Este domingo 17 de agosto sabremos si elegimos ese día al nuevo Presidente de Bolivia o si se tendremos que esperar hasta el 19 de octubre para conocer, en una segunda vuelta, quién será el ganador de las elecciones. Después tendremos que esperar hasta el 8 de noviembre, cuando será recién la posesión del nuevo mandatario, con lo cual tendremos 86 días de un tiempo muerto, en el que la economía del país seguirá en manos de Luis Arce. Mientras el nuevo Presidente no podrán implementar sus renovadoras promesas electorales. Este tiempo muerto significa aún la continuidad del modelo económico del MAS.
Después de tantas encuestas, con escenarios probables, queda claro en la ciudadanía que el cambio de gobierno es contundente, pero los candidatos opositores no han podido materializar ese sentimiento en un proyecto de mayoría directa; es decir, de una candidatura con voto ciudadano de, incluso, dos tercios. Han elegido el camino para construir una “mayoría indirecta” que sacrifica el apoyo ciudadano y lo fragmenta.
No se trata de estrategias, sino de intereses particulares de los candidatos opositores, una desesperación por llegar solos al palacio de gobierno.
Un proyecto de mayoría directa es diferente a un proyecto de mayoría indirecta. En el primer caso construyes un frente político electoral con mayoría de votos (victoria en primera vuelta) y absoluta mayoría parlamentaria que brinda gobernabilidad. Los acuerdos, las alianzas, se construyen con desprendimiento. Se puede pensar en la formular de alianza de “ganar ganar”.
El efecto económico, jurídico e institucional es fuerte, es palpable. Se avanza a modificar el modelo del MAS con medidas de ajuste consistentes y disposiciones legales viabilizadoras de la gestión gubernamental. Esto incluye la modificación de la Constitución Política del Estado garantizando disposiciones normativas y referendos constitucionales a mediano plazo.
El proyecto de mayoría indirecta excluye la formación del frente político, la convergencia de grupos políticos. Aquí se necesita tener un caudillo, una sigla que viabilice tu postulación, un arco de adhesiones con sujetos políticos promiscuos, dispuestos a estar aquí o allá. Eso no importa.
Se trata de ganar una bancada parlamentaria no por mérito propio, sino por desgaste del MAS, por su debilidad electoral que le impide tener más diputados y senadores.
Si la votación es con algo de suerte, tu candidato tendrá una bancada mediana o grande lista para encarar la incertidumbre de un Parlamento con hasta seis bancadas dispersas. En este contexto, antes o después de la segunda vuelta, se buscará conformar una alianza parlamentaria en la que los números, los cálculos de sumas y restas, más las necesidades, marcarán las reglas de juego. ¿Qué necesitas? ¿qué te doy? ¿qué me das a cambio?
¿Y si no se consigue la mayoría indirecta? Tendremos al tercer gobierno en democracia sin gobernabilidad legislativa, como la UDP, en 1982, Luis Arce en 2020 y el próximo gobernante en 2025.
Las encuestas nos hablan de un escenario probable. Como escenario posible (alterno) se tienen indicadores que permiten suponer una segunda vuelta entre un candidato opositor y Andrónico Rodríguez. Independientemente del resultado, ambas fuerzas estarían bajo la influencia de la construcción de la mayoría indirecta.
Para el caso del candidato del Chapare, la disponibilidad de alianzas parlamentarias en torno a un gobierno de la Alianza Popular (Andrónico) sería infinitamente menor. Es decir, un posible gobierno de Andrónico Rodríguez tendría muchísimo menos apoyo parlamentario que Luis Arce, y con ello su gobernabilidad sería prácticamente imposible.
Quedan 86 días y el escenario es claro: ninguna fuerza política tendrá mayoría directa. Todos los candidatos buscarán construir una mayoría indirecta que les beneficie, si es que llegan a la Presidencia, con un camino minado por la fragmentación, intereses de grupo, cálculos y negociaciones mezquinas.
Manuel Morales Alvarez es investigador.