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Filia Dei | 22/08/2021

¡A bocinazos NO nos vamos a entender!

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Sea sincero. ¿Alguna vez logró ganarle al tiempo y a su apuro con el hecho de abusar de la bocina del automóvil que manejaba? En los años que llevo manejando, nunca logré ganar una hora de mi tiempo por apoyarme en la bocina insistentemente.

Reconozco que en mis años mozos, era una conductora agresiva. En parte, porque en la ciudad de La Paz, si te ven mujer, por defecto, piensan que eres una persona no calificada para tal acción. Así que, muchas veces terminaba colada a la bocina.

Una ingenuamente puede esperar que le den paso, que respeten el semáforo o el orden de circulación y cedan el paso en una rotonda. NO, muchos manejan como les da la gana y las reglas de urbanidad las dejan bien guardadas en algún lugar recóndito.

De esta manera, uno aprende las malas costumbres y peor si el transporte público contribuye a generar malestar por no tener reglas claras para la subida y bajada de pasajeros o por esa manía de cambiar de carril sin ninguna señalización.

Esta actitud al conducir un automóvil me la llevé y quise mantenerla durante mis años estudiando en Arizona. Gran sorpresa para mí, cuando un amigo me advirtió de ser más prudente y sosegarme ante una falta de otro conductor. Cuando pregunté el por qué, me llegó una realidad que no es común en Bolivia.

Este amigo me indicó que cualquier día, por renegar y bocinear, algo que no se hace deliberadamente en Estados Unidos, ya que hay normas claras sobre el asunto, podría toparme un día con una persona armada, que estuviera mucho más agresiva que yo y hasta pudiera amenazar con un arma. Nunca me pasó, pero ante la recomendación, me quedó claro que lo mejor era ni intentar poner a prueba esa hipótesis.

De esta manera, pasé a ser una conductora pasiva y cultivar el don de la paciencia. A mi retorno a Bolivia, tuve que poner en práctica esta nueva habilidad en vista que el abuso de la bocina, puede ser un cambio brusco luego de vivir en una ciudad donde no existe este problema.  

El primer reto es hallar el autocontrol en situaciones que realmente nos sacan de las casillas, debido a la imprudencia del otro conductor. El segundo reto es tener claro que una trancadera, no desaparecerá por obra y magia de la bocina. Tercer reto, es aprender a pedir paso con luces y no con la bocina. Esto para cuando hay transporte lento en el carril izquierdo.

El 2017, Mimi Hearing Technologies GmbH realizó un estudio llamado “The Worldwide Hearing Index”, que muestra los niveles de pérdida de audición de 50 ciudades del mundo, debido a la contaminación acústica. El estudio reflejó por ejemplo, que en promedio los habitantes de la ciudad de México tienen la audición de una persona en sus 60 años.

Los residentes de Viena, Austria tienen la menor cantidad de pérdida auditiva proporcional a su edad, mientras que los ciudadanos de Delhi, India tienen la mayor perdida. Zurich, Suiza tiene la menor incidencia de contaminación acústica y Guangzhou, China tiene la más alta.

En Bombay, India, donde tocan la bocina incluso con el semáforo en rojo, han tenido que recurrir a actividades más extremas. Así que para evitar esta conducta frente al alto, instalaron sonómetros para detectar el nivel del ruido. Si éste supera los 85 dB, el contador del semáforo se reinicia, dejando parados a los conductores por más tiempo.

Curiosamente, alguna vez he aplicado una técnica similar. Gente desesperada empieza a tocar la bocina cuando el semáforo está aún a dos segundos de pasar a verde. Me paro tres a cinco segundos más mientras intento hacer caso omiso a su furia. ¿Lograremos reeducarnos o tendremos que llegar a las sanciones externas? Ojalá partiera de nosotros mismos el controlar la furia al volante por el bien de nuestros oídos.

Cecilia González Paredes M.Sc.

Especialista en Agrobiotecnología



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