Se lo sabía, se lo esperaba. Igual, cuando el 4 de diciembre el Órgano Electoral habilitó al binomio Morales-García para que busque reelegirse en 2019 y lo anunció, el impacto moral y político de tamaña decisión fue demoledor y ha llevado a todos en el país a poner los pies en la tierra. Ahora está finalmente claro y queda totalmente fuera de duda para cualquiera que Evo Morales y su séquito harán lo que sea para permanecer al mando del gobierno de Bolivia indefinidamente y que no vacilarán ante nada –incluido el riesgo de ensangrentar represivamente al país en el futuro próximo– para continuar en el poder por tanto tiempo como les sea posible.
Las cartas están echadas y en el juego, evidentemente, hay quién romperá todas las reglas si le es necesario.
La situación, por supuesto, no es por hoy justamente de color de rosa para Evo Morales y sus ambiciosos planes de hacerse del poder de modo indefinido. Electoralmente, Evo Morales viene en caída, con tendencia incluso a bajar aún más como resultado del desacertado prorroguismo del régimen y de su insondable corrupción, cuestiones que ya le están pasando al gobierno facturas electorales cada vez más gruesas.
Es probable que la decisión del TSE de habilitar al binomio del MAS, por instrucción directa del mismo ejecutivo comandado por Morales-García, ya le esté significando a ese binomio algunos otros puntos porcentuales añadidos de pérdida de potencialidad electoral. En Bolivia el abuso suele ser condenado y el abusivo rechazado. No sería sorprendente que próximas encuestas muestren a un Evo Morales aún más desgastado electoralmente.
Por otra parte, para la oposición las perspectivas electorales sí han pasado a mejorar de modo rutilante y con vuelcos de situación inesperados, y hasta sorprendentes. De hecho, el que Samuel Doria Medina hubiese finalmente decidido renunciar a ser candidato en la competencia electoral de fines del 2019 –decisión tomada al filo del plazo para las inscripciones de los binomios para las primarias del 27 de enero próximo– ha provocado una mutación mayor en el escenario de la oposición electoral al régimen del MAS para los comicios de 2019.
La renuncia de Doria a su candidatura, en el marco de la fractura de la alianza frentista Bolivia Dice No, inicialmente formada por el partido de Doria y el de Rubén Costas, ha significado el allanamiento del camino para que Carlos Mesa, como candidato, pase a polarizar agudamente las pulsiones electorales de la población de cara a 2019, con grandes probabilidades de que Mesa llegue a concentrar masivamente el voto de rechazo, hoy ya gigante en el país, a Evo Morales.
Aunque la dispersión de la oposición en varias candidaturas todavía se mantiene por hoy muy evidente, la salida de Doria Medina de la competencia presidencial –con sus muy duros efectos electorales adversos para el bloque de Rubén Costas, que se ha visto forzado a lanzar la candidatura de Óscar Ortiz desde Santa Cruz con bajas posibilidades de tracción electoral en el occidente de Bolivia– le permiten a Comunidad Ciudadana y a su candidato Carlos Mesa abrir la ruta de un desbordante arrastre electoral en todo el país, con maciza fuerza en varias plazas mayores.
De hecho, el potencial de ascenso de la fuerza electoral de Carlos Mesa como candidato es ya tan grande que nadie debiera sorprenderse que el MAS esté ya debatiendo –desde la sentina de inmoralidad en la que este partido incuba sus estrategias de poder– sobre la conveniencia o no de la inhabilitación de este candidato por la vía de alguna nueva abusiva acusación judicial en su contra.
El caso es, sin embargo –y esto el MAS ya lo sabe también– que ahora, con la salida de Doria Medina de la justa electoral, no solamente se ha potenciado electoralmente Carlos Mesa, sino también el frente de Comunidad Ciudadana como estructura política de alta potencia electoral. Como Comunidad Ciudadana tiene ahora una potencia de arrastre electoral propia –dadas las severas debilidades de todos los otros grupos opositores electorales en plaza y las bajísimas potencialidades electorales de los restantes binomios opositores–, este frente puede, en caso de ser inhabilitado Mesa, sustituir a éste con otro candidato sin perder tracción electoral e impulso de crecimiento.
Aún más, la inhabilitación abusiva de Mesa, que podría llevar al país a un punto de sublevación democrática, podría hacer que un candidato alternativo que sustituya a Mesa se vea potenciado electoralmente muy masivamente por un efecto de repulsa de la población frente a la arbitrariedad antidemocrática del MAS.
Ya no le es, entonces, fácil al MAS llevar a cabo la inhabilitación de Mesa para que Evo pueda prorrogarse en el gobierno. Hacerlo, podría potenciar electoralmente a Comunidad Ciudadana aún más y a cualquier candidato alternativo de esta fuerza. Por ello es que, ahora, seguramente en el MAS se empieza a poner en marcha la planificación alternativa del fraude electoral para el prorroguismo oficialista o, más aventurado todavía, la planificación de una cancelación de las elecciones de fines de 2019 con alguna excusa abusiva y arbitraria.
En todo caso, debemos saberlo y recordarlo, el régimen del MAS ha mostrado que está dispuesto a hacer cualquier cosa para quedarse en el poder. La democracia y el Estado de derecho deben imponerle a este régimen sus límites y reglas.
Ricardo Calla Ortega es sociólogo.