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Mirada pública | 06/01/2024

Continuar o no la línea de Mayta

Javier Viscarra
Javier Viscarra

En los últimos días Rusia ha incrementado su ataque sobre Ucrania y los muertos siguen subiendo. Según Derechos Humanos de Naciones Unidas, suman como 10.000 las víctimas civiles (los militares muertos se cuentan por cientos de miles) desde que se inició la guerra ordenada por Moscú en febrero de 2022. Desde el primer día del conflicto, la mayoría de los países condenó el ataque ruso, pero Bolivia no, a pesar que la Constitución Política del Estado establece que Bolivia es un país pacifista.

La Cancillería boliviana en 2023, a la cabeza de Rogelio Mayta, optó por abstenerse en las votaciones de Naciones Unidas para condenar la agresión ordenada por Moscú. Y hoy, después de casi un año de guerra, Bolivia sigue mirando para un costado en este conflicto, porque esa fue la línea oscura que dejó Mayta.

Ahora está una nueva persona al frente del manejo de las relaciones internacionales del país, Celinda Sosa. De ella se aguarda una palabra oficial sobre y muchos otros temas cruciales en el ámbito internacional. El silencio que guarda es por ahora, digamos, aceptable en esta etapa en la que debe estar conociendo su despacho y el enorme desafío que ha asumido, pero el silencio no puede ser permanente.

Entre la última semana de 2023 y primera de este año, Vladimir Putin ha endurecido su ofensiva contra Ucrania, lanzando centenares de misiles contra varios frentes en los que mantiene el enfrentamiento militar con ese país. Según Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, unos 500 misiles y drones fueron lanzados contra su país en sólo cinco días.

Estos ataques han causado la muerte de unas 30 personas en Kiev, en lo que se considera como uno de los mayores ataques aéreos registrados en esta guerra. Otras 60 personas murieron también en Járkiv, en el noreste, Zaporiyia, en el sur, Odesa, en la costa sur, e incluso Leópolis, en el extremo occidental. En estos ataques Rusia ha empleado misiles –hipersónicos, de crucero y balísticos–, que son de esos que pueden cambiar de dirección en el aire y enloquecer las defensas antiaéreas.

Según la revista estadounidense Forbes, además de la muerte que dejan los ataques rusos, estas operaciones tienen un alto costo. Por ejemplo, entre la incursión del 29 de diciembre de 2023 y la del 2 de enero 2024, Rusia gastó casi 2.000 millones de dólares. Las informaciones dicen que el gigante euroasiático tiene capacidad para fabricar decenas de misiles al mes, lo que hace presumir un duro invierno de guerra pues los ataques a infraestructuras de energía ucranianas preocupan a la población debido a la presumible falta de servicios básicos como agua y calefacción para hacer frente a las bajas temperaturas.

El otro conflicto internacional, el que involucra a Israel contra Hamas y que domina tierra palestina en la Franja de Gaza, ha arrojado más muertos civiles que el de Rusia/Ucrania pero esta situación ya no parece preocupar a Cancillería.

En el marco de nuestra política exterior, si es que realmente hay una, la explosión de este conflicto fue el gran pretexto para romper relaciones diplomáticas con Israel. Un camino que no han tomado ni países que se consideran verdaderos enemigos de Israel.

El tercer conflicto bélico internacional en potencia es el que protagoniza Corea del Norte, que hace unos días inició una serie de bombardeos a islas próximas a Corea del Sur, en una provocadora acción que puede reavivar enfrentamientos en una guerra que aún no ha terminado oficialmente. ¿Se estará analizando esta problemática en Cancillería?

Los coreanos protagonizaron una devastadora guerra entre el norte comunista y el sur prooccidental justo a mediados del siglo pasado y hasta hoy solo mantienen un pacto de tregua firmado en 1953 que débilmente asegura la paz de la península. Técnicamente siguen en guerra.

Estados Unidos y Corea del Sur tienen una alianza de defensa en caso de que se inicie una escalada bélica real contra la administración de Seúl. Probablemente este punto haga que nuestra Cancillería, en caso de conflicto, vaya a inclinarse por apoyar al régimen norcoreano, en seguimiento de esa línea irracional en la que sea cual fuere el conflicto, Estados Unidos/el imperio es siempre nuestro enemigo principal.

Entretanto, la cultura de Corea del Sur ha traspasado fronteras, con su música, sus telenovelas, sus películas y los miles de productos que exporta esta nación industrialmente próspera, mientras los habitantes de Corea del Norte viven en la mayor oscuridad, con una dictadura comunista de partido único y somete a su pueblo a condiciones de hambre y sufrimiento.

Los norcoreanos sufren las consecuencias de un régimen hegemónico de cultura única que no admite nada del exterior, con la idea de que los Guerreros del Arcoíris son los únicos dueños de estas tierras, predestinados para devolverle la “armonía al planeta”; claro, bajo dominio del dictador norcoreano Kim Jong Un.

La canciller Sosa, la segunda mujer que asume el mando de la diplomacia boliviana, tiene en sus manos la oportunidad de reconducir el manejo de nuestras relaciones internacionales y entender que estas no se pueden basar solo en afinidades políticas, como ocurre actualmente en nuestra política interna.

Ese manejo debe estar orientado a defender los intereses del Estado, un tema en el cual no existe la absurda dicotomía de amigos o enemigos, sino simplemente otros Estados, con sus propios intereses. Pretender poner en marcha desde La Paz un plan para cambiar el Nuevo Orden Mundial es condenarnos a ser solo peones de países emergentes que tienen esa visión.

Javier Viscarra es periodista, diplomático y abogado.



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