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Al Contrario | 18/03/2021

Arce, Siles y Mevdévev

Robert Brockmann S.
Robert Brockmann S.

En 1926, el presidente saliente Bautista Saavedra designó candidato a su sucesión a Hernando Siles. Para ello, le hizo firmar un documento en el cual Siles reconocería la precedencia y autoridad de Bautista Saavedra como jefe del Partido Republicano por encima del propio Presidente de la República, en caso de su victoria cantada. París bien vale una misa, dicen, de modo que Siles firmó el compromiso.

Pero, una vez ganadas las elecciones y la presidencia, desechó por completo el documento y mandó a Saavedra de paseo. El presidente Siles no podía cumplir el compromiso firmado por el ciudadano Siles. Y su presidencia hubiera sido estelar, si no hubiera intentado prorrogarse en contra de la Constitución.

En el otro lado del mundo, Dmitri Medvédev fue presidente de la Federación Rusa entre dos de las ¿ya cuántas? presidencias de Vladimir Putin, entre 2008 y 2012. Fue como si Putin le hubiera dejado encargado: “cuídame la silla hasta que vuelva”. Y así fue. Putin regresó a la presidencia, modificó la Constitución y seguramente envejeceremos viendo a Putin como Zar mientras le dure la vida.

Actualmente, ¿cuál es la situación del presidente Luis Arce? ¿Arce será Siles y será su propio hombre, o será Medvévev y le cuidará la silla a Evo Morales? Designado a dedo como candidato por el jefazo (sus contendientes eran Andrónico Rodríguez y David Choquehuanca), ganó con holgura las elecciones de 2020 (por encima de resultados obtenidos por el propio Morales, lo que debió haberle ofendido) y reivindicó al MAS, derrotado en las calles en 2019.

¡Qué desperdicio de oportunidad, haber echado por la borda aquella victoria legítima en estos días! Al parecer, o el presidente, o el propio MAS, no entendieron que el mandato era la pacificación del país, no la polarización.

Muchos bolivianos creímos en el discurso inaugural de Choquehuanca, acerca de no más persecuciones, sobre la necesidad del equilibrio entre las alas izquierda y derecha del cóndor, etc. Todo ello era —es aun— desesperadamente necesario en el actual contexto de pandemia y crisis económica.

Sin embargo, se optó por la polarización y la persecución y la negación del Estado de Derecho. En el futuro previsible, el país desperdiciará una enorme cantidad de energía en este asunto innecesario, cuando el esfuerzo de todos los bolivianos debiera estar apuntando a la solución de problemas reales.

¿De dónde viene todo esto? Se podría interpretar que el presidente Arce no tiene sustento dentro del MAS: no es indígena, no proviene de movimientos sociales, no es sindicalista ni particularmente político. Es urbano y profesional en un movimiento que es crecientemente indígena y rural.

Una persona con su perfil pudo haber escogido un gran equipo ministerial, y sin embargo, sobran varios dedos de una mano para contar a los profesionales idóneos. Iván Lima, el ministro de Justicia, tiene un CV impresionante y antes de ser ministro se mostraba cauto y conciliador. Y sin embargo, está a su cargo el tremendo desaguisado jurídico que sólo le traerá desprestigio. ¿Cómo se explica?

Los ministros de Arce no son los ministros de Arce. Los ministros son cuotas de los movimientos sociales. Arce está al medio entre las exigencias de Morales (que también nombró a sus propios ministros) y las demandas de los movimientos sociales. No ha encontrado su perfil. Su retórica, las raras veces que toma la palabra, es la retórica del evismo. No hay discurso “arcista”. No es un Hernando Siles, y si este extravío es iniciativa suya, seguramente es para demostrar que él también puede ser duro.

De una u otra manera, todos perdemos. Pierde él, porque allá va la oportunidad de tener su propia presidencia. Pierde el MAS, porque es seguro que perdió votos (lo cual no les importa porque no hay elecciones en el horizonte). Pero perdemos todos, porque estaremos obsesionados otra vez con un asunto el cual Arce era el llamado a superar.

Robert Brockmann es docente universitario.



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