En tiempos en que las certezas se derrumban, todos buscamos profetas. No hay publicación sin las interpretaciones de los augures en boga. Y cada persona más o menos leída proclama a los cuatro vientos el último boletín estadístico de su intelectual favorito. Hay un absoluto exceso de información, una total cacofonía. ¿A quién prestarle atención?
Hay tanta información, que probablemente Henry Kissinger no haya leído a Byung-Chul Han. O quizás sí. Byung dice que el mundo parido por el coronavirus seguirá el modelo asiático de los países de tradición cultural confusianista, cuya mentalidad autoritaria hace a sus sociedades más obedientes que las occidentales. Por ejemplo, allá la vida se te puede complicar si te quitan créditos por pasarte el semáforo en rojo. Un mundo Black Mirror.
Yuval Noah Harari, el buen filósofo de la historia devenido en el profeta du jour, citado y reproducido por todos, pero toditos, coincide con Byung, o viceversa: igual que las guerras, la pandemia acelerará a paso forzado prácticas y tecnologías estén listas o no. Ya estamos viviendo el tele-trabajo, las tele-relaciones y la tele-educación y todo lo que tele-hacemos es almacenado y sometido a algorimos para usos aun insospechados, entre ellos la vigilancia totalitaria. ¿Hemos alcanzado el pico de los derechos y desde aquí es en retro? ¿Libertad Vs. seguridad es un falso dilema?
Para Kissinger, el mundo visionado por Byung y Harari representaría un regreso a la ciudad amurallada, cuando lo que se necesita para la prosperidad económica, dice él, es libertad de comercio y libre movimiento de las personas. Para Henry, debe preservarse el orden mundial liberal, donde el Estado satisface, en benévolo equilibrio, la seguridad, el orden, el bienestar económico y la justicia, que son las necesidades fundamentales de las personas.
Slavoj Zizek es mi comunista favorito. Pero no ahora, hecho un Galeano cualquiera. O lea Ud. esto como si cantara Imagine: “Quizás otro virus, ideológico y mucho más beneficioso, se propague y con suerte nos infecte: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”.
Y aquí mismo tenemos a nuestro propio HCF Mansilla, que puede mirar de tú a tú a todos los anteriores. Mansilla descree de las profecías. Cree que “los humanos no cambiaremos ni aprenderemos mucho de esta experiencia. Yo creo que lo que va a ocurrir es un pequeño, subrayo, pequeño, reordenamiento de relaciones económicas y tal vez políticas, y personalmente creo que el mundo va a retomar sus actividades más o menos normalmente después de que todo pase.”
¿A cuál de ellos le dará la razón el tiempo? El único precedente remotamente comparable es la pandemia de gripe española hace 102 años. Infectó a 500 millones de personas y mató a 50 millones en 1918 y 1919. Pero no produjo profetas ni reflexiones para la posteridad. Los historiadores destacados más cercanos que dijeron “el futuro será así”, à la Harari o Fukuyama, fueron Osvald Spengler, con “La decadencia de Occidente” (dos tomos, 1918-1923) y, más acá, Arnold Toynbee, cuyos 12 tomos de su “Estudio de la historia” se publicaron entre 1934 y 1961.
Ambos marcaron la primera mitad del siglo XX pero ninguno menciona siquiera la gripe española. Si las hubo, las reflexiones sobre ese evento cataclísmico no nos llegaron. Aquella peste tampoco parece haber producido cambios en la sociedad humana. Hasta aquí, Mansilla 1, los demás 0. Pero, ¿dónde está Ramsés cuando se lo necesita?
Robert Brockmann es historiador.