La renuncia de Edwin Rodríguez como candidato a la Vicepresidencia es un verdadero batacazo contra la candidatura de Oscar Ortiz. Éste ha respondido con energía a ese desafío, acusando a Rodríguez de corrupción e insinuando que de las filas del masismo le llegó un pago irregular que lo motivó a renunciar.
Ortiz ha señalado que seguirá adelante solo y que el alejamiento de su candidato a la Vicepresidencia lo obliga a trabajar aún con más ahínco con miras a las elecciones del 20 de octubre próximo. Pero ello es obviamente más fácil de decir, que de hacer.
Aunque la decisión de Rodríguez sí tiene visos de “traición”, como la calificaron varios dirigentes de Demócratas, los argumentos de su renuncia son válidos: los ataques de la candidatura de Ortiz a Mesa son convenientes para el oficialismo y su candidato eterno, Evo Morales. Esos ataques tendrían sentido si realmente aumentaran el respaldo electoral al senador cruceño, pero ello no ha ocurrido. Más bien es Morales el que ha subido (ayudado también por la deslucidísima campaña de Carlos Mesa).
Lo que ha dicho Rodríguez, fuerte y claro, es que la unidad opositora es crucial para vencer a Morales. Hace seis meses eso no era tan evidente y parecía que, aun con candidaturas separadas, el resultado a favor de Mesa forzaría a una segunda vuelta. Hasta antes de la renuncia de Rodríguez, ya no había certeza de ello.
A Ortiz se le hará cuesta arriba seguir con su campaña. Sin candidato a la vicepresidencia, sus opciones, de por sí débiles, ahora adquieren visos de cuasi-inviabilidad. Si Mesa tenía la posibilidad de que el “voto útil” jugara a su favor, ahora esa situación es todavía más factible. Morales figura primero en las encuestas, pero si Mesa suma una porción de los indecisos y otra de los simpatizantes de Demócratas, podría forzar una segunda vuelta. En ésta, dicen las encuestas, Mesa ganaría (aunque sería, de todos modos, un resultado estrecho).
Que Ortiz se mantenga en el ruedo electoral demuestra sus agallas, pero no su intuición política: si persiste obtendrá una bancada pequeña y él mismo tendrá pocas posibilidades de seguir siendo un dirigente político relevante: por ejemplo, ganar la Gobernación en Santa Cruz será más difícil para él, en abril próximo, si el resultado que logre en octubre es pobre.
Tal vez los astros, que parecían alineados a favor de la oposición a fines del año pasado, estén realmente jugando en contra de Morales. El batacazo de Rodríguez, efectuado sobre la hora (el próximo viernes cierran las listas de candidatos al Legislativo), podría terminar haciendo que Mesa y Ortiz acuerden pactar. Eso, en el pasado reciente, fue obstaculizado por sus egos, sus inflexibles estrategias y sus ambiciones. Tal vez sea ésta una oportunidad de cambiar todo eso.
Este escenario recupera la posibilidad de que Mesa llegue al poder, pero prefigura grandes problemas de gobernabilidad futura. Tanto él como Morales podrían bordear el 40% de votación en los próximos comicios. Incluso el Presidente, que está más arriba en las encuestas, difícilmente superará el 45% de apoyo. Ello implica que cualquiera de los dos difícilmente tendrá una mayoría sólida en el Legislativo. Se cree que la Cámara de Diputados sería controlada por el MAS por escaso margen, mientras que el Senado podría quedar en manos de la actual oposición.
Por ello, los desafíos que enfrentarían ya sea Morales o Mesa en la gestión que se iniciará en enero, serán enormes y nuevamente el fantasma de la inestabilidad recorrerá el país.
Gobernar teniendo control sobre sólo una de las cámaras, por ejemplo, entraña muchas dificultades, además de que las protestas callejeras y las presiones de la dirigencia cruceña podrían afectar a la gestión de Mesa. Para Morales también será difícil llevar adelante su cuarto mandato.
En primer lugar, ya no tendrá los altos índices de popularidad que tuvo en el pasado ni controlará los dos tercios en el Parlamento, que en la última década le permitieron hacer y deshacer en el país como si fuera su chacra. Además, seguirá rondándolo la idea de que su candidatura (y su posible gobierno), son ilegítimos.
Raúl Peñaranda U. es periodista.