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Política | 26/12/2024   05:14

|OPINIÓN|La nueva Bolivia y el regalo más anhelado|Waldo Albarracín|

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Brújula Digital|26|12|24|

Waldo Albarracín

Como país la mayoría de los bolivianos abrigamos la legitima esperanza de que en 2025 podamos recuperar espacios perdidos, restituir el Estado de derecho, revertir esa peligrosa y nefasta involución democrática a la que nos sometieron injustamente quienes nos gobiernan desde enero de 2006.

Los gobernantes, pese a los millonarios ingresos económicos que percibió el Estado, de unos 60.000 millones de dólares por el alza de los precios de minerales e hidrocarburos, sumados a la condonación de la deuda externa, no supieron adoptar políticas que generaran verdaderos procesos de desarrollo económico social y, lo que es más grave, administraron en forma corrupta e irresponsable esos recursos.

No puede estar ausente en las oraciones y rogativas de cada familia para que, además de pedir que reine la paz, unidad y la armonía en nuestros hogares, nos libere de manera definitiva de esa banda delictiva que se hizo cargo del gobierno y se niega a dejarlo. Ese conglomerado de individuos, de manera grosera distorsionó la causa de hacer de la política un instrumento de servicio a la colectividad y la convirtió en un mecanismo efectivo de enriquecimiento ilícito. Por eso debe desaparecer del escenario político, para que, precisamente en ausencia de ellos, se pueda forjar la construcción de un país con justicia social y vigencia plena de los derechos humanos.

Pero esa legítima aspiración, para su plena materialización, no puede circunscribirse a las oraciones y esperar cómodamente que nuestro deseo se haga realidad. Se necesitan actuaciones de quienes cuestionamos los exabruptos cometidos tanto en los gobiernos de Evo Morales y Luis Arce. Ello significa que los líderes opositores hagan ostentación de virtudes y formas de actuación cualitativamente distintas a los que nos hicieron tanto daño desde enero de 2006.

No estoy planteando que en adelante deban gobernarnos santos, porque como seres humanos somos susceptibles de incurrir en errores y otras mediocridades; sin embargo, lo mínimo que el pueblo boliviano exige a los aspirantes a presidentes y parlamentarios en el próximo es saber diferenciarse ostensiblemente del perfil y forma de actuar de los líderes del MAS en sus dos vertientes.

Es así que, si Evo Morales hizo y hace gala de su narcisismo y egolatría, quienes aspiran a la Presidencia deben ser personas dispuestas a subordinar su interés individual al colectivo y si advierten que otro compatriota cuenta con más respaldo ciudadano, darle su apoyo frontalmente y no hacerle la competencia. 

Si Evo mal utilizó el poder para su beneficio y dio rienda suelta a sus bajos instintos, quienes pretenden el apoyo de la gente deben dar muestras de comportamiento ético. Si Morales incumplió los compromisos públicamente asumidos, como respetar el referéndum de 21F, el líder opositor debe dar muestras de una convicción de respeto a la voluntad soberana. Si Evo es un antidemócrata confeso, los aspirantes a la Presidencia deben dar señales claras de convicción democrática. 

Si tanto Morales como Arce ejercen control sobre el Órgano judicial y la Fiscalía para sus intereses propios, prostituyendo la justicia, quienes pretenden gobernar Bolivia deben asumir el compromiso de garantizar la independencia y equilibrio de poderes, además de promover la vigencia del Estado de derecho. 

En suma, los líderes opositores deben demostrar que tienen mejor calidad humana que los dos personajes mencionados. Una señal clara de que quieren ofrecerle al país algo distinto es que empiecen por dejar de boicotear los pocos intentos de unidad que ellos mismos públicamente proclaman. 

Comprendan que el MAS ya nos hizo mucho daño y es tiempo de recuperar la política para el altruismo, la ética y la honestidad, sin cuyos requisitos cualquier propuesta económica alternativa a la que hoy existe, será insuficiente. ¿Quieren gobernar Bolivia? Despréndanse de los egos que tan evidentemente muestran sus adversarios del MAS.

Waldo Albarracín fue rector de la UMSA, defensor del Pueblo y presidente de la APDHB.





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