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Política | 10/01/2024   08:30

OPINIÓN | Libertas Capitur | Miguel Papic

Como bien apunta Agustín Echalar en su columna de la semana pasada, tanto o más trágico aún es el caso de la expresidente Jeanine Áñez, cuya detención recuerda las purgas de Stalin, o aquellas de los tiempos de Mao.

Manifestaciones en Bolivia/Foto: APG
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Brújula Digital |10|01|24|
Miguel Papic

El encarcelamiento del Gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, marca un oscuro capítulo en la historia política boliviana. Acusado injustamente de conspirar un golpe de Estado, su detención es un reflejo de una justicia manipulada, y también de un atentado contra la voluntad democrática del pueblo. 

Como bien apunta Agustín Echalar en su columna de la semana pasada, tanto o más trágico aún es el caso de la expresidente Jeanine Áñez, cuya detención recuerda las purgas de Stalin, o aquellas de los tiempos de Mao. 

Ambos casos subrayan la fragilidad del Estado de Derecho en Bolivia y representan una afrenta a la democracia y una demostración de poder absoluto.

Por lo mismo, me asombra que las detenciones arbitrarias no lleguen a generar en los hechos una resistencia organizada contra un régimen cada vez más parecido a una dictadura tropical.

Como chileno, tengo fresco el recuerdo de Gabriel Valdés, Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y tantos otros, que no dudaban en poner el pecho frente a los militares y carabineros en innumerables protestas exigiendo la libertad de los presos políticos. Tarde tras tarde se encendían memoriales, se leían petitorios, se buscaban apoyos en el exterior y se conseguían soportes a la causa que quería el cambio de régimen.

Lucharon tarde a tarde, a veces después de sus trabajos, acompañados de sus familias y estudiantes, actuando no pocas veces como verdaderos escudos humanos frente a las fuerzas del orden que querían impedir la marcha. El resto de la historia la conoce el mundo entero. Con esas acciones, conquistaron la libertad para Chile, y es la mayor herencia que nos pudieron dejar.

Sin embargo, no veo ese espíritu en Bolivia y, por tanto, dudo de la capacidad de la oposición para articular la conquista de su libertad. No tengo cómo atribuir algún valor o peso específico a figuras políticas que de vez en cuando aparecen desde foros o columnas, expresando su apoyo a los presos políticos, pero sin mayor trascendencia ni consecuencia, como si hubiesen optado por normalizar las detenciones de Áñez y Camacho, prefiriendo tal vez dar peleas más ganables. Cabe preguntarse entonces si están a la altura de las circunstancias que Bolivia enfrenta.

A veces me parece que para la oposición hay asuntos más urgentes; y que el tema de las detenciones de Áñez, Camacho y varios otros es un asunto incómodo, al que hay que atender de vez en cuando. Creo que esto es un enorme error. 

No se puede jugar a la democracia si es que dos líderes, legítimamente investidos, están encerrados por el capricho político y la maña del poder judicial, que olvida los principios más básicos de Occidente. La oposición se olvida de que la misma suerte la pueden correr ellos mismos si es que no hay un cambio de régimen político.

Las declaraciones desde los medios de comunicación o desde foros internacionales deben ir acompañadas de un sentido de urgencia y perspectiva vital, en favor de los encarcelados. Y deben preparar el camino a acciones de mayor calibre, que en todo este tiempo se han podido hacer y pero que no se han realizado, y es aquí donde veo esa falta de liderazgo en la oposición. 

No hay que inventar la rueda. Acciones tales como promover la restricción a financiamiento internacional para el Estado de Bolivia, adopción de sanciones económicas, limitación a exportaciones con países vecinos o amigos, suspensión de membresías a organismos internacionales, restricciones en el uso de plataformas de datos y sanciones a personas vinculadas con las detenciones, entre otras, son parte de un repertorio conocido que puede ser impulsado por líderes con gravitación real. Estas acciones permiten que la lucha por la libertad de los presos políticos se mantenga en el top-of-mind de los líderes de la sociedad civil y contribuye a generar la disposición al diálogo al interior del gobierno de Luis Arce, a quien debiese interesarle concluir su mandato como un demócrata reconocido internacionalmente.

En noviembre pasado, estando en Washington me topé con Ronald MacLean-Abaroa mientras marchaba en una manifestación para pedir por la libertad de los dirigentes encarcelados. Hacía frío y llovía, pero estaba marchando en primera fila, junto a su familia, amigos y sus compatriotas. Luego me enteré que el exministro de Bolivia y exalcalde de La Paz había organizado la marcha, apoyando oportuna y consistentemente a la hija de Áñez, Carolina Ribero, organizando viajes, estadías, reuniones, entrevistas y diversos actos. MacLean con su sencillez, y aparente fragilidad, me recordó de inmediato el temple y compromiso de esos viejos políticos que en los 80 conquistaron para Chile el retorno a la democracia.

La libertad se conquista, eso quiere decir Libertas Capitur. Las elecciones de 2025 son cruciales para Bolivia. Y esa oportunidad debe ser encabezada por líderes consecuentes y con la debida visión de futuro del mundo para el país. 

Bolivia más que nunca requiere de un estadista, que le devuelva la dignidad y la confianza a su pueblo; que promueva, sin buenismos, la reconciliación y la paz social, y que conquiste la libertad que tanta falta le hace a quienes injustamente sufren la privación de ella.

Miguel Papic es presidente de la Fundación Libertad Humana de Chile.



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