Se suele atribuir a Mark Twain la frase “Predecir es difícil, sobre todo el futuro”; sabiduría que aconseja incredulidad, o al menos cautela, cuando se trata de cualquier ejercicio que implique augurar el mañana; como las encuestas.
Sin embargo, en defensa de los encuesteros, se debe hacer una distinción entre predecir el resultado de las elecciones y hacer un retrato de preferencias en un momento dado. Lo segundo se refiere al presente de los sentimientos y parecería huir al dictum de Twain sobre el futuro, pero podríamos parafrasearlo: “Leer intenciones es difícil, sobre todo preguntando”.
Nada de esto hace que mengüe el interés por los resultados de las encuestas y de eso se alimenta una profesión que mezcla verdades con probabilidades sin responsabilizarse por ninguna. Así que, con un poco de filosofía twainiana, deberíamos tomar todas las encuestas a cuenta de inventario. Al final, si en proponer no hay engaño, como afirma nuestra vieja sabiduría, poco puede haber en preguntar.
Sin embargo, Carlos Hugo Molina y Ronald MacLean-Abaroa (quedó bien el guion), dos personas cuya indignación no se debe ignorar, han publicado (Brújula Digital |03|11|24), sendos artículos criticando duramente la iniciativa de Marcelo Claure de contratar una encuesta para extraer un retrato de las preferencias y preocupaciones ciudadanas de miras a las próximas elecciones nacionales.
A ellos se han sumado, en modo chipe libre, otras voces que critican aspectos metodológicos de la encuesta o que dicen que hubieran preferido que ella fuera otra cosa. En la misma vena, yo pongo mi objeción en el resultado de que 84% de los bolivianos quieren un Milei (Claure lo publicó en Facebook). Me niego a creer que seamos tan estúpidos y prefiero pensar que tal resultado delata una deficiencia metodológica, pero como de encuestar no sé nada, me quedo en la inferencia.
“Críticas interesadas, malintencionadas o de buena fe, siempre van a existir, pero la experiencia universal nos enseña que ninguna encuesta, por sí misma, cambia la orientación del voto”, observa con sensatez Irving Alcaraz en El Deber, (05|12|24) y algo similar dice Ricardo Paz en una entrevista que le hace Mario Espinoza. Es decir, no hay que darles más importancia que al ruido electoral. No lo han visto así ni Molina ni MacLean.
Molina señala que Claure “ha venido incursionando en la emisión de opiniones sobre la coyuntura política”, y lo pone en el grupo de “quienes luchan contra los males del Socialismo del Siglo XXI”, con “Bolsonaro, Milei, Bukele (y) Trump” como referentes. MacLean prefiere ponerlo “bajo la influencia de Elon Musk”. Ya no se sabe si estas comparaciones son elogiosas o caricaturescas.
“En esa condición (prosigue Molina) y con un grado de ingenuidad difícil de sostener (sic) para la experiencia empresarial y el éxito que ostenta, ha publicado una encuesta de coyuntura sobre los problemas de la sociedad boliviana y la preferencia electoral”.
“¿Quién es Claure para dictar conducta a los políticos bolivianos?” pregunta Molina indignado.
Podemos suponer que la encuesta contratada por Claure adolece, como casi todas, incluso en países desarrollados, de márgenes de error y quizá deficiencias metodológicas sobre las que un experto podría opinar, pero no veo cómo organizar respuestas pueda “dictar conducta a los políticos”.
Molina reclama que la encuesta no haya incluido a ciertos “líderes emergentes” (en realidad son aspirantes a candidatos) y reclama: “¿Por qué no apoya abiertamente a Samuel Doria Medina, empresario como él?” y “¿Por qué no apoya abiertamente a Tuto Quiroga que tendría un discurso liberal similar al suyo?”.
Muy pobre opinión debe tener de Claure para suponer que solo por ser empresario debe apoyar a otro. En todo caso, una encuesta no tiene por qué apoyar a un candidato. ¡Eso ya no sería una encuesta sino un amago de campaña!
