Aunque esté pasando por su peor momento, el MAS es todavía un
partido de bases populares sólidas. Pero su núcleo, su fuente primigenia, es el
movimiento cocalero del Chapare, que a su vez tiene raíces sindicales mineras
transplantadas a esa región tras la liquidación de la economía del estaño.
Entre mediados y finales de los 80 la abundancia coca produjo un boom de prosperidad que, era sabido, era consecuencia del narcotráfico. La coca del Chapare, desde entonces, estuvo y está destinada en un 96% (la cifra es más o menos constante según la UNODC) a la elaboración de cocaína.
Y allí es donde los bolivianos perdimos de vista lo esencial: el primer eslabón de provisión de la materia prima esencial para para la elaboración de cocaína, ¡en un 96%!, se hizo con el poder en Bolivia mediante elecciones legítimas. Su origen y acciones posteriores dieron pie a que se acuse al gobierno de Evo Morales de narcotraficante. ¿Lo fue? Es necesario distinguir matices.
Primero, Morales retuvo, en todos sus mandatos, el cargo de dirigente máximo de todos los sindicatos que proveen el insumo principal para la elaboración de cocaína. Esos sindicatos mantuvieron, hasta hace pocas semanas, el absoluto control territorial del Chapare. ¿En qué grado convierte ello a ese gobierno, ese grupo social y ese partido, en “narcotraficante”? Respóndase el propio lector.
Un sondeo propio por varias localidades de los valles cochabambinos revela que durante el denominado “proceso de cambio”, muchos jóvenes emigraron temporalmente al Chapare para ganarse la vida en eslabones de la cadena de producción de la cocaína, desde pisar coca hasta todo lo demás, donde consiguieron el primer empujón económico (más o menos la “acumulación originaria” de Marx) para salir de la pobreza.
Igual, se sabe hoy que Bolivia es el país cuyo espacio aéreo es el más vulnerable de toda Sudamérica por la total ausencia de radares. También se sabe que Bolivia es, más que productor, ante todo, un país de tránsito de cocaína. El gobierno del MAS, tan castigador en otros aspectos, pecó también en eso de conveniente ceguera.
La captura del argentino miembro de las FARC Facundo Molares Schoenfeld en Yapacaní en noviembre; el sonado caso del narcotraficante Pedro Montenegro y sus relaciones con el poder; la captura del excónsul de Bolivia en Orán (argentina) Diego Vega Ibarra con ocho kilos de cocaína, justo cuando el MAS llevaba a cabo una importante reunión allí cerca; la captura del avión con pilotos bolivianos lleno de droga, entre Argentina y México, ¡justo esos dos países!, cuando el MAS necesita fondos de campaña; las tantísimas fotos de Evo posando con militantes que después resultaron ser narcotraficantes… etc. (recordemos que en 1994 bastó una foto así para manchar a Doria Medina y Jaime Paz Zamora.) ¿Son muestras suficientes? ¿Son casos aislados? ¿Son meras coincidencias? ¿Son (muchos) casos aislados? ¿Estoy siendo paranoico?
Es cierto que probablemente no se pueda vincular directamente a Morales con el narcotráfico, pero tampoco se puede negar que creó un estado funcional a esa actividad criminal, una (en términos guerrilleros) especie de santuario, un territorio donde los malvados podían moverse relativamente libres, relativamente cómodos y relativamente seguros, mientras no fueran demasiado obvios, porque su partido, sus sindicatos, su gente, se beneficiaban directa e indirectamente de esta situación, y esos recursos le permitían reproducir el poder.
Robert Brockmann es periodista e historiador.