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Filia Dei | 28/11/2021

Todo lo que una etiqueta le puede o no informar

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Un consumidor promedio en el país, rara vez revisa las etiquetas de los productos que consumirá. A la vez, el etiquetado nutricional no está debidamente regulado en el país.

Siendo honestos ¿cuántas veces revisa las etiquetas de los productos alimenticios que compra? Hace unos 14 años, yo era parte de las personas que pasaba de largo esta revisión. Hasta que llegué al país donde uno puede tomar mejores decisiones leyendo con atención una etiqueta.

Todo inició cuando luego de estar consumiendo un yogurt light, encontré que igual se generaba un aumento en la balanza. Un día me detuve a leer toda la información y para mi sorpresa el producto tenía un 30% de azúcar. Lo light solo era en la leche descremada.

Al poco tiempo pude leer un libro que revisaba distintas marcas de productos variados y comparaba ingredientes y cantidades de los mismos.

Muy útil la experiencia pues la siguiente vez que fui de compras, empecé a aplicar lo aprendido y dejé atrás muchas marcas muy comerciales pero con mucha estafa en sus etiquetas.

Es un hecho que las dos o tres primeras veces al hacer las compras toma uno más tiempo, pero eventualmente ya uno se familiariza con las marcas y las que mejores opciones ofrecen.

En el caso del etiquetado nutricional en Bolivia, aun es un enredo y en muchos productos cierta información es inexistente.

No se puede tener idea de qué cantidad de azúcar tiene ese producto que indica ser light, o tampoco se puede saber qué porcentaje de sodio se ingiere en otros.

Sigo sin entender el dato de cenizas residuales, ya que este dato no me permite saber cuántos elementos inorgánicos me aporta lo que voy a consumir.

Y luego están las etiquetas engañosas. Lo light ya dijimos no siempre es tal. Luego están las que son pura incoherencia. Sal orgánica. Salvo sea una sal marina con residuos de algas o contaminada con microorganismos… la sal solo debería ser eso, un compuesto inorgánico.

Lo mismo sucede con las aguas orgánicas o alcalinas. Le aseguro que prefiere evitar un agua orgánica y una alcalina no es garantía que va alcalinizar su organismo. Recuerde, el cuerpo humano, tiene un sistema para regular la homeostasis y que su estómago logra mucho más de lo que imagina con un pH menor a tres.

Por tanto, una dieta alcalina es una estrategia que se apoya en ignorar lo que sucede en el tracto digestivo y crear la ilusión de que es más  saludable.

Finalmente, tenemos en el país una etiqueta de un triángulo amarillo, que universalmente, indica alerta. Esta etiqueta aprobada hace más de dos años, no cuenta con respaldo científico para su aplicación y de manera imprudente, se impuso su uso, muy a pesar que Bolivia no tiene ni los laboratorios suficientes para certificar a la industria, que sus productos estén libres, no contengan, o sean organismos genéticamente modificados.

Acá tenemos una gran contradicción. La Constitución garantiza que no se comercializará alimentos que no sean inocuos. ¿Entonces qué se debe alertar?

No dejaré de recalcar que los OGM pasan más pruebas de bioseguridad que garantizan su inocuidad. Un historial de uso y consumo seguro de más de 20 años también los respalda.

En la era de la desinformación, es fácil manipular a un público que carece de cultura científica y que tampoco se tomará la molestia de revisar la información nutricional de lo que consume y si esto beneficia su salud o no.

Cecilia González Paredes M.Sc.

Especialista en Agrobiotecnología



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