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Cara o Cruz | 21/06/2024

Buenas perspectivas para la oposición

Raúl Peñaranda U.
Raúl Peñaranda U.

No es malo que la oposición mire de palco la pelea a cuchillo entre evistas y arcistas. Más bien hasta es positivo que no se involucre, no vaya a ser que, si se acerca mucho, en un descuido, sufra también un navajazo.

El escenario, hoy por hoy, es positivo para la oposición: el partido que está en el poder desde hace 18 años ya no tiene nada que ofrecer al país y sus líderes se desangran en una lucha intestina que se agrava cada día. Las acusaciones mutuas ya han pasado tales niveles que parece que no quedara más en el arsenal para seguirse atacando, pero con ingenio, lo siguen haciendo. Los rústicos collages que prepara el diputado evista Héctor Arce, aun cuando un colegial los haría mejores, son ingeniosos. Y los proyectiles que recibe como respuesta no tardan ni 10 minutos en caer.

Como he señalado ya en más de una oportunidad, el que el MAS tenga dos facciones tan marcadas y dos posibles candidatos como Luis Arce y Evo Morales es lo mejor que puede suceder para la oposición. El granítico voto masista de 55% ya no es tal, en primer lugar, tan mal que está el Gobierno (y el partido). Morales, aunque quiera negarlo, no puede sustraerse a la crisis actual: él y su exministro de Economía son culpables de la situación de hoy. Y así se lo harán saber sus contrarios cuando empiece de veras la campaña electoral, además de que se reiterarán todas las críticas que ya se le lanzaban cuando el país gozaba de prosperidad.

Así que, primero, el voto masista está en caída; y, segundo, está dividido. Si ocurriera lo que ha sucedido en las cinco elecciones anteriores, y un candidato opositor destacara con respecto al resto, pasará a la segunda vuelta en las elecciones de 2025 y en ellas tendrá francas posibilidades de vencer. No se sabe quién será ese candidato todavía, pero destacará uno que, al final, el resto estará obligado a respaldar. Probablemente sea un candidato moderado, que no se lance frontalmente contra la base masista (que no está dispuesta a votar por candidatos opositores más radicales, pero que ya no respalda a Arce y Morales).

Como se ve, la victoria opositora es posible esta vez no tanto por sus propias virtudes, sino por los defectos (y división) de sus contrincantes masistas.

El ciclo del MAS empezó su caída en 2016, en ocasión del referéndum del 21F, y prosiguió en 2019, con el bochorno de las elecciones y la fuga de dos líderes que resultaron ser más cobardes de lo que parecía: al escucharse los primeros cohetillos, Morales y Álvaro García Linera, después de renunciar, fugaron despavoridos. Podían perfectamente haberse quedado en el Chapare a defender su proyecto y su gente. Si gana la oposición en 2025, lo primero que hará Morales, otra vez, será poner los pies en polvorosa.

De no haber sido por la pandemia, que obligó al TSE a posponer las elecciones, y si estas se hubieran realizado a principios de 2020 como estaba originalmente previsto, el MAS hubiera sufrido una derrota de proporciones. Pero la pandemia, que afectó notablemente a la economía mundial y por supuesto a la boliviana, y las malas decisiones del Gobierno de transición, le dieron providencialmente al MAS un año crucial para reponerse y el oxígeno que necesitaba. Su tiempo ya había acabado, pero, como se ve, la política no está exenta de fenómenos exógenos, nada menos que se produzca la primera epidemia global en un siglo…

El partido oficialista ya no volverá a tener, probablemente, esa fortuna, considerando que las pandemias se producen cada cien años. Y a menos que caiga un meteorito, el MAS está rumbo a una derrota: sus líderes malgastaron la mayor bonanza de la historia de Bolivia haciendo canchitas y empresas estatales deficitarias y, tras ella, no supieron frenar la crisis económica, institucional, medioambiental y política actual. Acabaron con el gas, no hicieron nada con el litio, perdieron el mar y el Silala, destrozaron la justicia, llenaron nuestros ríos de mercurio… Excepto en el plano simbólico referido a la inclusión de sectores indígenas y populares (algo muy positivo) el país no está mejor que hace 18 años.

En este escenario optimista para la oposición que estoy pintando, puede ocurrir que el MAS, finalmente, se una; pero mi predicción es que, incluso con un candidato que muestra la “mejor cara” de ese partido, como Andrónico Rodríguez, no tendría chances. La gente lo verá, nomás, como una marioneta de Evo Morales. El mismo chapareño con otra camisa. Aunque no insulte y no manosee jovencitas, una gruesa parte de la población no lo respaldará. Además, una reciente encuesta de Diagnosis señala que es la base de Arce la que observa con mejores ojos a Andrónico, un profesional de clase media. Quienes respaldan a Morales, las clases de menores ingresos, no confían en él.

Como dije en una anterior columna, el voto opositor no se ha dispersado desde 2005 en adelante y dos candidatos principales suelen llevarse casi el 100% del total opositor, que podría bordear esta vez, gracias a la crisis del MAS, al 40% o más. Con eso sería suficiente en 2025. Obviamente existe el riesgo de que no ocurra ello y que la oposición se dividida en dos o tres partes más o menos iguales. Si eso sucediera, el MAS tendrá la primacía nuevamente.




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