Me niego a creer que los integrantes del Tribunal Supremo Electoral, o por lo menos la mayoría de ellos, simplemente estén dispuestos a actuar contra su conciencia, cediendo a las presiones del Gobierno.
Su presidenta y la mayoría de los vocales son personalidades públicas, que tienen un bien ganado prestigio que deben cuidar y un futuro que seguir construyendo. Fueron elegidos, sí, por la mayoría oficialista del Legislativo, pero ello no los convierte en personas acríticas, dispuestas a hacer lo que se le ordene desde el Palacio de Gobierno.
Los bolivianos sabremos pronto si esta visión optimista de los vocales del TSE es sólo una quimera o si, por el contrario, se cumple lo que una parte de la población cree, que no son más que los representantes de una entidad que se ha convertido en un apéndice del Ejecutivo.
Los mismos vocales han señalado que, cuando llegue la candidatura de Evo Morales para registrarse en las primarias de su partido, los vocales, en sala plena, decidirán entre dos opciones: o hacer prevalecer el mandato del referéndum del 21 de febrero de 2016 o aceptar el fallo del Tribunal Constitucional que le da a Morales el derecho de postular indefinidamente.
Me puedo imaginar esa reunión: los siete vocales del TSE, uno a uno, argumentando por cuál de las dos se inclinan y votando en consecuencia. La opción constitucional y correcta es establecer que Morales no puede ser candidato, puesto que el voto del referendo de 2016 no logró reformar el artículo 168 de la Constitución para permitir un cuarto mandato. Por lo tanto, ese artículo está vigente y Morales no puede postular.
El fallo del Tribunal, de hecho, pretende reformar la Constitución y abrir el candado de la reelección, pero la misma CPE establece que una reforma sólo se puede autorizar mediante un referendo. El mismo oficialismo ha recordado que el referendo “se ha cumplido” porque la Constitución no ha sido reformada. Si no ha sido reformada, entonces está vigente el artículo que prohíbe la reelección de Morales. Ese argumento, más muchos otros ofrecidos por abogados y especialistas en meses pasados, seguramente serán analizados en esa reunión de sala plena.
Por eso, las dos opciones en discusión no son equivalentes: una es correcta y coloca a la soberanía popular por sobre otros estamentos, y la otra es una triquiñuela legal. Así que debería ser fácil para los vocales tomar la decisión adecuada.
Circulan versiones de que al interior del Tribunal existe mucha tensión al respecto y que ha habido ocasiones en las que los y las vocales han tenido álgidas reuniones e, incluso, roto en llanto.
Las presiones gubernamentales sobre ellos deben ser inmensas. Deben incluir amenazas y chantajes. Pero hay que desmitificar esta situación. ¿Qué tanto puede hacer el Gobierno contra ellos? ¿Destituirlos? Eso más bien será un premio y podrán caminar por las calles con la frente en alto. No serán los primeros ni los últimos funcionarios públicos en perder su trabajo por poner sus principios por delante de intereses sectarios.
¿Qué otra cosa temen? ¿Ser enjuiciados? En ese caso, estarán en la misma situación que decenas de personas procesadas políticamente en el país. Nuevamente, no son los primeros ni serán los últimos en resistir la furia del Gobierno. Antes lo han hecho periodistas, defensores del medioambiente, activistas de derechos humanos, dirigentes políticos, representantes de ONG, etc. Y muchos de ellos han aceptado su situación sin falsos heroísmos y con tranquilidad. Me parece que los vocales del TSE están magnificando su situación.
Lo que creo que no ocurrirá es que sean encarcelados. No me imagino al régimen cometiendo esa brutalidad, que implicaría un costo político enorme y que le bajaría aún más su ya escaso respaldo popular. Pero si ese fuera el caso, ni modo, los vocales se convertirían en verdaderos héroes y obtendrían su libertad en poco tiempo, con toda la ciudadanía respaldándolos.
Veamos otros ejemplos similares: Gualberto Cusi y sus colegas Ligia Velásquez y Zoraida Chanez fueron destituidos del Tribunal Constitucional por negarse a aceptar las órdenes del poder. Tras recibir una ruidosa campaña de insultos gubernamentales en su contra, los tres salieron finalmente airosos y tienen hoy credibilidad y gozan del afecto público. Por suerte no se doblegaron.
Por el bien de la democracia boliviana, y de su propio prestigio, tengo fe en que los vocales del TSE actuarán de manera similar. Es que no debería tener miedo el que actúa siguiendo lo que le dicta su conciencia.
Raúl Peñaranda U. es periodista / Twitter: RaulPenaranda1