Hace nueve años, los bolivianos votamos "no" a la reelección de Evo Morales en el referéndum del 2016. Ante la pregunta: “¿Usted está de acuerdo con la reforma del Artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que la Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?”, la respuesta fue negativa.
Este señor, el que gobernó desde 2006 hasta el 2019, casi 14 años, y que no puede volver a postularse a la presidencia de Bolivia, logró la unión de la ciudadanía, primero diciéndole “no” en el referéndum, y después en las calles, cuando se presentó ilegalmente a un cuarto mandato. Luego renunció y huyó.
La unión hace la fuerza, dicen las monedas bolivianas, mismas que están en debacle por el mal manejo económico del gobierno del MAS durante 19 años, a la cabeza de Evo Morales y del ex ministro de Economía y actual presidente Luis Arce.
Unidad, suena trillado, suena a discurso, suena a utopía en estos tiempos en los que a pesar de estar “más conectados” estamos más solitarios y donde escuchar la palabra “unión” desata sentimientos que caen en lo irreal; a esto se suma la desconfianza generalizada en las instituciones del Estado, como la justicia, el padrón electoral, la Policía, etc. Sin embargo, la unión nos lleva a la esperanza, porque sin mezclar expectativas muy finas, la unión del bloque opositor sería la esperanza de la ciudadanía para la salida del MAS como gobierno; por otro lado, la unión de las fracciones del MAS puede esculpir su permanencia, favorecedora para unos cuantos y destructora para la democracia, la institucionalidad, la meritocracia y el Estado de derecho, entre otros.
El bloque de unidad de la oposición, conformado por Carlos Mesa, Samuel Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga, Luis Fernando Camacho, Vicente Cuellar y Amparo Ballivián, ha mostrado, lastimosamente, sólo un par de reuniones y fotos cuando anunciaron el acuerdo, nada de propuestas conjuntas, y después cada quien se fue por su lado para hacer su propia campaña y sus propias propuestas; esto, nos guste o no, es legítimo, lo que no será legítimo será no respetar el resultado de quien sea ganador en la medición que se realice (hasta ahora mencionan que será mediante una encuesta).
El ganador que será candidato del bloque opositor tendría que ser apoyado por todos, léase bien, por todos los que creemos que tiene que haber un cambio político, económico y sacarnos de la crisis múltiple que vivimos; los primeros en la fila serían lógicamente quienes firmaron el acuerdo.
Ciudadanos, hemos dicho “no” el 21 de febrero, hemos logrado la renuncia de Evo Morales el 2019, podemos lograr que el primer mandatario de Bolivia sea alguien que embandere la democracia, que respete la institucionalidad, que gobierne para todos y no para unos cuantos; eso depende de nosotros, reitero, los ciudadanos.
Pueden haber mil alianzas y siglas disponibles con personería jurídica ofreciéndose: si no apoyamos a un solo candidato y estamos con peros o con ambiciones particulares, el asunto no va a funcionar; el ganador del bloque no será perfecto seguramente, nadie lo es, pero tras el acuerdo firmado, el candidato deberá representar a la oposición con la mayor vocación democrática e institucional. No debe ocurrir lo de 2020.
Cecilia Vargas es médica y docente universitaria