El reciente rebrote de sarampión en Bolivia, con 63 casos confirmados y una declaratoria de emergencia sanitaria nacional, nos obliga a reflexionar sobre la gravedad de esta enfermedad y la urgencia de fortalecer la vacunación en nuestro país.
El sarampión no es una enfermedad menor ni comparable con la varicela, como a veces se piensa erróneamente. Se trata de una infección viral altamente contagiosa que puede provocar complicaciones severas, como neumonía, encefalitis (una inflamación cerebral que puede dejar secuelas neurológicas permanentes) e incluso la muerte, especialmente en niños menores de cinco años que no están vacunados.
El Ministerio de Salud ha tomado medidas necesarias, como adelantar las vacaciones escolares en Santa Cruz, epicentro del brote, y promover clases virtuales en La Paz y El Alto para evitar la propagación de la enfermedad. Además, se ha impuesto la presentación del carnet de vacunación para viajes interdepartamentales y se ha lanzado una campaña masiva de vacunación en todo el país, priorizando a los menores de cinco años, el grupo más vulnerable. Sin embargo, la situación es compleja, pues existen comunidades cerradas, como las colonias menonitas, que dificultan el acceso a las vacunas, lo que pone en riesgo a toda la población.
Los síntomas del sarampión comienzan entre los 10 y 14 días después de la exposición, y suelen incluir fiebre alta, tos seca, goteo nasal, dolor de garganta, conjuntivitis y un característico sarpullido que se extiende por el cuerpo. Las manchas blancas en la mucosa bucal, conocidas como manchas de Koplik, son un signo distintivo. La enfermedad puede ser especialmente peligrosa para personas con sistemas inmunitarios debilitados, y las complicaciones pueden surgir incluso meses después de la infección inicial.
La vacunación es la herramienta más eficaz para erradicar el sarampión. La vacuna, segura y de bajo costo, debe administrarse en dos dosis: la primera entre los nueve y 15 meses de edad, y la segunda entre los 15 y 18 meses, para garantizar la inmunidad completa. La cobertura mundial aún no es suficiente, y en 2023, 22 millones de lactantes no recibieron ni una dosis. Por eso, campañas masivas y sistemáticas son vitales para evitar brotes y muertes.
Estos números aún elevados de no vacunados tienen también una conexión muy estrecha con la moda, que se extendió aún más luego de la COVID-19, y una reticencia estimulada por distintos malentendidos. A esto se sumó una campaña que atribuye a las vacunas el incremento de casos de autismo en los niños.
Países como Estados Unidos han adaptado sus recomendaciones para enfrentar la reemergencia del sarampión. Los centros para el control y la prevención de enfermedades de Estados Unidos aconsejan que todos los estadounidenses, a partir del primer año de edad, reciban dos dosis de la vacuna. Incluso, los adultos que no hubieran sido vacunados o que no tengan evidencia de su inmunización deben recibir refuerzos. Esto responde a la realidad de que el virus puede transmitirse no solo en los países con brotes activos, sino también en viajes, como vuelos internacionales. La experiencia estadounidense muestra que la inmunidad con una sola dosis puede ser insuficiente, y que la vacunación continua es clave para mantener la enfermedad en raya.
En Bolivia, la emergencia sanitaria debe ser un llamado a la acción para padres, autoridades y sociedad en general. La prevención mediante la vacunación es la única forma de proteger a nuestros niños y evitar que una enfermedad que parecía erradicada vuelva a causar estragos. No podemos permitir que la desinformación y la falta de acceso a las vacunas pongan en riesgo la salud pública. La historia reciente nos demuestra que el sarampión es una amenaza real y que solo con la responsabilidad colectiva y el compromiso con la vacunación podremos controlarla y, eventualmente, erradicarla.