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Cara o Cruz | 09/02/2020

Ejecuciones, el verdadero problema de Evo Morales

Raúl Peñaranda U.
Raúl Peñaranda U.

Olvídense del audio en el que Evo Morales anuncia que dejará a las ciudades sin alimentos. Dejen de lado las acusaciones de que promovió casos de enfrentamiento entre bolivianos. No tomen en cuenta las sindicaciones de que protegió al narcotráfico. El verdadero talón de Aquiles del expresidente se llama caso “hotel Las Américas”.

La acusación de terrorismo realizada por el gobierno anterior a decenas de personas, todas ellas integrantes del liderazgo cruceño, fue una elaborada patraña, realizada aparentemente en concomitancia con agentes de la inteligencia cubana.

Se debe reconocer que el ardid fue muy efectivo. De un plumazo el gobierno del MAS se libró de la oposición cruceña, que había puesto en una situación de debilidad a la gestión de Morales. Al acusar, sin ton ni son, a decenas de personas, solo porque habían tenido la mala suerte de encontrarse en alguna ocasión con Eduardo Rozsa, el cabecilla del grupo irregular, generó una sensación de inseguridad muy grande entre los miembros de la dirigencia cruceña. El sólo hecho de haber recibido una breve llamada fue suficiente para detener durante años a algún acusado. Muchos se vieron obligados a pagar dispendiosas coimas, mientras otros salieron del país y un grupo importante fue encarcelado o puesto bajo detención domiciliaria.

Con todo lo que se sabe, parece ser que el ardid operó de la siguiente manera: o el grupo ya vino “invitado” a que venga a Bolivia de manera engañosa, infiltrado por agentes bolivianos y cubanos de inteligencia, o ello ocurrió cuando se detectaron sus primeras acciones en el país. Como sea, esta “organización”, en realidad, fue inofensiva, y aparte de posar en absurdas fotos portando voluminosas armas, no hizo nada. El supuesto atentado a la residencia del recordado cardenal Julio Terrazas no fue más que parte de la tramoya para acelerar el ataque posterior al hotel Las Américas. Se sabía que el petardo utilizado no causaría daño a nadie, pero le dio a la Policía el pretexto para actuar. Debían hacerlo antes de que sus integrantes abandonaran el país, como tenían previsto. En el operativo posterior fueron ejecutados, según indican las autopsias realizadas en el exterior, el boliviano-húngaro Eduardo Rozsa-Flores, el rumano-húngaro Arpad Magyarosi y el irlandés Michael Martin Dwyer.

Un total de 39 personas fueron acusadas, algunas en ausencia, por un exfiscal de la peor calaña: Marcelo Soza, que obtuvo refugio en Brasil, y que la justicia boliviana debería hacer todo lo posible por extraditar. Fue él quien chantajeó a los acusados, los mandó detener, los exaccionó y obedeció mansamente las órdenes de las autoridades de gobierno que idearon el maquiavélico plan.

Los responsables intelectuales de la operación deben responder por haber realizado una acusación tan masiva, que le hizo daño a tanta gente. Ellos son Evo Morales, Álvaro García Linera, Raúl García Linera, Juan Ramón Quintana, Alfredo Rada y algunos más.

¿Pero por qué este caso es el verdadero talón de Aquiles de Morales? Porque él, estando en Caracas, invitado por el expresidente Hugo Chávez, admitió que había dado la orden de realizar el operativo. Debido a que se produjeron ejecuciones extrajudiciales, se trata de un delito de lesa humanidad, que no prescribe. Y que se persigue en todo el mundo. Es muy probable que Morales no pueda salir, por mucho tiempo, de Buenos Aires.

Raúl Peñaranda U. es periodista.



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