Sobre el oficio del periodista han escrito bellas páginas Ryszard Kapuściński, Gabriel García Márquez, Oriana Fallaci o Tom Wolfe, entre tantos otros que suelen ser citados. Ahora tenemos un libro escrito por periodistas bolivianos, que intenta compartir con las nuevas generaciones (que lamentablemente no leen) algunas enseñanzas que brinda la experiencia, y lo hace en forma de anecdotario, para que su lectura sea menos académica y más lúdica.
El periodismo es siempre una actividad en tiempo presente, que se cultiva minuto a minuto, que no admite retrasos ni sesudas elucubraciones, pero cuya intensidad es capaz de cautivar al lector y abonar con mucha anticipación material indispensable para los historiadores, que desde la comodidad de un cubículo revisan el pasado.
Periodistas de tomo y lomo: anécdotas de profesionales experimentados para colegas jóvenes armado por Antonio Barriga y Camila Bedregal, reúne en 336 páginas el anecdotario provisional de 70 periodistas bolivianos con varias décadas de experiencia, que narran, cada uno a su manera, momentos clave de su ejercicio profesional. El libro está organizado en varias partes: “Primicias”, “Inicios en el periodismo”, “Gajes del oficio”, “Situaciones inesperadas”, “Ritmo de trabajo”, “Profesión de riesgo”, y “Entrevistas”. Mi texto original aparece en una sección que no corresponde, pero si hubiera conocido de antemano la estructura que le dieron a la obra, habría contribuido en varias secciones narrando experiencias distintas.
Cuando Raúl Peñaranda, presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz (el más activo que hemos tenido en muchos años), me pidió un texto para esta obra colectiva, opté por narrar mis primeros pasos en el periodismo, entre 1969 y 1970, durante el gobierno del presidente Juan José Torres. Pocos recuerdan el diario El Nacional, que no sobrevivió a esa breve primavera democrática segada con violencia por el golpe de Banzer, pero para mí fue una escuela de periodismo comprometido con los destinos del país. A pesar del final trágico, no guardo sino buenos recuerdos.
El director de El Nacional era Ted Córdova Claure, y en la sala de redacción hacíamos crepitar afanosos nuestras máquinas de escribir una docena de periodistas, casi todos con más experiencia que yo, que era el novato. Bajo la batuta del jefe de redacción, el brasileño Paulo Cannabrava Filho (que nos visitó en La Paz en abril pasado), estaban Andrés Soliz Rada, Coco Manto, Pepe Luque, Junior Carvajal, Álvaro Barros Lemez y otros colegas identificados con lo que entonces era la izquierda, no la corruptela que se auto-etiqueta de izquierda ahora.
Hacíamos periodismo con entusiasmo, seguros de que cada palabra que escribíamos contribuía a construir una opinión pública más crítica y consciente de los problemas de Bolivia, de América Latina y del mundo. Para alguien como yo, que hacía sus primeras armas en un periódico, era un privilegio contar con una página diaria a mi disposición, además de un par de columnas que firmaba con los seudónimos “Cienfuegos” y “Fedor”.
Mi texto en el libro que publica la APLP con apoyo de la Fundación Konrad Adenauer cubre solo esa primera experiencia, que condujo a otras a lo largo de los años siguientes. Al regresar del exilio que nos recetó la dictadura de Banzer, algunos nos reagrupamos en varios proyectos periodísticos, uno de ellos el programa radial Facetas, donde el “Gordo” Mendoza, Gonzalo López Muñoz, Humberto Vacaflor, Luis Minaya y yo contribuimos a darle un empujoncito final al dictador, apoyando la huelga de hambre.
Luego vino el semanario Aquí, dirigido por Luis Espinal, donde junto a Lupe Cajías, Antonio Peredo, René Bascopé, Gastón Lobatón, Raúl Butrón y Edgardo Vásquez, entre otros, vivimos las consecuencias de ejercer nuestro oficio en una publicación que denunciaba sin tapujos la corrupción y los afanes golpistas. El golpe de Natusch en noviembre de 1979 no pudo callarnos, pero sí el de García Meza, el 17 de julio de 1980, luego de un atentado de bomba y el brutal asesinato de nuestro director. Hubiera escrito sobre la experiencia única del semanario Aquí, pero hay tanto que decir, que tengo un libro en ciernes.
El nuevo exilio me llevó a México, donde trabajé en Excelsior, por entonces uno de los diarios más importantes, gracias a la “muñeca” de Gato Salazar quien me consiguió un espacio en la sección internacional, donde, entre otras cosas, traducía literalmente los artículos del New York Times sobre baseball, sin entender nada de ese deporte, hasta hoy enigmático para mí.
Ni los cambios de país por motivos de trabajo impidieron que siga ejerciendo como articulista en otras latitudes. Publiqué en El Nuevo Diario (Nicaragua), Página 12 (Argentina), Marcha y más tarde Brecha (Uruguay), y otros más. En diferentes etapas fui miembro de la redacción o corresponsal de una docena de medios internacionales. Una lista parcial que logré elaborar revisando mis archivos revela que publiqué a lo largo de medio siglo más de dos mil textos en 140 diarios y revistas de América Latina, Norteamérica, Europa, Asia y África, sin contar en la última década los medios digitales. Un promedio de 40 artículos por año, aunque en épocas más intensas, como la de Página Siete (la más reciente), he llegado a publicar dos o tres artículos semanales.
Casi sin quererlo he sido periodista toda la vida, o más bien, un escritor en los medios, ya que tuve el privilegio de publicar siempre con mi firma. La disciplina de escribir casi todos los días es indispensable tanto para los escritores como para los periodistas.
@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta