El año pasado una de mis ahijadas terminaba el colegio. Tuve el agrado de asistir a su graduación y fiesta. En la misma me llamó la atención que la estudiante más galardonada de su promoción, que declamó un poema de despedida, cometiera infinidad de errores. Entonces le pregunté a la ahijada cómo era posible que esa muchacha fuera la mejor de la promoción. Como suponía, ella me comentó que los papás de esta chica siempre andaban haciendo favores a los maestros del colegio. ¿Corrupción escolar?
Para consuelo de los papás, la ahijada sin importar estos sobornos logró culminar con su propio esfuerzo entre los estudiante destacados. Mucho hace también el interés de los papás en que pueda aprender nuevas destrezas. A pesar de algunas limitaciones ella y sus hermanos, asisten a cursos durante las vacaciones. Acción muy loable por parte de los padres.
Este año pude conversar con una de mis sobrinas adolescentes sobre su experiencia en el colegio. Ella es francesa y además de aprender inglés, estaba aprendiendo alemán y latín. Esto como complemento a las materias ya establecidas. Su primer año de Liceo ha venido cargado con más responsabilidad y como está pensando en un área de ingeniería o similar, la matemática le está demandando más. Antes de iniciar la última etapa de colegio, tuvo que completar la prueba conocida como Brevet, que culminó con buen promedio, sin embargo la parte de matemática no la dejó satisfecha, razón por la que en su primer año de Liceo ha estado más dedicada. Sin sobornos, pura motivación personal.
A inicios de este mes salían las notas del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA por su sigla en inglés). Los países hispanoamericanos quedan todos aplazados. Ninguno de los nueve países que rindieron la prueba logró llegar al promedio de la calificación general. Chile es el país que logró sobresalir entre los de la región. Sin embargo, el resultado preocupa, ya que si el capital humano no tiene un nivel de calidad, difícilmente podremos librarnos de ideologías que hoy distraen a nuestra población de gran manera y hasta generan rencores por generaciones.
Para ejemplo basta un botón. Hemos sido testigos de lo que 14 años de una mala administración pública genera en el campo de la educación. Estudiantes que se autoevalúan con la máxima nota. Maestros sometidos a los caprichos de padres de que reclaman por la exigencia hecha a los estudiantes. No sorprende que en Brasil, que también bajó su nivel educativo, hay varios casos de agresión por parte de estudiantes a maestros que intentan dar su clase. ¿Cuán más bajo podemos llegar?
Los ejemplos pueden seguir cuando vemos a los países vecinos y como muchos de sus jóvenes se dejan convencer por movimientos marcados por ideologías progresistas generan violencia o una pérdida de tiempo en asuntos triviales. Hasta ahora no he visto un performance a favor de mejorar la calidad educativa, de que el estado genere más apoyo a la investigación, a la tecnología y dudo que en mi vida vaya a ver una “pañoleta” que fomente la lectura. Irónicamente, hace unos días en Guadalajara, las de la pañoleta verde, entraron custodiadas a la Feria Internacional del Libro, robaron distintos libros -que les causan roncha- y luego los quemaron. Los que leímos Fahrenheit 451 de Ray Bradbury ya sabemos cómo acaba la cosa cuando se llega a tal nivel. En otros países están más ocupados de que sus estudiantes sepan usar anticonceptivos o aprendan a darse autoplacer, pero da lo mismo si saben o no hacer simples cálculos o presentar un informe coherente y legible.
No. Todas esas modas relativistas parecen tenerle alergia a estudiar, capacitarse y ni hablar de realmente generar un cambio a nivel educativo. Las verdaderas propuestas y cambios surgen con esfuerzo y estudio. Hace unos meses conocí a una medallista internacional de olimpiadas de matemática. De manera muy sencilla ella compartía que la clave era el esfuerzo, no rendirse y seguir practicando. Su experiencia compitiendo con estudiantes de la China, si bien al principio la intimidaron, con el tiempo, aprendió a tomar el reto y aprender de sus fallas. No tengo dudas que en un futuro cercano, Jocelyn será una gran ingeniera en biomedicina.
Si no revertimos el sistema actual, seguiremos viendo más de lo mismo: compadrerío, pagos por “derecho de piso”, sobornos y por ende una promoción a la mediocridad, logrando bajar la calidad de estudio y posteriormente malos profesionales a todo nivel.
Que el cambio que vamos atravesando sirva para desarrollar un sistema educativo de calidad, que de las herramientas básicas a cada estudiante para desarrollar un pensamiento crítico que lo libere de nefastas ideologías y le permita ser un motivado estudioso de las distintas disciplinas.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología