Desde hace muchos años, las organizaciones cívicas potosinas denuncian que el Cerro Rico, que está en la parte central de nuestro escudo de armas, se va deteriorando y que en cualquier momento se desplomará producto de la actividad minera.
Los dardos apuntan a la empresa Manquiri, que tiene licencia para operar en el cerro, pero lo que explota son pallacos, sucus, desmontes y otros materiales superficiales que se encuentran en las laderas y periferia del Cerro Rico de Potosí, depositados desde 1545 cuando comenzó su explotación minera. No opera dentro el cerro. La empresa controla 47,9 km2 de tierra alrededor del Cerro Rico bajo contratos y concesiones y aproximadamente 37,5 km2 de concesiones en la propiedad de Río Blanco, un yacimiento de exploración de oro al sur de Potosí.
En 2017, la compañía fue adquirida por “Argentum Investments”, de Suecia. Esta empresa logró producir plata industrializada en lingotes con el 99,96% de pureza, con la que los artesanos potosinos, capacitados por Manquiri conjuntamente con la Fundación Fautapo, producen joyas destinadas a la exportación.
También los dardos apuntan a las 34 cooperativas mineras de Potosí, dato del Ministerio de Trabajo. El número de trabajadores varía de una cooperativa a otra. Las chicas cuentan con unos 30 socios y las más grandes tienen alrededor de 5.000, los mismos que contratan unos 15.000 trabajadores (peones y obreros de “segunda mano”). Según el periodista Juan José Toro, uno de los defensores del Cerro Rico, trabajan cada día cerca de 20.000 mineros en tres turnos para 70 cooperativas; en la versión de Carlos Porco, ejecutivo de la Federación Departamental de Cooperativas Mineras de Potosí (Fedecomin), son cerca de 10.000.
Según la norma, no se puede explotar minerales sobre la cota 4.400, pero en el año 2022 existían 56 bocaminas en esa área, 16 de ellas abandonadas debido a los riesgos que conllevan los trabajos en esa área. En nueve meses del año 2021 más de una decena de mineros murieron en el Cerro Rico por derrumbes e intoxicaciones.
La importancia del Cerro Rico radica en que mediante las cooperativas se crean fuentes laborales y este trabajo genera regalías, a tal punto que una gran parte del prepuesto de la gobernación del departamento se financia por la actividad en el Cerro, lo que permite que se consoliden obras en la capital y los diferentes municipios y provincias. El año 2011, según una investigación de la consultora Labor, Potosí produjo 1.968 millones de dólares y el Cerro Rico aportó con 623 millones. Esta investigación estima que si se paralizan por completo las actividades del Cerro, el 50% de los trabajadores de la ciudad de Potosí perderían su fuente laboral. De ahí el título de la investigación: “Potosí, el cerro nuestro de cada día”.
Al parecer la sociedad potosina está dividida en dos grupos: unos son los defensores del yacimiento minero y otros son los defensores del monumento histórico. Ambos tienen sus buenas razones para justificar su posición. Porque la verdad es que este es un monumento y al mismo tiempo un yacimiento.
Se tiene que dar una solución a esta situación. Al parecer la extracción de los pallacos quita el peso externo al cerro, causando posibles derrumbes; de todos modos, lo que sí se tiene que parar es la extracción interna que no solo pone en riesgo la vida de los trabajadores, sino que al monumento histórico mismo.
Esto implica otorgar nuevas áreas de trabajo a los cooperativistas, pero para ello necesitan de un fuerte respaldo económico.
Lo más importante, sin embargo, es la creación de actividades diferentes a las mineras para que los trabajadores puedan dejar las actividades primarias extractivas y se dediquen a tareas sostenibles, productivas y menos contaminantes.