Este último domingo, Andrés Gómez publicó una columna, (Brújula Digital, 02|06|24), en la que, partiendo del famoso experimento de los “marshmallows” (en castellano masmelos o malvaviscos), elabora varias consideraciones interesantes, extendiendo los resultados de dicho experimento a las políticas públicas.
Dicho experimento revela que el niño que es capaz de resistir la tentación de comerse la golosina, contrariando la instrucción recibida de no hacerlo, “obtendrá mejores resultados académicos, mejores indicadores de salud física y mental (…) y mejores relaciones interpersonales”. De manera similar, señala Gómez, una sociedad que invierte en políticas públicas de largo plazo, en lugar de gastar en obras de mero efecto político, recoge los frutos del mayor desarrollo.
Estoy de acuerdo con los apuntes de Gómez, pero quisiera aquí hacer algunas reflexiones que exploran sentidos adicionales para las ideas del experimento.
Me imagino que los sicólogos que inventaron el experimento lo hicieron con masmelos porque es un dulce liviano y colorido –es decir, tentador– que un niño se puede comer de un bocado, antes de que lo pesque el supervisor. Si quisiéramos repetir el experimento en nuestro país, en lugar de masmelos, quizá usaríamos pasancallas.
Detalles experimentales aparte, un importante elemento del experimento tiene que ver con la valoración de los beneficios en el tiempo; lo que los financistas llaman el valor presente de un beneficio futuro. Es poco probable que a los niños que se dejó solos con su plato de masmelos se les haya dicho que, si resistían la tentación de comérselos por más tiempo, serían más exitosos en la vida.
Un niño simplemente no puede hacer ese cálculo: ¿cuánto vale ese éxito lejano e incierto, comparado con la satisfacción inmediata y segura de comerse el tentador masmelo? Es un cálculo que incluso los adultos tienen dificultad de hacer o de ser consecuentes con el resultado. ¿El placer del cigarrillo que ahora te antojas justifica la probabilidad de morir un poco antes? ¡Te puedes morir de tantas cosas!
Además, hay una diferencia muy importante: con el cigarrillo hay causalidad, pero con el masmelo solo revelación de carácter. El cigarrillo mata un poco. El niño que es capaz de resistir la tentación revela la disciplina diferenciadora que lo hará más exitoso en la vida, pero no es exitoso porque no haya comido el masmelo. Eso al menos dice la teoría.
Es posible también que sea un niño traumatizado por el castigo y la mera posibilidad de sufrirlo lo haga resistir la tentación. Tampoco hay que descartar la posibilidad de que una niña transgresora obtenga la doble satisfacción de comerse el masmelo y desafiar a la autoridad.
En general, cuando hay una comparación de satisfacciones inmediatas con beneficios futuros, este cálculo depende del ambiente de riesgo que percibe quien decide. En nuestros países, no solo son mayores las varias debilidades institucionales que se suman a los inevitables riesgos climáticos y económicos, sino que muchos de los que deben tomar decisiones de riesgo están en peores condiciones de afrontar la pérdida porque no hay seguros para todo o, simplemente, porque no tienen el colchón financiero.
Es sabido que muchos campesinos de nuestras tierras no adoptan técnicas agrícolas más eficientes porque involucran mayor riesgo. Es decir, sacrifican un mayor rendimiento probable para tener una menor probabilidad de pérdidas. Algo similar sucede con las decisiones políticas en un ambiente en que cada Gobierno quiere volver a inventar la rueda. Si quienes destruyen son celebrados, ¿para qué darse el trabajo de construir? ¿Para qué iniciar una reforma educativa si la siguiente gestión la destruirá? (como de hecho ha sucedido). Es decir, en circunstancias de alto riesgo, el futuro vale menos y en algunas decisiones políticas, casi nada.
Otro aspecto que me parece interesante en aquel ejercicio es el tipo de éxito que obtienen los niños que resisten la tentación. ¿Mayores ingresos financieros? ¿Mayor calidad humana? ¿Mayor felicidad? ¿Mayores logros artísticos? Mi experiencia me dice que estos logros no van todos de la mano, y sospecho que en el experimento también hay diferenciación.
Es posible, por ejemplo, que las personas que le dedican precioso tiempo a disfrutar los momentos que les ofrece la vida con la familia, los amigos o la naturaleza solitaria, son más felices y mejores padres amigos y pensadores, aunque eso les signifique tener menores ingresos.
Esta es una pregunta importante a la hora de pensar si queremos niños que no comen masmelos y hacen fortuna, o se los comen y no la hacen, pero son creativos y felices. Carpe masmelo, diría Horacio. El que dejes en el plato se lo comerá otro, y el momento que dejes de vivir no volverá jamás. ¿Hasta cuándo vas a postergar el disfrute de las mieles del presente? El futuro muchas veces llega demasiado tarde.
Bueno, no hay que limitarse a los extremos. Lo óptimo, como en casi todo lo importante en la vida, está en el sensato pan metron ariston; todo en su justa medida.