Un poco tarde me meto en el debate sobre la más reciente metida de pata del expresidente Evo Morales: haber pedido que se cumpla una sentencia para recibir dos millones de bolivianos de “lucro cesante”.
Obviamente no tiene ni pies ni cabeza que el Tribunal Constitucional Plurinacional hubiera aceptado su demanda contra los vocales del TSE que decidieron que no podía postular a senador en las elecciones de 2020. Simplemente no podía ser candidato porque no residía en Bolivia, como la ley lo exige. Y no residía en Bolivia porque, como he dicho ya, el “valiente” líder del MAS fugó cuando estallaron los primeros cohetillos.
Pero los integrantes del TCP eran entonces evistas y, por tanto, le dieron la razón. Este caso seguramente entrará en algún manual de errores de la administración de justicia: no se puede “adivinar” que Evo Morales iba a ganar esas elecciones ni tampoco calcular el lucro cesante “antes” de empezar la supuesta gestión (por ejemplo, podría haber fugado otra vez y no concluido su mandato, entre otras muchas opciones). Pero, además, Morales recibe 24.000 bolivianos cada mes como expresidente de la República y nadie puede recibir dos salarios del Estado. O sea que si hubiera, digamos, ganado esa senaturía, no hubiera podido recibir el sueldo de expresidente, que es mayor que el de legislador.
Así son las cosas en Bolivia. A esas honduras se meten los magistrados por estar dominados por el poder.
Lo que deseo ahora es retomar la línea argumental de Agustín Echalar y Andrés Gómez: si el TGE le debe a Morales dos millones de bolivianos, ¿cuánto le debe Morales a Bolivia?
Veamos: la organización del referéndum del 21 de febrero de 2016, que Morales no respetó porque, como ya se sabe abundantemente, su palabra no vale ni lo que una bolsa de paja. Su palabra, se podría decir, es equivalente a su valentía, escasa. Entonces, el costo de la organización del referéndum que Morales no quiso acatar, y que le debe a los bolivianos, es de 166 millones de bolivianos.
Luego, prohijado por algunos integrantes de un antiguo TSE, ahora bien acomodados en cargos de la cooperación internacional, se organizaron una primarias en las que se permitía que participara un solo candidato. Eso se hizo exclusivamente para que Morales exhibiera el poder del MAS, no para establecer, como lo indica una “primaria”, competir con otros para ser ratificado como candidato, en este caso, presidencial. Esos son 27 millones de bolivianos adicionales.
Finalmente, las elecciones de 2019, que fueron declaradas nulas por la propia bancada del MAS unos meses después, también implicaron un gasto inútil: los vocales que Morales había elegido en el TSE aceptaron “bajar la palanca” de la luz e hicieron saltar por los aires el proceso electoral de ese año: otros 217 millones.
Así que los bolivianos podríamos entregarle los dos millones que Morales exige y, a cambio, hacerle pagar los 410 millones mencionados acá.
Sin embargo, no es la única deuda que tiene Morales con Bolivia. Decenas de “elefantes blancos”, empresas públicas quebradas, canchas de fútbol vacías, tinglados cuyos techos se caen, estadios en medio de la selva del Chapare, iniciativas fallidas como las del litio, miles de horas usadas en el helicóptero presidencial, museos para que exhiba sus calzoncillos y camisetas de fútbol, etc., suman varios billones de dólares. Con “b”.
De todos modos, Morales tiene la gran capacidad para jamás reconocer sus errores. Jamás. El cree que está por encima de todo. Por eso es que, sin pensarlo mucho, pidió esos dos millones de bolivianos y luego, ante la molestia generalizada, trató de sacar la pata y dijo que donaría los recursos para obras de beneficencia. ¡Par favar!
Ah, a propósito, su abogado, el exprocurador Wilfredo Chávez, también le debe a Bolivia unos 500 millones de dólares en todos los procesos que su oficina perdió en procesos internacionales por nacionalizaciones mal realizadas y mal defendidas (el saldo de 500 millones adicionales de pérdidas en otros juicios debemos cobrárselo al exevista y actual arcista, el exprocurador Héctor Arce Zaconeta).
Seguro que los lectores de esta columna ya están pensando otras deudas que tienen Morales y el MAS con los bolivianos. A mí se me ocurren algunas. Veamos: es raro que en un solo Gobierno se hubieran perdido tanto el mar como las aguas del Silala. Ese récord no lo tiene nadie, ni Melgarejo lo logró.
Raúl Peñaranda U. es periodista.