Gabriela Zapata ha sido absuelta, luego de
ocho años de haber sido demandada por su expareja o su compañero como ahora lo
llama al expresidente Evo Morales, por trata y tráfico de menores. Se ha dicho
de Fidel Ernesto Morales Zapata que está muerto, que ha sido secuestrado, que
nunca nació, etc. El hecho es que no se sabe dónde está. Hay certificado de nacimiento, pero no
de defunción. Quienes afirman haber sabido de su existencia, como Álvaro García
Linera, han perdido la memoria. Ahora dice que su declaración sobre la existencia
del niño era algo que le habían contado, no le interesan los chismes de pareja
aunque se trate de su alabado señor. El que no ha dicho nada es Juan Ramón
Quintana exministro de la Presidencia, a quien le bailaban las hormonas ante la
sola idea de encontrarse con la otrora poderosa Gabriela. Aquí nada ha
terminado. Se trata de una noticia en desarrollo.
El niño es virtualmente un hijo abandonado, como tantos en nuestro país, aunque más famoso. Relatos y testimonios parciales de esta historia han sido recogidos por medios de comunicación y redes sociales. Rimay Pampa, Cabildeo Digital, el periodista Carlos Valverde son referencia para conocer la zigzagueante historia de un niño convertido en instrumento político de una encarnizada lucha, primero del Gobierno masista contra la oposición y ahora de las dos fracciones masistas enfrentadas, una de las cuales se ha alineado súbitamente con la madre del niño “inexistente”. Ahora le creen –yo también– cuando dice que la obligaron a decir que el niño no existía para mitigar el daño sufrido por Morales después de la derrota del referéndum del 21F cuando el pueblo le dijo NO a la reelección. Un régimen que es capaz de lograr la confesión de sus víctimas encarceladas bien pudo haber armado una trama como la que se ha dado a conocer.
Quienes hasta hace poco tiempo eran socios y cómplices de los devaneos sentimentales del expresidente han encontrado ahora un nuevo campo de batalla para destruirlo. Corren apuestas para saber quién dice la verdad. Lo cierto es que Gabriela Zapata pasará a la historia como la víctima y cómplice más mentada de un dirigente político que se ha aprovechado de ella para intentar tapar con un dedo aquellos hechos que lo muestran ya no solo como un machista contumaz acusado de estupro y afición por mujeres menores de edad, algo que comparte con muchos viejos verdes que tienen poder, sino como quien incumplió el mandato del referéndum del 21F para no reelegirse y fomentó la corrupción en la asignación de obras a empresas de dudosa reputación. Ojalá la búsqueda del dinero recibido por la CAMC y otras empresas de papel gerentadas por Zapata ocupara el mismo tiempo que se destina a hablar del niño.
El “caso Zapata” se asienta en uno de los prejuicios patriarcales más extendidos; se trata de la idea de que las mujeres somos todas vulnerables al poder. En la casi olvidada entrevista de febrero de 2017 organizada por ATB y el exministro de gobierno Carlos Romero, según relata Zapata, ella, además de negar la existencia del niño, justifica sus errores y su mentira alegando ser joven, coqueta y aficionada a figurar en las primeras páginas de las revistas VIP.
El relato de la niña bonita, tonta y frívola ha sido el anillo en el dedo del entonces gobernante para presentarlo como víctima del engaño de una mala mujer. Estamos ante una construcción mediática eficaz que fabricó el guion preciso para atenuar el impacto de su derrota. El galán de marras no se demoró mucho tiempo para tomar las de Villadiego dejando atrás a sus partidarios. Una exponente de esos prejuicios es la casi desaparecida exministra de comunicaciones Marianela Paco quien en uno de los capítulos relató que Morales no había querido tocarle la pancita a su amante embarazada “por respeto” y se lamentaba de que se le creía a una mujer en lugar de “al primer hombre” del país. Todo para sembrar dudas sobre el embarazo.
No se debe olvidar que el padre de Fidel Ernesto es el mismo que en el Carnaval de 2015 encantaba a sus ministras cantando: “A todas las ministras les quita el calzón / Bartolina Sisa tiene mucha fama, por eso la llevo directo a mi cama”, mientras lanzaba groseras carcajadas machistas. No fue la primera ni la última vez que el expresidente exhibió su desprecio por las mujeres, algunas de las cuales sufrieron una especie de síndrome de Estocolmo y se enamoraron de su Jefazo maltratador.
Tres años antes, Morales recibió al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad junto a sus ministras, todas con sus cabezas cubiertas de velo, en una muestra de sumisión a valores que simbolizan la opresión de en sociedades gobernadas por el fundamentalismo religioso. Ese saludo fue algo así como vestirse de monja para recibir al Papa.
El machismo contumaz de Morales también se expuso durante la “Primera Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra” en 2010, donde el expresidente afirmó que la homosexualidad es resultado de comer pollos alimentados con hormonas femeninas. Esos han sido pecados menores comparados con hechos que alimentan su biografía especialmente en relación con las mujeres. Hijos no reconocidos, relaciones con menores de edad y la más sonada: su relación con Zapata.
Comparada con Evo, ella es una aficionada. Todos esos hechos vistos por separado no dan cuenta del carácter sistémico de las características de la élite gobernante: machista, inescrupulosa y descarada.
@brjula.digital.bo