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Cultura y farándula | 07/09/2025   07:00

Luis H. Antezana: Sobre la ausencia de un lector entrañable

Si es un canon de la cultura boliviana el que se deriva o deduce de la escritura y la enseñanza de Antezana, es uno que invita a la práctica, no a la contemplación: es por eso que llamó “obras que no habría que dejar de leer” a los libros a los que dedicó su vida.

Luis H. Antezana (izq.) junto al editor Alfredo Ballerstaedt, en julio de este 2025. Foto Alfredo Ballerstaed.
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Brújula Digital|07|09|25|

Mauricio Souza|Tres Tristes Críticos|

Luis Huáscar Antezana Juárez ha muerto hace unos días en Cochabamba. Así, de repente, en tiempos en que parecería que las malas noticias se acumulan sinfín y no nos dejan en paz, nos quedamos sin uno de los lectores más influyentes y generosos de nuestra historia. Ensayista, crítico, profesor, futbolero, gran conversador insomne, Cachín Antezana será sin duda recordado, y será recordado como se recuerda a alguien que ha sido muy querido. 

Las formas y los instrumentos de su generosidad fueron, en su caso, múltiples y es por ello probable que evoquemos su memoria no solo por su considerable obra crítica, compuesta de decenas de ensayos breves, sino también por los beneficios y consuelos que nos deja su larga dedicación a la docencia, la conversación y la amistad. En su conjunto, estos actos de vida fueron los de un lector siempre dispuesto a compartir, explicar y contagiar sus entusiasmos. 

De su amplia contribución al conocimiento de aquello que lo apasionaba, se puede decir en principio dos cosas: primero, que sus ensayos –más de 300 según la bibliografía de su obra elaborada por Alfredo Ballerstaedt– fueron con frecuencia lecturas de la literatura boliviana que él consideraba que no “habría que dejar de leer”, o sea, clásicos. Y, segundo,¬ que sus textos escenifican un oficio que es menos la “crítica” (entendida en tanto producción de distinciones, valoraciones y juicios) y más una actividad autosuficiente y feliz –la de leer– llamada a compartir sus hallazgos con otros lectores. 

No es infrecuente que terminemos de leer sus ensayos –escritos a lo largo de 50 años (1976-2025) y a veces reunidos en libros– con el deseo de continuar, de seguir leyendo. Y sobre todo de seguir leyendo a aquellos autores a los que Antezana regresó con persistencia: Óscar Cerruto, Jaime Saenz, Carlos Medinaceli, Eduardo Mitre, Jesús Urzagasti, René Zavaleta Mercado, Jorge Luis Borges, Fernando Pessoa.

Hacia el final de su vida, ya jubilado, Antezana escribía: “Pese a las apariencias, nunca practiqué, creo, la crítica literaria. Lo más cerca que estuve de ella han debido ser las reseñas breves, aunque, en general, aun estas tienden a ser solo descriptivas, poco o nada valorativas”. O también es posible decir esto así: el valor al que su trabajo aspiró no fue aquel derivado de la autoridad y de las ideas al uso, sino un valor que quería ser el efecto mismo de la lectura (por otra parte provisional y contestable, precaria). 

Si Antezana es el responsable de haber convertido en clásicos a no pocos autores de la literatura boliviana (que leemos porque que él los leyó antes), es porque en la lucidez de sus lecturas demostró al menos la necesidad de releerlos. Antezana podría haber adoptado, como lema crítico, el verso de Urzagasti: “Tu historia no es la más triste cuando la relato yo”. 

Muchos de los ensayos de Antezana son, por lo dicho, memorables y no porque nos remitan a un gusto autorizado, a una elección o a un juicio. Son, más bien, memorables porque recordamos en ellos los descubrimientos de una ruta de lectura tomada y, más allá de ello, una ruta que se nos invita a acompañar y reconstruir (o variar y rechazar). Si es un canon de la cultura boliviana el que se deriva o deduce de la escritura y la enseñanza de Antezana, es uno que invita a la práctica, no a la contemplación: es por eso que llamó “obras que no habría que dejar de leer” a los libros a los que dedicó su vida.

Para extrañarlo un poco menos, quizá deberíamos hacer con su obra lo que él hizo con la de otros: no dejar de leerla. 

Luis H. Antezana (Oruro, 1943 – Cochabamba, 2025) es el autor de Elementos de semiótica literaria (1977), Álgebra y fuego. Lectura de Borges (1978), Teorías de la lectura (1983), Ensayos y lecturas (1986), La diversidad social en Zavaleta Mercado (1991), Sentidos comunes (1995), Un pajarillo llamado Mané. Notas al pie de su fútbol (1998), Dice que dijo. Libros y discursos (2003), Ensayos escogidos, 1976-2010 (2011), Prólogos y epílogos (2020) y Hacer y cuidar. Lecturas de Jaime Saenz (2021).



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