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Política | 31/07/2025   03:40

|OPINIÓN|Hecho en Bolivia: ¿Promesa electoral o política de Estado?|Antonio Riveros|

Como parte del sector emprendedor y productivo creo que el siguiente paso es claro: convertir el reconocimiento político en compromisos programáticos, medibles y sostenidos en el tiempo.

Foto ABI
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Brújula Digital|31|07|25|

Antonio Riveros

En Bolivia hablamos de salir de la crisis, pero seguimos discutiendo como si la única forma de generar ingresos fuera vender algún recurso natural. El pasado 24 de julio, en el Foro Industrial organizado por la Cámara Nacional de Industrias, cuatro candidatos presidenciales aceptaron públicamente una agenda para el sector productivo. ¿Cómo fue la cosa?

Pienso que la industria debería ser uno de los actores centrales de cualquier propuesta seria de diversificación económica. No hay forma de sostener empleo, atraer divisas o ampliar el mercado interno si no fortalecemos lo hecho en Bolivia. El problema es que muchos aún piensan que apoyar la industria es sinónimo de proteger dinosaurios empresariales; cuando en realidad se trata de activar el músculo productivo que transforma materia prima, genera empleo urbano y rural, y puede reconfigurar nuestra economía hacia el valor agregado y la innovación.

Como emprendedor que ha trabajado en innovación y ecosistema emprendedor, revisé el documento entregado por la CNI y participé en el foro. Encontré señales potentes… y también ausencias preocupantes.

Lo bueno fue que dejaron una puerta abierta para el sector productivo. Los cuatro candidatos presidenciales –cada uno con su estilo y discurso– se sentaron frente al sector industrial para presentar sus propuestas. Primero expusieron, luego recibieron oficialmente el documento Visión de la Industria: Producción, Empleo, Futuro, elaborado por la Cámara Nacional de Industrias. Una propuesta que parece concreta y urgente: elevar el PIB industrial al 20%, duplicar las exportaciones industriales y generar más de 800 mil empleos formales de aquí a 2030.

No estuvieron todos los candidatos. Tuto Quiroga, segundo en las encuestas y con uno de los discursos más avanzados sobre tecnología, no participó. Manfred Reyes Villa canceló a última hora, dejando su silla vacía.

De los que sí fueron, cada uno jugó su carta. Pavel Aracena, de ADN, soltó promesas al estilo de una tertulia exitista liberal: energía nuclear, menor presión tributaria y, lo más rescatable, llevar a productores a ferias internacionales, una medida concreta que muchos países aplican y Bolivia no.

Eduardo del Castillo defendió el modelo primario exportador como si estuviéramos en 2014, sin reconocer que esa dependencia es gran culpable del problema actual.

Rodrigo Paz repitió con fuerza su concepto del "Estado tranca", esa burocracia que impide avanzar. Pero lo empañó proponiendo perdonazos fiscales sin explicar cómo los financiaría.

Samuel Doria Medina, que es industrial, jugó de local. Con pragmatismo, sin prometer de más, dijo: “No gobernaría para los industriales, gobernaría con ellos”. Pero, como al resto, le faltó entender el alcance y la importancia de la tecnología.

Hasta ahí el ejercicio fue valioso. Pero el punto más preocupante vino cuando se les preguntó por sus propuestas sobre industria 4.0. La confusión fue total. Parecían más perdidos que el dólar en Bolivia. La mayoría entendió “tecnología” como sinónimo de “internet” o “computadoras”. Nadie habló de automatización, Inteligencia Artificial, Big Data o robótica aplicada a procesos productivos. 

Ni una sola mención a Agetic, al viceministerio de ciencia y tecnología. Cero propuestas sobre cómo usar tecnología para modernizar el Estado, reducir burocracia, aumentar transparencia o mejorar servicios públicos, con excepción de Paz que mencionó la blockchain.

Tampoco hubo propuestas claras para mejorar la productividad. Bolivia tiene índices muy bajos de productividad comparado con el promedio latinoamericano. Y eso es preocupante, porque sin productividad no hay competitividad. Y sin competitividad no hay industria que exporte, ni empleo que se sostenga. Ese vacío amerita una discusión aparte.

El foro fue un paso importante. Se abrió un espacio de diálogo entre el sector industrial y los candidatos, y eso ya es valioso. Pero si queremos que lo “Hecho en Bolivia” deje de ser un eslogan y se convierta en una estrategia nacional, hace falta afinar el enfoque.

La industria no es un actor más; es el eslabón clave para diversificar la economía, para dejar de vivir de la exportación de materia prima sin valor agregado, y empezar a cubrir las necesidades internas y externas con productos hechos aquí, con trabajo boliviano, con tecnología e innovación.

Para lograrlo, Bolivia necesita una reestructuración seria de su modelo productivo. Priorizar la competitividad con vocación productiva. Construir un ecosistema donde la industria, tecnología, talento, inversión y reglas claras trabajen juntos.

Como parte del sector emprendedor y productivo creo que el siguiente paso es claro: convertir el reconocimiento político en compromisos programáticos, medibles y sostenidos en el tiempo. La industria está lista. Solo falta que la política también lo esté.



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