina, una sustancia similar a la insulina disponible en el mercado, pero con mejores perfiles de asimilación, menor costo de producción, facilidad para almacenarse y transportarse. Esto abriría la posibilidad de que más países pudieran producirla y más pacientes se beneficien.
En el campo agrícola, se busca reducir el uso de los agroinsumos convencionales y hallar alternativas más amigables con el ambiente. La producción de café ha experimentado mayor demanda en el mercado nacional e internacional. Sin embargo, la plaga de la roya es una gran amenaza y motivo del uso de fungicidas, sobre todo con productores que no realizan un buen manejo de su cultivo. Sin embargo, investigadores en el Instituto de Investigaciones Fármaco Biológicas de la facultad de Bioquímica y Farmacia de la UMSA, buscan el control biológico que pueda contrarrestar a esta plaga. Por ahora siguen identificando los hongos del género Trichoderma que puedan ser eventualmente utilizados como alternativa a los fungicidas.
En México, dos empresas innovadoras, han generado alternativas al cuero y a la contaminación por curtiembres. Desserto ha logrado obtener una fibra similar al cuero a partir del cultivo de nopal, un cactus que además es apto para suelos pobres y con poca agua. Polybion es otra iniciativa que elabora "cuero" a partir de hongos. La ventaja es que estos son cultivados ya con un color específico, por lo que no hay necesidad de teñidos.
Muchas empresas fuera de Bolivia, están optando por utilizar sus residuos orgánicos para producir energía o pellets que pueden luego ser transformados para generar bioplásticos u otro empaque. La industria alimenticia ya no tiene que depender de colorantes u otros aditivos sintéticos. miChroma de Argentina, obtiene pigmentos de grado alimenticio a partir de un cultivo de hongos.
En Japón, siguen explorando la introducción a mayor escala de empaques comestibles, para reducir los desechos. También existen ya un tipo de biopelículas que además tienen nano biopartículas que además son bioindicadores y permiten que el cliente pueda monitorear el nivel de madurez en la que se encuentra el alimento que adquirió, con el fin de reducir la pudrición de alimentos.
Se podría pensar que esta transición a una bioeconomía sólo sucede donde hay grandes investigaciones. La verdad es que en Bolivia tenemos talento. Muchos investigadores bolivianos trabajan en el extranjero. La Dra. Tania Pozzo, hace poco nos compartía la buena noticia que su equipo de trabajo en Ginko Bioworks, se adjudicó un apoyo financiero de 18 millones para generar proteínas terapéuticas y vacunas que no requieran refrigeración. En esta empresa líder en biotecnología, también trabaja otro boliviano en el área de robótica: Jorge Luis Terán. Como ellos, tenemos más investigadores tanto fuera como en Bolivia.
El punto de quiebre es invertir en esta área de la tecnología, contar con una política pública clara y que aliente el desarrollo de la biotecnología, con el objetivo de contaminar menos, reusar más, generar menos desperdicio y sobre todo, que cuente con una normativa clara y basada en ciencia. Solo así, podremos dejar el modelo lineal productivo que hasta ahora utilizamos y podremos realizar la transición a modelos circulares, que favorecen el uso adecuado de nuestros recursos.
Cecilia Gonzáles es M.Sc. Especialista en Agrobiotecnología