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Cara o Cruz | 11/02/2019

Diccionario de posverdades y mentiras del MAS

Raúl Peñaranda U.
Raúl Peñaranda U.

Se habla mucho de las posverdades, es decir, de aquellas declaraciones que no se ajustan a la realidad. La posverdad es aquella aserción que hace una distorsión deliberada de los hechos, generalmente con el fin de confundir a la opinión pública y lograr apoyo político.

La posverdad es prima de la mentira, pero propiamente no lo es. Es más bien una falsificación que se aprovecha de las emociones (e ignorancia) de la gente para lograr que hechos que no son comprobables en los hechos, terminen siendo parte de cierto relato social.

El Gobierno está lleno de esas posverdades. Desde afirmar que el supuesto hijo que tuvo Evo Morales con Gabriela Zapata fue un “invento” de la derecha, después de haber admitido que éste había nacido, hasta decir que el PIB de Bolivia en 2025 será equivalente al de Chile. O que el resultado de La Haya fue una “victoria” para Bolivia. No la fue, obviamente. Hay que ser descarado para afirmar eso.

Las posverdades deben diferenciarse de las exageraciones, como las que lanza Evo Morales cada 22 de enero (entre otras, afirmar que Bolivia nunca había tenido un crecimiento igual registrado en los últimos años) o las afirmaciones imposibles de comprobar: una vez Álvaro García Linera dijo que vivió un tiempo en El Alto, en un cuarto que no tenía baño y que hacía sus necesidades en un río cercano. En otra ocasión contó que en su casa era tan pobres cuando él era niño, que no podían invitar a ningún amiguito a tomar té. No se puede saber si ello es verdad o no, pero lo más posible que sea, nomás, una falsedad.

En el diccionario boliviano de posverdades, exageraciones o mentiras, algunas son difíciles de clasificar. En ese sentido, García Linera dijo que había leído 25.000 libros. Tal vez dio una cifra grande, genérica, como cuando uno dice “esperé mil horas a que me atienda el dentista”.

El Vicepresidente hizo esa declaración cuando tenía 49 años. Suponiendo que empezó a leer libros a los 15 años, tendría que haber leído dos por día, todos los días durante 34 años, incluyendo sábados y domingos, para alcanzar esa cifra. Es más realista pensar que, más bien, leyó un libro por semana o dos por mes (considerando que hacía otras actividades muy demandantes, por ejemplo actuar en las sombras a favor del EGTK). En ese caso hubiera leído unos 1.200 libros. Bastante lejos de los 25.000 que indicó.

La que es una mentira flagrante, no ya “posverdad”, es su declaración de que era licenciado en matemáticas. La “posverdad” de ello fue haber dicho que “nunca dijo que era licenciado”. ¿O esa también es una mentira? Yo detecté que García Linera dio ocho diferentes versiones sobre su título: que era licenciado, que no había hecho el trámite de convalidación, que era sólo egresado, que estudió la mayor parte de la carrera, que estudió la mitad, etcétera.

Existen otras declaraciones de los dos primeros mandatarios que son difíciles de encasillar. Por ejemplo, cuando el Presidente dice que hace 2.000 abdominales diarios. Bueno, sí, pero qué tipo de abdominales, eso es lo que importa. Me hace recuerdo al borrachito que dice que hace flexiones con los brazos cada vez que se lleva el vaso de trago a la boca.

Otra categoría sería la de la manipulación: García Linera expresó una vez que si el Gobierno tuviera a su cargo los hospitales, en “dos meses” no habría colas de pacientes. Es manipulación porque el Gobierno sí controla la mayor parte del sistema de salud, como nombrar a los presidentes de la Caja Nacional de Salud y decidir los presupuestos del sector. La manipulación en ese caso es decir que él haría algo de mejor manera si fuera el encargado, con el pequeño detalle de que sí es el encargado.

También podríamos analizar otra categoría: las verdades a medias: Morales ha repetido muchas veces la anécdota de que cuando era niño y caminaba con su padre en el altiplano comía las cáscaras de naranjas que lanzaban los pasajeros de las flotas. Podría ser que haya, efectivamente, chupado esas cáscaras, pero omitió señalar que su padre tenía para él otros alimentos. Porque si no, hubiera simplemente desfallecido de hambre al segundo día de caminata. 

Son demasiadas las declaraciones de los dos jefes de Estado para poder comentarlas en una columna. Se necesitaría, más bien, un libro.

Dos se me vienen a la mente, ya para terminar: el Vicepresidente afirmó en una ocasión que si “volvía la derecha” al poder, a los campesinos se les iba a “quitar sus casas”. ¿Qué sería ello? ¿Mentira? ¿Exageración? ¿Manipulación? ¿Demagogia? ¿Todas las anteriores? La verdad que no lo sé.

Y la última, repetida por miles en memes y chistes: “Papá, mamá, no lo abandones al presidente Evo, no lo dejes solo. No lo abandonen, el presidente Evo, si tiene apoyo, construye colegios, si no tiene apoyo regresarán los gringos, regresarán los vendepatrias, regresarán los asesinos y a las wawas les van a quitar todo. Va a haber llanto y el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para nosotros”. Creo que para una declaración así todavía no hay definición.

Raúl Peñaranda es periodista.



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