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Al Contrario | 08/11/2019

Una solución posible

Robert Brockmann S.
Robert Brockmann S.

Brújula Digital se complace en contar a partir de la fecha con un nuevo columnista, el prestigioso historiador y periodista Robert Brockmann. Le damos la más cordial bienvenida.

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Este martes, la OEA fallará acerca de si las elecciones del 20-O tuvieron tantas irregularidades que ameriten una segunda vuelta o unos nuevos comicios. Entre los bolivianos, la reputación de la OEA ha sufrido un golpe bajo autoinfligido por su propio Secretario General, al pronunciarse a favor del ridículo concepto del “derecho humano” de Evo Morales a repostularse indefinidamente, pero es un organismo honesto que, por diplomacia, nunca mencionará la palabra “fraude”.

Entretanto, la sangre ha llegado al río. Lo ánimos están exacerbados y las exigencias se hacen extremas: que renuncie el Presidente, demandan unos, mientras él quisiera que todos regresaran pacíficamente a sus casas, como si nada hubiera pasado. Ninguna parece realista. La ira ha arrinconado a la razón.

Morales admitió alguna vez que él sólo negocia cuando está contra la pared. Y quizá los acontecimientos lo hayan sorprendido e incluso puesto algo nervioso, pero no contra la pared. Si bien 3,25 millones de bolivianos no votaron por él, cuenta con una primera mayoría de 2,88 millones de electores, muchos de ellos dispuestos a matar. Además de sus movimientos sociales, cuenta con la Policía y las FFAA. No es poca cosa.

Lo que nos lleva al tema del fraude. Varias entidades y personas entendidas (la propia OEA, universidades, grupos de investigadores interesados) han analizado con detalle el proceso de conteo y la conclusión, hasta ahora, es que hubo irregularidades dispersas que afectarían a entre el 2% y 3% de los votos.

Como se sabe, los más de 600.000 votos de diferencia entre el MAS y Comunidad Ciudadana representan una diferencia porcentual del 10,57%, siendo ese 0,57% lo que eliminaría la necesidad, prevista por ley, de ir al balotaje.

Lo más probable es que la auditoría de la OEA detecte esas irregularidades del 2% o 3% de los votos. Esta cifra, de resultar confirmada, pondrá en duda aquel tan exacto 0,57% que coloca a Evo Morales fuera del alcance del balotaje. Por ende, es muy probable que la OEA recomiende la realización de una segunda vuelta. No sería del agrado de todos, pero sería la única posibilidad de desactivar la conflictividad actual.

¿Por qué no son soluciones viables 1) la renuncia de Morales y 2) la convocatoria a nuevas elecciones? Porque 1) Morales ganó la primera mayoría en unos comicios —con todos sus bemoles— hace menos de tres semanas y cuenta con la Policía, las FFAA y sus movimientos sociales afines. Y 2) porque, de convocarse a elecciones, ¿cuál sería el punto de partida? ¿Las elecciones primarias? ¿O la víspera de los comicios, con la misma papeleta? ¿Qué rol jugaría el cisne negro Luis Fernando Camacho? ¿Chi se bajaría de su ola ascendente? ¿Participarían de todos modos Ortiz y los otros partidos perdidosos? En contraste, un balotaje decidiría simplemente entre Morales y Mesa. ¿Qué clase de gobierno resultaría? Eso se vería después.

Lo que sí sería imprescindible, para beneficio de todos, sería exigir la renuncia de los miembros del TSE, cuya incalificable ineptitud, negligencia y/o malicia desencadenó la peor ola de violencia, muerte y destrucción desde 2003.

Pero, si éste fuera el escenario del martes, ¿aceptaría Morales el fallo “vinculante” de una OEA honesta, pero sin los medios para hacerlo cumplir, o estará mirando a un Bashar al-Ássad, quien, respaldado por las potencias dark, se aferra a un trono en la cúspide de una montaña de muertos, en una Siria irreconciliable?

Todo está en manos de Morales.

Robert Brockmann es periodista e historiador.



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