El hastío brinda terreno fértil para cualquier propuesta que aspire a desafiar a los gobiernos caracterizados por un malhadado denominador común, la corrupción y la ineficiencia.
Javier Milei. Foto: EFE
Brújula Digital |30|08|23|
Javier Viscarra
Las abarrotadas concentraciones políticas en la mítica Plaza de Mayo en Buenos Aires, aquellas que en la segunda mitad del siglo pasado protagonizaba Juan Domingo Perón hasta llevar a sus seguidores al paroxismo, parecen resurgir en la escena porteña y, sobre todo, en las provincias de este maravilloso país. Pero esta vez no es el estandarte peronista el que ondea en el viento sino la figura de un líder disonante que ha hipnotizado a un pueblo: el economista Javier Milei.
En este capítulo de la historia no queda claro si a los argentinos les interesa discernir al nuevo presidenciable en el espectro izquierda-derecha, una dicotomía que Milei aclara presuroso situándose sin ambages en la derecha. Este provocador forastero emerge en una era en que Argentina y muchos otros rincones de Latinoamérica experimentan un hartazgo abrumador.
Es justamente este hastío que brinda el terreno fértil para cualquier propuesta que aspire a desafiar a los gobiernos caracterizados por un malhadado denominador común, la corrupción.
El “peluca”, apodo con el que se popularizado en Argentina al fenómeno político que captura el respaldo de quienes han llegado al límite de su tolerancia, parece haber conquistado las simpatías de las masas abrumadas.
Hoy, la artillería de Milei se dirige hacia los “ñoquis”, un término profundamente arraigado en la idiosincrasia argentina para señalar a aquellos empleados públicos que subsisten a expensas del erario o, para ser más directos, aquellos que se enriquecen con las arcas del país desde sus posiciones privilegiadas. Es suficiente con recordar las imágenes impactantes captadas por las cámaras de seguridad en las calles de Buenos Aires, cuando maletas y sacos repletos de dinero se desvanecían en la entrada de un convento durante el gobierno de los Kirchner, quienes aún ostentan el poder.
Como un partido de fútbol
Los argentinos, capturando la pasión de los estadios de fútbol, corean ahora “¡Viva la libertad, carajo!” y algunos incluso idolatran a Milei. Este pueblo siempre ha demostrado una habilidad innata para incitar fervor masivo, para construir pegajosos estribillos, sean políticos o futboleros.
En mis recuerdos resuenan grabaciones donde la voz ronca pero imponente de Perón proclamaba: “Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música, que para mí es la palabra del pueblo argentino”. Apenas terminaba la frase, estallaba un clamor ensordecedor entre los cientos de miles de peronistas en Plaza de Mayo y sus alrededores.
Aquel día histórico cuando Perón pronunció esa frase fue bautizado como el “Día de la Lealtad”, transcurría un 17 de octubre de 1951 bajo la presidencia del histórico líder y las masas desbordaban las calles.
Más adelante, en julio de 1974, María Estela Martínez de Perón, su viuda, o Isabelita como era cariñosamente llamada por sus cercanos, asumía la presidencia y, desde el mismo balcón, tras el fallecimiento de su esposo debido a un paro cardíaco, pronunciaba un discurso que buscaba enardecer a las masas emulando a Perón.
Isabel/ita casi gritando decía: “Llevo en una mano a Juan Domingo Perón y en la otra a Evita Perón”, desatando un canto contagioso canto peronista que se propagaba por todas las provincias al ritmo de la vieja marcha: “Con el fusil en la mano y Evita en el corazón, saldrá el pueblo peronista a las calles a luchar...”.
Pero, ¿qué sucedió? ¿Dónde quedó tanta esperanza? ¿En qué momento el kirchnerismo lo redujo todo casi a escombros? La respuesta, aunque en apariencia compleja, es simple: la ambición de una “casta” política que ha engañado a sus pueblos está alcanzando el punto de quiebre en su paciencia.
Y así es como Milei, con su plan para desmantelar a la “casta” corrupta incrustada en el poder, ocupa un espacio político que antes era inexistente, emergiendo de manera insospechada y albergando la frustración generalizada.
¿Fantoche?
¿Será este líder sorprendente un simple “fantoche” como ya lo ha etiquetado un político en Bolivia? Solo el tiempo lo dirá, sobre todo si sus acciones, en caso de ganar las elecciones del próximo octubre, cumplen sus promesas.
