No hay que perder de vista que el voto disidente de Costas y Sandoval fue muy importante. De no haber renunciado la expresidenta de ese órgano, Katia Uriona, la votación en la sala plena del TSE hubiera estado empatado tres a tres y quizás se hubiera empantanado la decisión. Habría un rayo de esperanza. Pero Uriona optó por no comprometerse y prefirió la ambigüedad. Renunció sin asumir una responsabilidad. Curiosamente, para las diferentes facciones contrarias al Gobierno, esa acción es más positiva que mantenerse en el seno del TSE y votar contra Morales. Demuestra los vericuetos extraños de cómo la gente asume sus posiciones.
Otros usuarios de las redes sociales y que son contrarios al Gobierno creen que Costas y Sandoval deberían renunciar a sus cargos. Esa acción no serviría de nada, excepto entregarle el control del TSE, ya definitivo, al MAS, como lo logró parcialmente la renuncia de Uriona. Es que a los bolivianos les gusta el testimonio, pero no las acciones prácticas.
Costas y Sandoval, que han actuado bien, deben
mantenerse en el seno del TSE porque se necesita que dos personas autónomas independientes
velen por la buena conducción de los futuros procesos electorales. Por lo menos
podrán denunciar si hubiera alguna irregularidad. El maximalismo opositor, como
en todos los casos, falla también en éste.
Raúl Peñaranda es periodista.