Seguimos acumulando días con humo en la ciudad de La Paz
mientras el agua empieza a escasear en varias ciudades capitales así como en
zonas productivas.
El pasado 12 de septiembre el viceministro de Medio Ambiente, Magín Herrera, indicó que la sequía por la que atraviesa el país obliga a que el agua se priorice para el consumo humano y se desestime el empleo del recurso hídrico para sofocar incendios. Luego de esto instó a la población a no quemar o chaquear ante el riesgo de que se descontrole el fuego y se convierta en un foco de incendio.
¡Muy convincente! Tanto que el mismo día 12, la ciudad de La Paz amaneció con una espesa capa de humo y al parecer a pocos les importó. Al respecto, a fines de agosto se llevó a cabo el Informe Nacional de Calidad del Aire de Bolivia que reportaba que Cochabamba y Quillacollo, seguida de Tarija, Oruro y El Alto, son las ciudades más contaminadas. Los paceños dirán que se libraron, pero no. Parte de esta contaminación atmosférica de El Alto nos llega y seguramente afecta a algunos pacientes asmáticos o personas con alergias respiratorias.
Si bien este 2023 en Bolivia se reportan menos incendios que en 2022, no cesan las malas costumbres de utilizar el fuego para despejar tierra. Y tradicionalmente se culpa a la agricultura, pero en Bolivia, parece que los que tienen carta blanca para esta acción son los que cultivan una tal “hoja sagrada”, que sigue creciendo en su extensión de cultivo. Además los que solo se estrellan contra la agricultura parecen olvidar que esta hoja “sagrada” no enriquece los suelos donde crece.
Entonces no es un simple problema que se solucione con “recomendar a la gente que deje de quemar”. Casi todas las cabeceras de cuencas se ven afectadas por la tala o los incendios, pero parece que a ninguna autoridad esto les apura.
Para rematar la colección de declaraciones desubicadas, el 13 de septiembre volvió a la carga el ministro de Medio Ambiente indicando que la escasez de agua en Potosí “no es tan crítica”, muy a pesar de que los ciudadanos de la capital llevan más de una semana bajo restricción para acceder a agua potable.
La mayor ironía surge cuando se dan estos hechos de escasez de agua y salen las autoridades a indicar que se están haciendo obras, represas y más para justificar que la situación no es tan grave. Pero parece que esa planificación siempre está a destiempo. Sucedió ya en los años 2016-2017, cuando La Paz tuvo una fuerte escasez y la nueva represa llegó con retraso de varios meses. El fenómeno de El Niño, que trae consigo sequía, se sabe que puede repetirse, pero a pesar de ello La Paz, recuperada y con agua, volvió a sus misma costumbre de un mal manejo.
Tampoco pasa por culpar al “capitalismo” o excusar todo bajo el paraguas del cambio climático. Mucho afectan las malas prácticas como las del chaqueo y sobre todo una deficiente planificación. Ya se sabe qué épocas del año la gente empieza a quemar y qué zonas son las más atractivas para esta mala costumbre.
Solo cuando estamos contemplando una posible sequía general en el país es que las autoridades mencionan campañas de sensibilización ya que en las ciudades, bajo la excusa de que se paga por un servicio de agua, hay luz verde para desperdiciar el agua que se les cante en gana, “barriendo” su acera con agua o instalar lavaderos de auto en cada zona, cuando se debería hacer el esfuerzo por lavar el auto sin tener que desperdiciar tanta agua.
Al final, no es simplemente un problema de mala gestión pública tanto humo y la escasez de agua. Depende mucho de nosotros mismos eliminar las malas prácticas y adquirir nuevos hábitos que nos permitan generar menos contaminación y administrar con precaución recursos como el agua potable. El detalle es si toda la sociedad tiene la educación necesaria para este cambio de actitud. Me temo que aún no.