Por ahora, sus debates acalorados en los que los periodistas intentan acorralarlo, lo presentan como un economista histriónico, pero potente, portador de ideas que por supuesto desagradan a muchos, especialmente a los simpatizantes del socialismo del Siglo XXI, cuyas máscaras han sido desgarradas en las tierras gauchas.
Ese hombre, Javier Milei, ha avanzado con la fuerza de un
torbellino, conquistando las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias
(PASO), emergiendo como un candidato inesperado para liderar un país de más de
46 millones de almas desde la Casa Rosada. Aunque, quién sabe, tal vez tenga en
mente gobernar desde algún rincón insospechado, quizás para romper el hechizo
que parece amenazar con asomarse a la histórica sede presidencial.
Los planes no son para los impacientes, requerirán al menos unas cuatro décadas con reformas inmediatas y otras que irán desplegándose con la suavidad, pero energía de un tango, que el propio candidato no se cansa de explicar una y otra vez, como si cada repetición añadiera años al cronograma.
Su victoria, la que está en boca de todos en estos días, ha desafiado los cálculos de casi todos los oráculos encuestadores. Pero claro está, nadie revela que esas encuestas rara vez hacen justicia a la realidad. En todas partes, esos números a menudo son arrojados al viento.
Milei, con su “Plan Motosierra”, se propone reducir el Estado, una promesa que ha sido pronunciada con solemnidad por muchos, pero que pocos han tenido el temple de cumplir. ¿Será diferente esta vez? ¿Se inclinarán los votantes por él a pesar de las incertidumbres que agita como una bandera?
El eco del cansancio se propaga
Pero el cansancio no es un invitado exclusivo de Argentina. Su sombra se proyecta sobre cada rincón de América Latina. Esa huella de hartazgo también ha llegado a Guatemala, donde los vientos han virado inesperadamente hacia la izquierda, llevando consigo el triunfo sorprendente de un líder progresista en la tierra Maya, que por mucho tiempo estuvo dominada por las corrientes conservadoras.
En ese país centroamericano, con una economía fuerte, será pronto gobernado por el diplomático Bernardo Arévalo, el candidato de las sorpresas que ha desafiado todas las predicciones. Se alzó con un 58% de los votos en la segunda vuelta, desafiando el predominio de la socialdemocracia personificada, en esta ocasión, por Sandra Torres, un partido que a veces guiña hacia la izquierda, pero gira hacia la derecha.
El triunfo de Arévalo se erige sobre el lecho del mismo cansancio que retumba por estos lares. Esa victoria ha hecho que miles de jóvenes salgan a las calles, uniendo sus voces en un coro unificado, clamando su rechazo a la creciente corrupción, al deterioro de las instituciones y, sobre todo, al autoritarismo que se cierne desde el poder.
Pero el camino que le espera a Arévalo está sembrado de desafíos, especialmente en el terreno legislativo. Su partido, Semilla, apenas cuenta con 23 diputados de un total de 160. Es un escenario que anticipa obstáculos colosales para la senda de su administración futura.
Los vientos de cambio también soplan sobre Ecuador. Allá por 2021, Guillermo Lasso venció al correísmo, marcando un breve paréntesis de gobierno conservador. Sin embargo, hace unos cuantos meses aplicó la “Muerte Cruzada”, un recurso constitucional para convocar a elecciones anticipadas. Parece que tenía la intención no solo de llamar a elecciones sino de asegurarse de que, en caso de que los socialistas del siglo XXI fueran derrotados nuevamente, los conservadores pudieran gobernar con un Parlamento más favorable. Además de librarse de un proceso político en su contra, que buscaba su destitución.
En estas elecciones, el correísmo proyectó a Luisa Gonzales, quien se llevó la victoria en la primera vuelta. Sin embargo, el panorama del balotaje ahora luce incierto. Nuevas fuerzas han surgido y el horizonte parece abrirse para un sorprendente empresario joven, Daniel Noboa, el vástago de un nombre destacado en la política ecuatoriana.
En estos días Ecuador se encuentra sumido en la violencia del narcotráfico que segó la vida de un candidato presidencial prometedor, Fernando Villavicencio, esparciendo su sombra de terror entre los ecuatorianos que hasta entonces desconocían tal grado de brutalidad.
Otros rincones
Y mientras Lula da Silva celebra en Brasil lo que podría ser el cambio de marea en la política económica y social en su tierra, en Perú las aguas permanecen en la incertidumbre. La salida de Pedro Castillo de la presidencia tras su intento de autogolpe al disolver el congreso, ha dejado al país a la deriva en busca de su rumbo.
El maestro rural que ascendió a la cima del poder en Perú con ilusiones y esperanzas, se ha enredado en una telaraña de acusaciones y juicios por corrupción. Un difícil camino parece ser el destino de este líder que alguna vez prometió ser la encarnación del cambio.
Las fuerzas que una vez respaldaron a Castillo han desatado la violencia, sobre todo en el sur del país, pero su fervor parece estar cediendo ante una nación que se esfuerza por construir una de las economías más sólidas de la región. Por eso, Dina Boluarte, quien ahora sostiene las riendas del país, lucha por aferrarse a la presidencia a pesar de haber prometido elecciones generales anticipadas al inicio de su mandato. Incluso las fallidas “tomas de Lima” no han logrado moverla a cumplir con su promesa inicial. La constitución le da la carta blanca para seguir gobernando el Perú.
Y en ese Macondo propio que persigue a Colombia, la trama se entreteje entre política y parentesco, envolviendo a Nicolás Petro en los ecos y matices del narcotráfico. El presidente de Colombia cumplió su primer año en el cargo hace casi un mes, pero el velo de la desconfianza tiñe su futuro, especialmente porque su propio hijo ha destapado el apoyo que su padre recibió para su campaña electoral, un respaldo que provino de los abultados cofres del narcotráfico según la versión del familiar.
En Chile, Gabriel Boric recorre un período de cambios sociales que podrían ser más radicales que los intentados por Bachelet, quien seguía líneas políticas más moderadas. Sin embargo, justo cuando parecía que todo apuntaba hacia una gran reforma, una revolución constitucional profunda, algo cambió. Los votantes que acudieron a las urnas en el triunfo de Boric sumaron alrededor de 8,3 millones en unas elecciones que fueron no obligatorias. Pero cuando se trató de elegir a los constituyentes, que supuestamente enterrarían la Constitución de Pinochet, 12 millones de personas corrieron a las urnas y un 62% de ellos votó a favor de los constituyentes conservadores y ultraconservadores. Dicen que quienes sueñan con un Chile desarrollado, un país sin cercos, fueron quienes se lanzaron a las urnas para evitar cambios no deseados.
El hecho es que, mientras en el plebiscito de octubre de 2020 un 78% de los votantes aprobó iniciar el proceso para redactar una nueva Constitución, en el referéndum de septiembre de 2022, el 62% rechazó la propuesta con un universo electoral que aumentó de 51% a 86% de un padrón de 15 millones de personas producto de la obligatoriedad del voto, recordó Claudia Hess en la revista NUSO. La campaña del Rechazo, sin embargo, no se basó en mantener la Constitución de 1980 sino en un nuevo proceso constituyente para elaborar una Constitución “mejor”, con el lema “una que nos una”, lo que contribuyó a un aumento de la opción “No” a la Constitución propuesta y que tenía similitudes con la boliviana, para empezar la idea de crear un Estado plurinacional, algo muy alejado de los intereses de los votantes chilenos.
El camino de la reforma constitucional en Chile ahora está en manos de la derecha. Frente a esta realidad, Boric solo ha atinado a pedirles a los constituyentes “actuar con sabiduría y templanza”. Y casi como si aceptara los errores de sus afines en las previas del cambio constitucional, en tono de ruego ha exhortado a la derecha “no repetir los mismos errores” que la izquierda cometió en el primer proceso constitucional.
Por su parte, Paraguay sigue firme en su sendero conservador, consolidando cada vez más su administración. El fortalecimiento de sectores industriales con altos estándares competitivos a nivel internacional le ha proporcionado solidez a su crecimiento sorprendente.
Este inesperado ascenso de Paraguay ha llevado a Bolivia a reconfigurar su errática política exterior. Por primera vez en años, Bolivia busca una relación más abierta y constructiva con Paraguay, alejándose de las lealtades ideológicas que han nublado su diplomacia vacilante.
América Latina, cuna de emociones ardientes, nos presenta la magnitud del poder de los sentimientos, derribando la tríada tradicional: Dios, el ánfora y la conciencia.
En el caleidoscopio de la región, los cambios danzan al compás de un baile vertiginoso, los líderes emergen como soles en el horizonte y el cansancio se mezcla con la esperanza en un torbellino surrealista. América Latina teje su propio relato, donde líderes, corrientes e incertidumbres se entrelazan como hilos de un tapiz en constante mutación. La historia continúa y solo el tiempo desenmarañará los giros asombrosos que aguardan.
Javier Viscarra es abogado, periodista y diplomático.