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Cara o Cruz | 07/10/2019

Bolivia dijo Chi

Raúl Peñaranda U.
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Ha empezado a atribuirse a una diplomática extranjera la frase “Bolivia dijo Chi”, luego usada por otros analistas y observadores de la política local. La frase intenta valorar el crecimiento en las encuestas del candidato del Partido Demócrata Cristiano, Chi Hyun Chung, un pastor protestante y médico.
Aunque todavía Chi solo tiene un 3% o 4% de respaldo, éste se produjo en solo tres semanas de ser presentado como candidato. En ese breve lapso, superó a todos los otros “candidatos chicos”: Félix Patzi, Víctor Hugo Cárdenas, Ruth Nina, Virginio Lema e Israel Rodríguez.

Ese sólo hecho ya refleja la importancia de su candidatura, sumada a otra: el PDC salvará la sigla, mientras los otros partidos no lo harán. Si hubiera estado en campaña durante seis meses, quizás sería hoy la sorpresa electoral.

También es interesante hacer notar que, si sacamos a Santa Cruz de la ecuación, Chi tiene una mayor intención de voto que el tercero en la contienda, Oscar Ortiz, según la última encuesta de Página Siete. De hecho, Chi supera a Ortiz en tres departamentos (Oruro, La Paz y Chuquisaca) y le empate en Cochabamba.

No es de extrañar que un candidato con las características de Chi tenga tendencia a crecer. Bolsonaro, Trump y otros líderes, con ideas similares, lograron llegar a la presidencia de sus países. La mezcla de misoginia, homofobia y apelación a “valores tradicionales” es, lamentablemente, un arma electoral importante. Lamentablemente, puesto que retrotrae la sociedad a etapas pretéritas en las que la intolerancia era exaltada. Chi, por ejemplo, en una muestra de la estupidez de sus ideas, dijo que los incendios de la Chiquitania son un castigo por los “pecados” que cometen los homosexuales. Dice eso para que lo aplauda su frustrada grey, como hace años el pastor norteamericano Pat Robertson dijo que el terremoto de Haití de 2010 era un castigo por el “pacto con el Diablo” que tiene ese pueblo.

Pero Chi y su todavía pequeña votación (que podrá subir uno o dos puntos más, suponemos, hasta el día de las elecciones), podría ser uno de los eventos importantes del proceso electoral. En primer lugar, es posible que le reste algo de votos a Ortiz, que representa también a un sector de derecha (más nítida que la moderada candidatura de Carlos Mesa, por ejemplo). Pero también podría restarle uno o dos puntos al propio Evo Morales, ya que se sabe que un sector importante de campesinos aymaras y quechuas son evangélicos. Su voto tradicional fue por el MAS. Pero no se debería descarta que un evangélico convenza a un sector de ellos.

Las elecciones venideras se definirán por pocos votos. El oficialismo insiste en que tiene asegurada la victoria por más de 10 puntos en primera vuelta. Mesa y su equipo están confiados en que la diferencia será menor y que, por tanto, en la segunda vuelta vencerán. La elección está abierta y no se puede excluir ninguna posibilidad.

Chi habló de los incendios y es verosímil pensar que también éstos sean cruciales en el (apretado) resultado electoral que se avecina. Aunque las encuestas no muestran un bajón para Morales, tampoco reflejan un aumento en su caudal electoral. Tal vez se detuvo su tendencia alcista. No se sabe. Pero se han quemado hasta ahora cerca de seis millones de hectáreas, que es una extensión mayor a la del departamento de Cochabamba. Para muchos cruceños, y bolivianos en general, el gobierno y sus socios de la Cainco y la CAO son los principales responsables, para no hablar de los colonizadores que llegan atraídos por la posibilidad de hacerse de tierras que luego venderán a los agroempresarios. Todos esos actores están insertos dentro de lo que llamamos “oficialismo”. Esas alianzas, y esas millones de hectáreas quemadas, tendrían que tener un efecto en el voto.

Morales se negó, sin entenderse bien por qué, a declarar estado de desastre, que hubiera facilitado el ingreso, más rápido y en mayores cantidades, de personal especializado (bomberos, técnicos, etc.) de otros países. Prefirió confiar en los esforzados, pero inexpertos conscriptos y voluntarios. Él y otras autoridades dijeron también que los chaqueos eran inevitables, “hijos de la agricultura”. En medio de la crisis, Morales tampoco pidió a los campesinos dejar de usar el fuego. Existen decenas de testimonios que señalan que, mientras los bomberos apagaban, los campesinos incendiaban.

Volviendo a Chi, puede ser que los incendios sean, efectivamente un castigo. Pero un castigo a Morales y a sus socios por el modelo agroindustrial que está tratando de imponer. Lo sabremos en las urnas.

Raúl Peñaranda U. es periodista.



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