"Si nos pasamos totalmente a lo orgánico, perderemos el
50% de la cosecha, pero los precios no aumentarán un 50%". Herman
Gunaratne, maestro del té.
En abril del 2021, la política extremista y mal concebida del presidente de Sri Lanka Gotabaya Rajapaksa, de prohibir la importación de todos los fertilizantes químicos y plaguicidas como una forma de promover la agricultura orgánica, amenaza con hundir la agricultura del país en una profunda caída de la producción.
Con el aumento de precio en los productos del campo, que ahora podían lucir la etiqueta de “orgánico”, los pocos beneficios económicos para los productores, lograron que varios agricultores empiecen a dejar esta labor y migren hacia las ciudades.
Gunaratne cultiva uno de los tés más caros del mundo y teme que la cosecha anual promedio de 300 millones de Kg se reduzca a la mitad si las medidas caprichosas continúan. Este cultivo genera más de 1.250 millones de dólares al año. De hecho esta nación se encuentra entre los mayores exportadores de té del mundo y su variedad de Ceilán es valorada por su alta calidad y sabor.
Este productor de té, informó que su plantación mantenía una sección orgánica para el turismo pero que no era viable. Este tipo de producción cuesta 10 veces más de producir y el mercado es limitado.
El pasado mes de agosto el gobierno de Sri Lanka retrocedió el levantamiento de una prohibición de importación de la mayoría de los fertilizantes químicos por temor a una secuela política, a pesar de muchas advertencias que realizaron agricultores y científicos.
En medio de la crisis económica producida por la pandemia, el gobernante de este país decidió sin ningún fundamento real, hacer caso a gurus que no se cansan de vender sueños irreales. En junio y julio de este año, la negociante de lo orgánico, Vandana Shiva, elogió al gobierno de Sri Lanka por la decisión adoptada y sin importarle el verdadero impacto de tales consejos que ella, junto a varias ONG ambientalistas no se cansan de sugerir.
¡Éxito! Las sugerencias han dado resultado, uno catastrófico. Ahora tenemos un precedente para entender que no basta con discursos cargados de ideología y ataques a las multinacionales, siendo que la industria de lo orgánico se convierte en otro negocio que poco o nada le importa el que el alimento llegue a costar exorbitantes precios.
Hace poco, un profesional de Estados Unidos, presente en un conversatorio sobre Transgénicos, intervenía haciendo alusión que todo lo de antaño fue mejor. Antes los alimentos eran mejores, que antes había menos contaminación, los alimentos eran “menos procesados”… y que deberíamos retornar a esa época dorada. Nuestros antepasados ya vivieron esa época. Se las conoce como Periodo Paleolítico y Neolítico. ¿Usted desearía retornar a esos maravillosos tiempos?
Sí así fuera, yo no podría darme el lujo de escribir este artículo en una computadora y usted menos podría estar leyéndolo, pues tendríamos que dedicarnos o a cazar y recolectar alimentos, bajo el riesgo de morir intoxicados, o deberíamos estar en el descanso ya que tocaría levantarse a las 5 de la mañana para ir a producir el poco alimento, con bajos rendimientos y bajo nivel nutricional.
Hoy está entrando la moda ideológica en Bolivia, de que lo orgánico es más “saludable” o “más nutritivo” o está también el mito de que es mejor para el ambiente. Existen distintas publicaciones que refutan tales selling points: mitos urbanos, sobre el valor nutricional, sobre cómo es peor para el cambio climático y sobre como NO es más sostenible ni garantiza la soberanía alimentaria.
La agricultura es una ciencia. En todo momento, la agronomía y la ciencia, en general, se unen al sistema del conocimiento como la tecnología más innovadora del mundo. Su objetivo final es proporcionar alimentos abundantes y asequibles de manera segura y eficiente para el ser humano. ¡Que Bolivia no caiga en el mismo error!
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología