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Con la boca abierta | 16/07/2023

Vuelvo "con la boca abierta"

Sonia Montaño Virreira
Sonia Montaño Virreira

Brújula Digital se complace en incluir como columnista a Sonia Montaño, socióloga y una de las personas más comprometidas con la lucha por la igualdad de género. Sus textos sin duda enriquecerán esta sección.

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El viernes 30 de junio debía mandar mi columna dominical a Página Siete. Leí la carta que anunciaba el cierre del periódico en las redes sociales. Me pasó, como posiblemente a muchas personas, algo similar al abandono por parte de un amante. Perplejidad, dolor, incredulidad, enojo, resignación. Página Siete -ya se lo ha dicho- ha sido un bastión de la libertad de expresión y sobre todo del derecho a la información que tenemos.

Para mí, en lo personal, fue un cable a tierra en momentos en que la vida de mi hija se iba apagando y la invitación a escribir me produjo una alegría especial. Una invitación para mirar más allá de los dolores particulares y poner la mira en todas las cosas que nos dejaban “con la boca abierta” y que ofrecen una oportunidad para reflexionar ante las innumerables cosas y casos que nos ofrece la vida en nuestro país.

Cuando Raúl Peñaranda, director de Brújula Digital, me invitó a publicar mi columna en sus páginas, le pedí unos días para acostumbrarme a la idea de un nuevo romance donde pondría a prueba mi fidelidad sin la sensación de haber perdido la libertad. A eso me había acostumbrado con Página Siete, que nunca me puso mala cara y me acogió con todos mis defectos. Gracias Página Siete y gracias, ahora, Brújula Digital.

¿Cuáles fueron las cosas que me dejaron “con la boca abierta” en estos días? Muchas más de las que caben en 4.000 caracteres. Primero fue el desparpajo de una señora que se entró al consulado boliviano en Puno, como Lidia por su casa, después de haber acumulado una amplia experiencia en acusar de golpistas a todos los enemigos de sus jefes y sobrellevando la impunidad como una virtud; luego vimos al Presidente estornudarse en la censura a su ministro de gobierno, guión que ya había sido ejecutado por sus antecesores reiterando ese mensaje a la nación según el cual los gobernantes están seguros que somos una tropa de idiotas y solo nos falta rebuznar.

El uso excesivo y peligroso del mercurio para la explotación del oro, sus efectos sobre la salud y la vida documentados por el CEDIB y la lucha incansable de los ambientalistas por exigir que se cumplan los compromisos del gobierno asombran por su persistencia aunque duele más ver a este proteger a los depredadores. Y hablando de depredadores, el gobierno se deshizo de Teodoro Mamani que en lugar de trabajar en el SERNAP se dedicó a embarazar -vale decir a abusar- a una trabajadora a quien despidió y tuvo que recontratar para luego ser reemplazado por otro masista sin mérito para trabajar en las áreas protegidas.

Ese guiño no sirve para ocultar el grave problema de la política ambiental y la impunidad ante la violencia laboral e institucional por la que muchas mujeres terminan abandonando las denuncias de abuso de poder a cambio de compromisos que en la mayoría de los casos no se cumplen. El aliento se agota cuando sentimos vergüenza de ser bolivianas al ver que la red de ladrones chuteros llega a la Asamblea Legislativa, pasando por jefes policiales y altas autoridades que disponen de vehículos robados. Este delito de aristas internacionales ya ha cobrado víctimas y solo cuenta con la valiente diputada Nayar para lograr visibilidad.

Mirando más allá de nuestras vulnerables fronteras, había pensado compartir la trágica situación de El Salvador donde los derechos humanos de los detenidos sin debido proceso está generando una preocupante admiración por Bukele como parte de una ola mundial que aplaude el autoritarismo, la crueldad y el abuso a cambio de seguridad. Es en ese contexto, donde todo vale, es insólito que la presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, a sus 84 años, haya tenido que entrar a la sede de la institución por una tambaleante escalera para llamar la atención de la sociedad y organismos internacionales sobre el avasallamiento sufrido por parte de un grupo que simula defender los derechos, pero que en realidad solo cumple las órdenes de un gobierno que busca acabar con la voz de Amparo Carvajal. A través de estas líneas seguiremos poniendo la lupa sobe todo lo que importa.

Sonia Montaño es socióloga y feminista.



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