Hace unos días se conoció sobre la muerte de una niña en Cochabamba causada, según los reportes, por la bacteria Streptococcus pyogenes. Esta bacteria es remalvada, causa infecciones principalmente en vías respiratorias altas, también afecta a la piel y guarda relación con enfermedades tan graves como la neumonía, meningitis, inclusive septicemia (la bacteria circulando en la sangre) con evolución desfavorable.
La identificación específica se hace mediante estudios de laboratorio, el tratamiento ideal es el que resulta de un antibiograma; no existe vacuna en contra de esta infección, sin embargo, las vacunas contra los virus como la que protege de enfermedades como influenza son útiles porque las infecciones virales tienden a sobreinfectarse con infecciones bacterianas.
Más allá de lo técnico, que es conocido, que está publicado y que es enseñado en el área de la salud, existen herramientas que podrían ayudar a este tipo de casos con tecnología y al mismo tiempo humanizándonos más; la narración de la madre de la paciente fallecida refiere haber acudido a varios centros de salud y al acudir al hospital, dice haber sido negada la atención por falta de la nota de referencia. El punto es que se ha perdido la valiosa vida de una niña debido a cuestiones burocráticas y también de atención médica.
Por otro lado, el registro de que si fue o no a un lugar para la atención puede corroborarse desde contando con cámaras en ingresos de salas de emergencia hasta en el registro dentro de un sistema informático que en tiempo real envía la referencia del caso, con los datos previos y lo que se pudo avanzar en cuanto a estudios complementarios y manejo; se debe dejar de usar el famoso papelito de referencia con la clásica fotocopia de carnet de identidad más el sello que piden en los sistemas públicos.
El sistema para aceptar atenciones en el sistema público ha quedado obsoleto: así es en Bolivia. Por ello es urgente cambiar, de lo que se trata es de mejorar el acceso, de que los profesionales de salud se encarguen de hablar con el paciente y familiares, de revisar al enfermo, de explicar lo que sucede y hacer todo lo posible para que recupere su estado de salud. De eso se trata, y no de llenar un montón de papeles y verificar inútiles requisitos antes de atender a un paciente, con el riesgo del empeoramiento de su salud o, más grave, la muerte.
Es doloroso perder a un ser querido y mucho más a un hijo; y eso también es muy duro para los profesionales de salud; inclusive es perverso, porque se exige la mejor atención y sin embargo los profesionales de la salud se encuentran, durante gran parte de su jornada, llenando papeles. Está el riesgo de la pérdida de trabajo por no llenar un papel, por no exigir un sello, porque hubiera aceptado o no un caso que no tenía la hoja de referencia, etc. No se prioriza salvar vidas, sino cumplir con los pasos de la enorme burocracia.
Se gasta en propaganda (industrialización, contra los bloqueos, etc.) pero no se difunden pautas de alarma o medidas generales simples para prevenir enfermedades.
Hoy en día, y más aun después de la pandemia del Covid-19, se promueve en el mundo el uso de herramientas digitales para el acceso a la salud, desde videollamadas hasta algoritmos de comunicación con chatbots sobre temas que alerten situaciones graves que necesitarían la atención presencial por parte de un médico.
La tecnología, el trabajo en red integrado en niveles de atención así como entre entidades es importante, porque el papeleo puede cambiar con la tecnología, pero no va a cambiar nunca la relación médico-paciente, la relación de confianza entre uno y otro, el cuidado de esos dos seres humanos: el paciente y el doctor, con sus aciertos y errores, con sus fortalezas y vulnerabilidades.
Cecilia Vargas es médica y catedrática universitaria.
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