Molina cierra con esta reflexión paternalista: “El mecenas cibernético tendrá que entender que las claves de relacionamiento humano en la política y la sociedad no corresponden a las que tiene como parte de su ejercicio empresarial; y para que no se frustre muy rápidamente y su trajín tenga perspectiva, alguien de su entorno tendrá que advertirle que los bolivianos estamos escaldados de autoritarismo y prepotencia”. Claure, tomar nota.
MacLean tampoco se ahorra piropos al referirse a la encuesta de Claure y comienza diciendo que “Marcelo Claure ha irrumpido cual elefante en la cristalería de la política” y especula sobre los motivos que pueden haber llevado a Claure a contratar la encuesta: “¿Qué motiva a Marcelo, en su deseo de orientar el proceso electoral por encima de los políticos, ofreciendo una información ilustrada que promete iluminar al electorado en medio de las ‘tinieblas’ de la política? ¿Acaso su exitosa experiencia empresarial o su dinero?”.
Obviamente no sabemos qué motiva a Claure y podemos barajar algunas posibilidades –patriotismo, ego hipertrofiado, interés en el litio (¿todo junto?) –, pero tener dinero o éxito no es en ningún caso una motivación; es un medio para hacer algo, en este caso, la encuesta. Y que quiera publicar una encuesta para “orientar el proceso electoral”, ¿por qué no? ¿Y por qué no por encima de los políticos? ¿Qué privilegio tienen estos personajes, tan denostados por el propio MacLean?
“Marcelo parece desconocer la historia política de Bolivia, y no se ha enterado del actual esfuerzo ciudadano de impulsar ‘primarias ciudadanas abiertas’ para elegir al mejor candidato de oposición. Esfuerzo por devolverle la voz y la soberanía al votante, sin la intermediación obligatoria de los ‘políticos sindicalizados’, la política de unos cuantos que gozan del privilegio de poseer una ‘patente de corso’, que persisten en conservar su privilegio de ser o elegir a solo uno de ellos para representar a la oposición, manteniendo secuestrada a la democracia”.
¡Tanto verbo derramado sobre una mera encuesta! Lo que parece irritar a MacLean es que en su lectura la encuesta de Claure se cruza con el proceso de primarias en el que está empeñado y que todavía no arranca. Sin embargo, en sus últimas declaraciones Claure dice que quiere financiar al candidato único, aunque no sabe quién es. Es como una blind date. Sospecho que gracias a esta contribución Claure dejará de ser un elefante desinformado.
Claure es un empresario “cibernético” dice Molina, de mucho éxito, es obvio, y por propios méritos, parece ser. Esto no lo hace querible por todos ni lo pone por encima de críticas en sus actuaciones deportivas, políticas o empresariales, de las que conozco tan poco que solo puedo decir que habría preferido que fuera stronguista. Él ya ha hecho evidente su interés por participar en la vida política y todavía no sabemos qué cartas quiere jugar. No veo por qué no dejar que las muestre.
He citado frases de los artículos de MacLean y Molina porque ambos son hombres públicos interesados en el destino del país y porque sus opiniones todavía pesan, pero también porque me parece cuestionable descalificar un esfuerzo que, hasta que se demuestre lo contrario, es tan bien intencionado como intrascendente, pero válido en un proceso democrático.
Quizá una mezcla de soberbia e ingenuidad ha llevado a Claure a creer que Bolivia es el Bolívar, y que su anterior mecenazgo deportivo haría que su esfuerzo patriótico, si es que lo es, sería bien recibido por la hinchada nacional. Pero en el país de los collas, el éxito y la plata causan suspicacia y Claure ahora es el villano del momento. Quizá es lo que quería. Hablen mal de mí, pero hablen, se dice. Peor están esos protocandidatos que nadie se acuerda que existen.
De Claure dice la prensa que tiene sociedad con un masista, que ha estado con Evo hace tres meses, que cree que Arce es el peor presidente de la historia, que tiene inversiones en 30 países menos en Bolivia… Claure puede contratar las encuestas que quiera y es natural que los resultados sean noticia, pero, francamente, su opinión sobre el presidente y con quién ha estado últimamente debería tenernos sin cuidado.
Molina cierra su artículo con un comentario críptico: “Tengo la sensación (de) que esta película recién comienza”. Quién sabe sea una serie con varias temporadas. Esperemos los próximos capítulos.