En este artículo sugiero reemplazar el referéndum previsto por el Gobierno por una encuesta y los censos por registros de residentes. Abordo también los resultados del último censo y explico por qué era de esperarse que mostrara un débil crecimiento de la población.
Hace varias décadas, el mundo ha desarrollado técnicas robustas de encuestas que permiten abaratar costos, tener resultados rápidos y precisos y que son preferibles a sondeos universales como los referéndums. Por supuesto una encuesta no puede ser vinculante y, según los temas abordados, un referéndum tampoco puede tener ese carácter. Finalmente, no habrá el referéndum anunciado por el gobierno. Una encuesta tendría la ventaja de consultar a la población sobre varios temas más, entre estos, los relacionados a la toma de tierras, a la recuperación de la minería y a la administración de la justicia.
La publicación de los resultados del último censo genera nuevos conflictos. Hay quienes niegan su calidad, otros luchan por no perder escaños ni parte de los recursos de coparticipación que recibían. Algunos lidiarán para ganarlos. Estos conflictos parecen ser inevitables en la actualidad. Intentando impedirlos en el futuro, urge cambiar las leyes cuyos beneficios o perjuicios dependan del tamaño de las poblaciones y reemplazar los censos por registros de residentes con información poblacional y de necesidades en educación, salud, servicios básicos, etc.
La ley de Participación Popular de 1994 tuvo muchos aciertos y fue bien recibida por la población, pero requiere algunos ajustes. Uno de ellos es que se necesita dar a las regiones canales orgánicos de comunicación con el gobierno central y de participación en sus decisiones de inversión. Otro, es el relativo a la distribución territorial de los impuestos nacionales en proporción al tamaño de las poblaciones. Las regiones más prósperas económicamente atraen migrantes aumentando su población, mientras que las más deprimidas, las que deberían ser objeto de más apoyo del Estado, la pierden, de manera que los resultados del censo les ocasionarán más pobreza y menor representación parlamentaria.
Ha sorprendido a alguna gente que la población haya crecido tan poco según el último censo. Algunos, sin mayores conocimientos en estadística ni demografía, rechazan su resultado y suponen que hubo “fraude” y “robo a los bolivianos”. Una radio local no se cansa de preguntar dónde está el “millón de bolivianos que falta”. Sin embargo, no se requiere tener grandes conocimientos especializados para saber que la evolución del tamaño de una población depende del número de nacimientos, del de defunciones y de las migraciones. Tampoco se necesita mucho esfuerzo para darse cuenta de que los jóvenes no quieren tener más de dos hijos, lo que apenas asegura el reemplazo de la población (los padres mueren y son reemplazados por dos personas) lo que implica un crecimiento poblacional igual a cero.
El INE estima que el número promedio de hijos por mujer llegó a 2,1 con tendencia a disminuir. Por otra parte, la migración de bolivianos al exterior es enorme, se supone que hay algo más de dos millones de compatriotas viviendo fuera de nuestras fronteras. Esto no es un misterio para nadie pues muchos bolivianos tienen parientes cercanos viviendo en el exterior. Los migrantes son generalmente jóvenes en edad de procrear lo que incide en el tamaño de la población directamente y también por la reducción del número de nacimientos en Bolivia.
En consecuencia, no debería causar sorpresa el crecimiento poblacional moderado de Bolivia, más aún en un entorno internacional donde los países crecen poco. Entre nuestros vecinos, Argentina crece al 0,9% anual, Brasil al 0,5, Chile al 0,1, Perú al 0,9, Paraguay al 1,2%. El crecimiento promedio anual entre los dos últimos censos en Bolivia es de 0,74% (tasa exponencial) similar al promedio latinoamericano y del Caribe del 0,7 por ciento.
Si no nacen tantos niños como en el pasado, la proporción de adultos mayores crece, a lo que contribuye también el alargamiento de los años de vida. Este es un serio problema humano, social y económico que requiere atención pues tendremos poca mano de obra para sostener a una gran cantidad de gente mayor. Disminuyendo el número de jóvenes en la población, las probabilidades de desarrollo disminuyen.
Estos no son problemas que recién se los conoce. En varios libros y artículos que escribí en la última década alerté sobre ellos. Para evitar los problemas poblacionales, en mi último libro (“Bolivia mirando al futuro. Aportes para un plan de Gobierno) sugiero establecer incentivos en favor de las familias que tengan más de dos hijos otorgándoles bonos y becas escolares, a lo que se podría añadir facilidades de vivienda y empleo para los padres. Sugiero también políticas para desincentivar a los jóvenes de irse al exterior y para volver a los que ya se fueron.
Rolando Morales es PhD en economía.