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Huella Digital | 29/05/2019

Cultura democrática en Bolivia: otra constelación histórica

Ricardo Calla O.
Ricardo Calla O.

A lado del autoritarismo que también la constituye, Bolivia cuenta igualmente con una destacada cultura política democrática. La democracia en Bolivia proviene:

 1) De su fundación como república y de los persistentes, aunque cíclicamente interrumpidos esfuerzos desde 1825 por institucionalizar y consolidar aquí una democracia parlamentaria, perspectiva histórica capital que una vez más ha sido interrumpida –desde 2009– por la imposición de parte del MAS de un tipo de Estado Plurinacional que ha sustituido el parlamentarismo multipartidario -con algo o más independencia del poder Ejecutivo-, por una asambleísmo legislativo de manejo unipartidista controlado secamente por el Ejecutivo,    

2) Del despliegue sostenido en los ya casi 200 años de existencia del país de la ideología democrática representativa, a la que se fue añadiendo paulatinamente la ideología democrática participativa desde los hondos arraigos de ésta en el desarrollo organizacional asociativo de los comunitarismos rurales, sindicalismos, gremialismos, cooperativismos y vecinalismos urbanos, de enraizamientos históricos distintos pero todos potenciados desde inicios del XX, 

3) De los reiterados aunque espasmódicos surgimientos y despliegues de sistemas políticos multipartidistas, cuyos quiebres y crisis periódicas no han desembocado antes en la instalación de un régimen de partido único de más de dos décadas de duración (siendo hasta ahora el militarismo la forma dominante que ha tomado el autoritarismo como régimen de fuerza de plazo prolongado en el país), aunque el unipartidismo sí se presenta a comienzos del XXI como una grave amenaza con la que el MAS empieza a desplegar autoritariamente su dominio en el país, 

4) De la germinación y despliegue a lo largo del siglo XX y hasta el presente de prácticas e instituciones de corte democrático –elecciones, rotación y cambios periódicos institucionalizados de autoridades y representantes, sistemas internos de “checks and balances” y de rendiciones de cuentas, deliberación estatuida en órganos, asambleas, concejos, juntas y cabildos–, más o menos embrionarias, más o menos desarrolladas y arraigadas a niveles estatales de gobierno y en el seno de los sindicatos, gremios, cooperativas, juntas vecinales, comités cívicos y también a nivel de ayllus andinos, pueblos indígenas de tierras bajas y de las comunidades rurales en todo el país, en estos últimos casos también desde procesos que se remontan incluso a la Colonia temprana como, por ejemplo, es el caso de la rotación y el cambio de autoridades, 

5) Del profundo impacto de la Revolución Nacional de 1952 y en particular de la incorporación del voto universal como parte intrínseca de la legislación constitucional y el sistema político boliviano y, 

6) Muy importante, aún si se la considera como solamente de una muy corta duración previa, de la intensa “lucha por la reconquista de la democracia” en Bolivia en el período de 1964-1983, cuando el país estuvo marcado por su ciclo más reciente de dictaduras militares y en contraposición a las cuales emergió una intelectualidad democrática -de derechas, centro e izquierdas-, que ya se ha convertido en un dato constante y estructural del sistema político boliviano.  

Tanto la cultura política autoritaria como la cultura democrática referidas muestran en Bolivia anclajes en una diversidad de sus instituciones, coexistiendo contradictoriamente y en pugna incluso en los aparatos imaginados y construidos por la teoría política para el funcionamiento, por ejemplo, de la democracia representativa.

 Así el autoritarismo como hábito y práctica se ha manifestado y se manifiesta recurrente y periódicamente en el parlamento boliviano, habiendo sido éste a su vez en múltiples ocasiones escenario de las más ejemplares e históricamente destacadas expresiones de convicción, acción y rigor de actuación democrática institucionalista; por ejemplo, en la historia reciente, el caso de Marcelo Quiroga Santa Cruz.

Autoritarismo y democracia, en todo caso, coexisten en el país como culturas políticas y sociales todavía hasta hoy en un muy peligroso equilibrio de fuerzas. Es responsabilidad individual y colectiva afirmar la democracia en Bolivia. En el actual momento, frente al MAS y su cada vez más peligroso régimen. 

Al redactar estas líneas tengo en mi corazón a Alfonso Quiroga Santa Cruz, quién acaba de fallecer. Este hermano de Marcelo Quiroga ha sido también, para los que lo hemos conocido, una profunda inspiración para asumir los desafíos de la lucha constante por la democracia y la igualdad aquí y ahora. Esperanza y democracia en tu memoria, Alfonso. Seguiremos el camino que nos han legado tus convicciones, tu inigualable carácter y la paz de tu inmensa alma.

Ricardo Calla Ortega es sociólogo



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