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Desde mi barbecho | 29/01/2024

¡Viven!, una lectura que perdura

Alfonso Cortez
Alfonso Cortez

Tendría alrededor de 10 años y el recuerdo que todavía conservo es el impacto que me causó la lectura de un libro que, dadas las circunstancias en las que me encontraba, no entiendo cómo llegó a mis manos.

Era fin de año, y junto a mi hermano –dos años mayor–, viajábamos a visitar a unos amigos a La Paz. En esa época, sufría de cinetosis (malestar, sudor frío, palidez, náuseas e incluso vómitos) ocasionado por el movimiento al viajar; y quizás también, por la falta de presurización de los aviones que me provocaba arcadas, un síntoma muy común para estómagos susceptibles como el mío. En los bolsillos traseros de los asientos, junto a las instrucciones de vuelo y protocolos en casos de emergencia, había siempre una bolsa de papel destinada a esos menesteres. Para los pasajeros actuales, este detalle les debe parecer tan curioso como la presencia de un cenicero en cada apoyabrazos porque en esos años estaba permitido fumar durante el vuelo.

En ese viaje en particular, las páginas del libro ¡Viven! La tragedia de los Andes, de Piers Paul Read, me atraparon tanto que no tuve tiempo de sentir mi habitual mareo cinético que provocaba tantos enchastres y situaciones molestas para mis compañeros de travesía. Desde nuestro despegue, en el aeropuerto El Trompillo, no levanté la cabeza hasta llegar a El Alto, devorando la mitad de las casi cuatrocientas páginas de esta cronología de los 72 días en los que el avión Fairchild 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya –con destino a Santiago–, estuvo desaparecido en la cordillera de los Andes.

El trabajo del escritor británico se divulgó con la autorización y colaboración de los propios supervivientes de la tragedia, que deseaban publicar una versión oficial de todo lo que sucedió, desde la mañana del 12 de octubre hasta el 28 de diciembre de 1972, incluida la antropofagia. ¡Viven! relata también las dramáticas vivencias de las familias de los pasajeros y todas las gestiones de búsqueda que se hicieron durante esos dos largos meses. La investigación de Read inspiró la película, del mismo nombre, en 1993.

Estos sucesos descritos en el libro, en especial el de la obsesiva búsqueda de uno de los padres, que no aceptó nunca que su hijo hubiese fallecido, me marcó de por vida. Una veintena de años después de esta deslumbradora lectura, estando en el Uruguay, visité el Museo Casapueblo, que era el taller y residencia del pintor, ceramista, escultor y muralista, Carlos Páez Vilaró –padre del sobreviviente Carlitos Páez Rodríguez–, y me traje un cuadro de recuerdo, dedicado por el propio artista.

En octubre de 2023, mientras exploraba –sin mayor interés– una pila de libros en una librería de saldos de la avenida Corrientes en Buenos Aires, saltó a mis ojos la cubierta del libro ¡Viven!, de la editorial catalana Noguer, la misma edición que me había fascinado hacía casi 50 años y que ya había perdido su rastro. La he vuelto a leer para escribir este artículo.

Después del epígrafe que reza: “Que nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos”, San Juan, 15,13; aparece una nota –que no recordaba–, firmada por los 16 sobrevivientes: “Decidimos que debía escribirse este libro para que se conociese la verdad, por los muchos rumores que corrieron sobre lo que pasó en la cordillera. Dedicamos la historia de nuestros sufrimientos y solidaridad a aquellos amigos que murieron por nosotros, y también a sus padres porque, cuando más lo necesitábamos, nos recibieron con amor y comprensión” (Montevideo, a 30 de octubre de 1973).

Se ha dicho, en muchas ocasiones, que todo lo que expone este libro es cierto y se corresponde con los hechos reales. Sin embargo, los sobrevivientes echaban en falta un enfoque más humano que ilustrase la experiencia vital que para ellos supuso todo lo vivido. El propio escritor señala esta carencia (en mi lectura de adolescente, yo no la percibí): “Cuando regresé, en octubre de 1973, para enseñarles el manuscrito de este libro, algunos de ellos se quedaron desilusionados por la forma en que he presentado su historia. Creen que la fe y la amistad que sintieron en la cordillera no aparece en estas páginas. Nunca fue mi intención desestimar estas cualidades, pero quizás esté más allá de la habilidad de cualquier escritor expresar la propia apreciación de la experiencia que vivieron”, dice Read en los agradecimientos.

Una nueva película –del español J.A. Bayona, basada en el libro La sociedad de la nieve, del uruguayo Pablo Vierci–, ha puesto esta tragedia nuevamente en la palestra. A diferencia del libro anterior, que relata con mucho orden, detalle y se basa en los hechos concretos; la circunstancia de que Vierci sea uruguayo, exalumno del mismo colegio y esté estrecha y personalmente vinculado a los protagonistas, le ha permitido ahondar en la experiencia vital y relatar –en primera persona– el padecimiento de los sobrevivientes. Este libro, escrito varias décadas después del accidente, goza de esa mayor perspectiva para recabar aprendizajes y reflexiones.

Hay libros, historias y relatos que nos acompañan e inspiran por muchos años. Lo vivido por estos jóvenes de un equipo de rugby en los Andes lo fue para mí.



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