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De media cancha | 09/04/2024

Teatro del absurdo en Facebook

Diego Ayo
Diego Ayo

Les cuento esta piecita de teatro del absurdo que me ocurrió en mis recorridos semanales por el Facebook.

Escena 1: un caperuzo del MAS pone en el feis: “desde 2006 que los indicadores económicos siguen mejorando. A pesar del desastre de Jeanine, hemos podido restablecer los indicadores económicos de 2005 a 2019 e, incluso, mejorarlos.” Leo con detenimiento. No quiero contestar porque ya sé que me expongo a la rebeldía revolucionaria bucal de cualquier talentoso (siempre anda por ahí, merodeando en la sombra, algún cibernético, listo siempre a catalogar de imperial hasta a Peppa Pig). Pero contesto: “amigo, no el 2014, 2015 y 2016 ya hemos tenidos déficits”. Respuesta del aventajado: “¿de dónde sacas esos datos?”. Claro, el capo-to pensaba que le iba a decir de Fundación Milenio, del Gonzalo Chávez, de la Embajada, sin percatarse de que 132 libros, 657 ensayos, todas las memorias del Ministerio de Economía del Estado Plurinacional, la información de los últimos informes de la CEPAL, el FMI o el BM, además de 2.801 columnas y 3.924 cartas de amor (de yapa), mencionan el dato citando fuente oficial. O sea: ¡leé algo capo-bianco! Primera conclusión: pesa más un kilo de lealtad que un kilo de inteligencia (Banzer dixit).

Escena 2: lindo hubiera sido si la cosa se acababa ahí. Pero no. Una vez que le enrostro las fuentes, con una sagacidad envidiable el muy capo-traste me dice: “sí, pero seguro que en el periodo neoliberal eran peor”. Pfuta. No me queda otra. Debo saber quién es este genio sin lámpara (pero con alfombra persa arcista): entro a su muro, veo sus fotos tratando de encontrar algo en su rostro o su mirada que me diga: “ve Diego, esito era, no lo juzgues…”. Pero no, el chango incluso es alajito (no sé si se escribe así), como diría mi abuela. ¿Qué puede ser? No sé che. Insisto: “Umm, quizás sí, pero eso no era lo que estábamos discutiendo”, le digo, a lo que contesta “jajaja, ve que los neoliberales admiten que eran peores”. Lo imagino riendo frente a mí con ese tonito de taradez descomprimida (o sea: se soltó nomás) y decido irme ya sin decir nada. Segunda conclusión: ideología mata a galán

Escena 3: Ya estoy por bajarme algún articulito feisbuquero abstrayéndome del embate en curso, y no puedo. La guerra cibernética se ha iniciado vertiginosamente y los escuadrones antiimperiales ya están ahí, listos a defender a sus analfabetos guerreros. Llegan al rescate, pues, los escuadrones antigalácticos: “era peor en el neoliberalismo”, “eres un vendido al imperio”, “hecho el doctorcito el facho este, ¿no?”. Uta. No puedo decir que la bravura oligofrénica de estos viajeros digitales me afecta, pero me afecta nomás. No por una suerte de autocompasión sintiéndome agredido. No, definitivamente no me da pena el Ayo-imperial, sino esta tropa de infelices cobrando salario por sentarse a insultar frente a la pantalla. Es “pena ajena” dado el ínfimo valor de estos guerreros: ¡El masismo de resistencia! Sin naves sobrevolando, pero de una marcada cojudez espacial. Comienzo a tararear “devórame otra vez” (si, por favor mundo, ¡trágame ya!), aunque más con tono de pujllay que de salsa, dadas las melancólicas circunstancias. Conclusión 3: huaruras al acecho. Puño gana a cerebro.

¿Qué tal? Esa simbiosis de ignorancia, religiosidad y espíritu de rosca en solo 20 minutos son la mayor herencia del “proceso de cambio”. ¿Hay más? Sí, seguro que hay una escena 4: los capo-rales ya tienen para su traje y botas con los salarios ya no tan digitales. Las ofensas digitales, más bien, han servido de algo: el carnaval de Oruro, la entrada universitaria, el Gran Poder, están garantizados. No sé si la democracia lo está, pero los traguitos carnavaleros sí que sí. Y de yapa, para alegría revolucionaria digital, esta surtida gama de eventos tendrá, con absoluta certeza, al capo-ahogado alcalde paceño mal-bailando alrededor.

Caramba: pensar que estos capo-titos no solo nos gobiernan, sino que, desubicados ellos, juran estar haciéndolo bien. 



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