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26/09/2022
Vuela el pez

Viveza criolla y ausencia de la oposición

María Silvia Trigo
María Silvia Trigo

La amañada elección del Defensor del Pueblo en ausencia de casi la mitad de la oposición es reprochable desde ambos bandos políticos. No puede uno dejar de preguntarse cómo los asambleístas pueden gozar de tantos derechos si ni siquiera cumplen con sus deberes.

Repasemos. Ganan más de 22 mil bolivianos mensuales, tienen garantizado al menos un pasaje semanal ida y vuelta desde sus regiones a La Paz y pueden pedir más si necesitan.  Trabajan solo tres semanas al mes y tienen derecho a solicitar una licencia mensual.

Los senadores y diputados tienen el doble de vacaciones que un boliviano promedio: dos recesos anuales de 15 días. Si se mueren, su herederos reciben el salario hasta el final del mandato y el Estado cubre los gastos del funeral, según los reglamentos de ambas cámaras.

Si bien no gozan de inmunidad, sus viviendas no pueden ser allanadas bajo ninguna circunstancia y en un proceso penal no se les aplica la detención preventiva (salvo delito flagrante).

Usan pasaporte diplomático y gozan de asesores y personal de apoyo. Y como si sirviera de algo, hace poco se mandaron a hacer medallas bañadas en oro con su nombre grabado, titulares y suplentes. Todo esto con recursos públicos.

A estas eminencias que le salen tan caro al Estado y que gozan de tantos privilegios se les encomienda hacer una sola cosa: conciliar intereses.

Lo ocurrido con la designación del Defensor del Pueblo muestra la bajeza ética de algunos miembros de la Asamblea Legislativa. Por más que el procedimiento haya sido legal, los oficialistas jugaron sucio porque tomaron una decisión trascendental aprovechando la ausencia de los otros. La viveza criolla institucionalizada.

Los otros incumplieron el deber más básico de su mandato: ir a trabajar. Algunos lo hicieron por acudir a las celebraciones de la efeméride cruceña, como si alguien acaso los hubiera votado para verlos desfilar. Ni siquiera se preocuparon por habilitar a sus suplentes.

A ambos bandos, ahora, les conviene callar y esperar que surja otro escándalo que ocupe la atención pública para que este pase al archivo sin fondo del olvido, pero que al menos quede constancia de sus privilegios y del incumplimiento de sus obligaciones.

María Silvia Trigo es periodista.



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