iterum
dico, gaudete. Dominus enim prope est. Este pasado domingo, 3° de Adviento,
iniciaba con esta antífona, que proviene de la carta de San Pablo a los
Filipenses (4, 4-5): “Gozaos siempre en el Señor; nuevamente digo, ¡regocíjate!
El Señor está cerca". El domingo de Gaudete
es una breve pausa en el tiempo de Adviento.
El Adviento, del vocablo en latín “adventus” o venida, es el primer período del año litúrgico cristiano, y consiste en un tiempo de preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Cristo. Las cuatro semanas, son un recordatorio de los cuatro mil años de espera del Salvador, desde el tiempo de Adán y Eva hasta el nacimiento de Jesucristo. El adviento es similar a la Cuaresma, ya que es un tiempo de penitencia por lo que se usa el color morado. También se suprime el “Gloria in Excelsis Deo” y no se puede tocar más el órgano.
Contrario al frenesí del mundo, aún no es Navidad, es solo un tiempo de preparación, en el cual deberíamos tomar una pausa para reflexionar sobre el triple advenimiento de Nuestro Señor: su nacimiento histórico en la tierra, su nacimiento espiritual en nuestros corazones y su venida al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos. Todo lo contrario, este es un tiempo en el cual el mundo se sumerge cada vez más en otras prioridades y sobre todo en un relativismo plagado de incoherencias.
Justificar el asesinato de bebés, unir lo disparejo, legalizar drogas, destrozar a nombre de reclamar “derechos”, humillar, mentir, robar y, por supuesto, cumplir todos los caprichos que una vida desordenada dicten. A esto no podemos omitir, el incremento de gente que vive deprimida, por mucho que cuelgue su foto sonriente en su cuenta de alguna red social o hasta el incremento de suicidios. Our World in Data reporta: “El suicidio es una de las principales causas de muerte, especialmente en los jóvenes”. Y ni hablemos de los crímenes terribles que se dan a diario, muchos pasados por alto en la prensa.
A esto se suma la actual crisis económica, disparada por la epidemia que este año trastorno, desde lo laboral y hasta lo emocional. Ante este panorama, pareciera incluso un poco desconcertante que cantemos el Gaudete de este pasado 3° domingo de Adviento.
Considerando, que en Jesucristo tenemos cuatro fuentes de gracias, como es la misericordia, la paz, la devoción y el amor, es que podemos mirar al cielo, y encontrar la fuerza para continuar a pesar de tanta adversidad (Meditación XXVI de Adviento, San Alfonso Ma. de Ligorio).
La primera gracia, nos permite alejarnos de la vida de pecado, la segunda, nos consuela en todas las tribulaciones. La tercera nos permite crecer en virtud y a meditar todo lo que Jesucristo ha hecho por amor a nosotros. La última, el amor, nos permite comprender poco a poco los padecimientos de este Dios que se encarnó para ser el Sacrificio perfecto.
Por ello esta época de espera, más que caer en la locura del despilfarro, de llenarnos de objetos y caprichos, es más propicio para la penitencia, algo muy detestado en la vida de comodidades que buscamos. Hoy no se aguanta ni la pequeña piedrita en el zapato, que ya saltamos exaltados a responder con vulgaridades al que nos empuja por ir de prisa. Es un tiempo para desear realmente este cambio verdadero, de manera que nuestro corazón sea el pesebre donde este Salvador pueda no solo nacer, pero también habitar y reinar en nuestras vidas.
Y ahí viene la parte que causa roncha. Que Dios reine en nuestras vidas, parece contrario a la vida dejada a “mi libre albedrío”. De ahí que existen muchas verdades y todo dependerá del prisma con el que se mire. Lo bueno pasa a ser malo y viceversa y luego aún muchos se preguntan ¿cómo es que el mundo anda tan mal?
No habrá tampoco cambios reales en nuestro país. No desaparecerán instantáneamente los abusos, crímenes y tragedias, en la medida que cada quien tenga su dios y sus reglas. No podremos gozarnos en los caprichos de los que tengan poder, pues sus apetitos solo lograrán destruir, incluso al mismo ser humano.
¡Que no se haga tarde! Un corazón contrito y humillado no es despreciado. No temáis, pues ¡oh cristianos! es Dios quien viene; pero viene a salvar, a darse a su criatura.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología