La reconstrucción económica exigirá liderazgo, claridad estratégica y un esfuerzo colectivo que trascienda coyunturas y cálculos electorales. El futuro dependerá de la capacidad de articular un proyecto que equilibre realismo y visión de país.
Brújula Digital|18|12|2025|
Diálogos al Café
Bolivia atraviesa un punto de inflexión. El modelo que se impuso al país durante casi dos décadas –basado en la expansión del gasto público, los ingresos extraordinarios del gas y un tipo de cambio fijo que funcionó como ancla psicológica– ha llegado a sus límites.
La caída de las reservas internacionales, el deterioro fiscal acumulado, la presión cambiaria y la pérdida de credibilidad institucional revelan una economía que agotó sus márgenes de maniobra.
En este escenario, cinco economistas –Roberto Laserna, Mauricio Ríos, Oscar Molina, Pablo Cuba y Jacques Trigo– analizaron el problema en un almuerzo trabajo en Cowork Café.
Debatieron las rutas posibles de ajuste y delinearon la magnitud de los desafíos económicos y políticos.
Sus intervenciones, provocadas por el Informe Económico de Fundación Milenio, permiten comprender no solo el diagnóstico, sino también el tipo de decisiones que el país deberá enfrentar.
El desgaste del modelo y las tensiones macroeconómicas acumuladas
Roberto Laserna abrió el debate recordando que el auge del gas permitió financiar un crecimiento inédito del Estado, pero también generó incentivos para ocultar déficits, postergar ajustes y alimentar una ilusión de solvencia.
Con información cada vez más opaca, empresas públicas deficitarias y un gasto difícil de sostener, el país acentuó su vulnerabilidad.
Molina profundizó en el componente técnico: déficits gemelos persistentes, un endeudamiento que supera niveles históricamente manejables, caída drástica de reservas y una crisis de balanza de pagos que obligó a financiar el déficit mediante deuda interna y emisión, debilitando la capacidad del Estado para sostener el tipo de cambio.
Explicó que el ancla cambiaria -sostenida por años a un gran costo- funcionó como un subsidio generalizado que incentivó importaciones e inhibió la competitividad.
Trigo completó el diagnóstico subrayando que el sector público creció más por impulso político que por criterios económicos, provocando ineficiencia, pérdida de productividad y una relación cada vez más tensa con la inversión privada.
El resultado es un aparato estatal sobredimensionado y una economía dependiente del endeudamiento para financiar su funcionamiento básico.
El dilema del ajuste: shock, gradualismo y gobernabilidad
El debate central giró en torno a la estrategia del ajuste. Para Ríos, Bolivia ya no dispone del tiempo ni los recursos para un gradualismo prolongado; la inercia solo amplifica los riesgos de crisis cambiaria e inflación acelerada.
Sostuvo que, como muestran experiencias recientes en la región, un shock bien diseñado permite restablecer credibilidad y ordenar expectativas, aun cuando implique costos inmediatos.
Molina matizó esta visión advirtiendo que la sociedad boliviana no reconoce que está en crisis, lo que dificulta socialmente un ajuste disruptivo.
Con una inflación todavía contenida y una clase media que no asocia su deterioro a un colapso macroeconómico, un shock podría generar rechazo, conflictividad y bloqueos que agraven la situación antes de estabilizarla.
Cuba introdujo un elemento clave: el problema no es solo la velocidad del ajuste, sino la credibilidad. Las políticas fallan cuando se anuncian como permanentes pero se ejecutan como transitorias.
Subrayó que la sostenibilidad fiscal requiere consistencia inter-temporal, independencia efectiva del Banco Central y un esquema cambiario coherente que reanude la función de ancla nominal. Sin estos elementos, cualquier estrategia –rápida o gradual- se disipa en incertidumbre.
Horizonte de reconstrucción: inversión, productividad y consensos de país
Pensar más allá del ajuste fue un punto común entre los expositores. Trigo enfatizó que sin reactivar inversión privada, seguridad jurídica y reglas fiscales claras, ninguna estabilización será duradera. La economía necesita un entorno donde el sector productivo pueda asumir riesgos y proyectar retornos.
Molina destacó sectores estratégicos capaces de generar divisas y crecimiento real: minería, agricultura, agroindustria y turismo. Su dinamización depende de simplificar trámites, reducir distorsiones y reconstruir un clima de confianza.
Cuba insistió en que la economía boliviana requiere un rediseño institucional que favorezca eficiencia, productividad y formalización laboral. Un sistema financiero robusto, un esquema monetario creíble y un Estado que priorice funciones esenciales son condiciones indispensables para que el país recupere dinamismo.
El gran desafío -dijo Laserna- es conseguir los recursos que son ahora escasos. El gradualismo requiere alto financiamiento, el shock mucha fuerza política.
A ello se sumaron las preocupaciones ciudadanas planteadas en el intercambio abierto: los riesgos para la clase media, la necesidad de amortiguadores sociales, la urgencia de acuerdos legislativos y el impacto distributivo del ajuste.
Todos estos factores muestran que la reconstrucción no será solo técnica, sino también política y social.
Consideraciones finales
El conversatorio dejó una conclusión clara: Bolivia enfrenta decisiones estructurales que no pueden postergarse. El país deberá definir un camino de estabilización que combine responsabilidad fiscal, coherencia institucional y un mínimo de acuerdos políticos.
El desafío será ejecutar un ajuste que proteja a los sectores más vulnerables, preserve a la clase media y recupere la confianza en las reglas del juego.
La reconstrucción económica exigirá liderazgo, claridad estratégica y un esfuerzo colectivo que trascienda coyunturas y cálculos electorales. El futuro dependerá de la capacidad de articular un proyecto que equilibre realismo y visión de país