Dice San Google que el culto a la personalidad es una elevación a dimensiones casi religiosas o sagradas de figuras de líderes carismáticos en la sociedad o la política. Evo Morales es un ejemplo de alguien que independientemente de sus errores y delitos ha sido y aun es capaz de inspirar amores salvajes entre sus seguidores. Sobre los caudillos se ha escrito mucho, pero sabemos menos sobre quienes los siguen. ¿Son manada? ¿Son víctimas? ¿Buscan un padre? ¿Se sienten culpables? ¿Tienen miedo?
Una variante es Álvaro García Linera, que habiendo construido una fama de intelectual que razonaba para explicar sus ideas, en 2015 abrazó súbitamente un relato new age para alertar a comunarios que si la oposición no ganaba el referéndum que se preparaba, “el Sol se esconderá y la Luna se escapará”. Morales era capaz de decir evadas, pero su vicepresidente podía negarse a sí mismo y despreciar al pueblo por el fin último: el poder.
Martin Sivak es un periodista argentino con cara de bueno que le ha dedicado mucho tiempo a Bolivia. Con motivo de promocionar su último libro: “Vértigos de lo inesperado. Evo Morales: el poder, la caída y el reino” (2024) ha dicho que está desencantado. Sivak es del estilo naive, que no es sinónimo de tonto.
Varias entrevistas han ofrecido el también autor de “El Jefazo” (2008) y en casi todas aparece como el argentino que más sabe sobre Bolivia, aunque en rigor es un especialista en Morales. La verdad es que fiel al estereotipo porteño (varios entrevistadores se han referido a ese libro como un clásico, una biblia, un bestseller pues).
Tanto Lineras como Sivak muestran que el caudillo no solo manipula a la masa, a la manada, a los ignorantes, sino también a los seguidores. Las primeras víctimas del culto a la personalidad son quienes admiran el poder que ellos no tienen y al que se aferran hasta que los sacan del círculo de los elegidos.
El Jefazo es un libro escrito literalmente de la mano de Evo Morales, en el que se relata la fascinación de un joven a quien el expresidente le abrió las puertas de su gabinete, de su helicóptero y de sus intimidades para que pudiera retratar la hazaña de un indígena que llega al poder gracias a su capacidad de “entender la época”.
Sivak aparece como un joven necesitado de fe y qué mejor que creer en Evo Morales a quien su expresidente Alberto Fernández definió como “el primer presidente que se parece a los bolivianos”.
Lo que tenemos en “El Jefazo” es un Sivak joven enamorado de Morales y en “Vértigos”, un hombre menos joven y muy desencantado. Si en “El Jefazo” ya se muestra la hilacha populista y autoritaria de Morales, Sivak recién la descubre en Vértigos. En este momento, muestra su desolación, que es la de muchos que acompañaron al caudillo y que ahora lo acusan de todas las maldades, la mayoría ciertas. El periodista acompañó a Morales en su exilio mexicano y argentino y vuelve para explicar que Evo además de no entender los tiempos que vivimos se “volvió personalista”. No lo era cuando lo llevaba a todas partes.
En cada entrevista que ha brindado, Sivak se explaya sin arrugarse opinando sobre la política boliviana; no aporta mucho salvo reafirmar su imagen de bolivianista ante sus asombrados entrevistadores. A pesar de criticar algunas conductas de Arce y de Evo, se mantiene fiel al santo y seña del “golpe”. Para dar testimonio resuelve la cuadratura del círculo con un relato lineal incompleto: 1) Morales no acató el referéndum; 2) hubo denuncias de fraude; 3) la gente salió a las calles y... 4), hubo golpe.
Una cosa llevó a la otra según el autor. El golpe es el pegamento con el que se juntan los admiradores de Evo que de ese modo guardan su pertenencia a un grupo sin horizonte futuro. Golpe, golpe, golpe. Ahora que hay masistas que enfatizan la fuga y los delitos de Morales los Sivak de la vida necesitan un golpe de suerte para que se les crea. Éste da la impresión de que escribe y publica más de lo que lee. Y es que ser autor de un bestseller como el Jefazo ha de ser una oportunidad tentadora para seguir la saga de relatos sobre la transformación del caudillo.
Lo que me interesa destacar es cómo el periodista “observacional” (sic) describe el cambio de Morales de visionario a personalista y él no muestra la más mínima reflexión autocrítica; una esperaría, quizás equivocadamente, que los argentinos famosos por psicoanalizarse podrían explicar por qué escribió dos libros mostrando la transformación de Morales, y no puedan explicar aunque sea con una frase su lealtad con el caudillo.
“Evo no acepta envejecer” responde Sivak y, a pesar de estar tan bien informado sobre la vida del cocalero, dice que no sabe nada sobre sus relaciones con jovencitas, ni el certificado de una de las hijas, ni la persecución de la fiscalía. Sabe mucho sobre lo que se dice en los pasillos a los que Morales lo dejó entrar cuando todavía era capaz de travestir su afán de poder personal en vocación de servicio. Ahora debe prepararse para recibir el odio del jefazo para quien no basta que lo reconozcan como el gran transformador del siglo si no como el único, el supremo.