La ironía es
convertir algunos sistemas análogos a digitales, para generar más papel impreso
que luego debe ser almacenado y ocupar espacio. ¿Entonces para qué se
digitaliza?
Si hay algo que definitivamente extraño de los países avanzados, es la digitalización de documentos y trámites. Un email es tan válido como una carta con sello, código y firma en tinta azul. Presentar mis notas y título universitario para un trámite académico en una nueva institución, no generaba mucho problema. Todo es digital y no requería sacar fotocopia legalizada ni poner todo en folder amarillo. Y la comodidad de presentar una hoja de vida al postular a un trabajo, sin requerir de un testamento de certificados y demás comprobantes.
Recuerdo la sorpresa y confusión que experimenté, cuando trabajé en el sector público y pedían por informe 3 hasta 6 copias, dependiendo las autoridades y vericuetos que debería alcanzar el reporte. Muchas veces pasé por el pasillo y vi informes con casi 1 metro de alto en papel de todos los respaldos y copias. Decidí rebautizar la institución y llamarla el “Ministerio de deforestación”, que en vez de fomentar la digitalización y reducción de gasto de papel, se fomentaba el uso de más papel e incluso mandar a encuadernar los informes con tapa dura para que vayan a dormir el sueño eterno en algún depósito.
No hace mucho, se empezó a cambiar el sistema de facturación, y las propagandas anuncian que ahora el sistema será todo digital. Uno va a pagar sus impuestos y debe mediante formulario electrónico hacer la descarga de sus facturas. Pero ¡oh sorpresa!, debe guardar una copia física al menos unos 8 años. Y en ese caso ¿qué se hace con las facturas impresas en papel térmico? Esas no duran más de 2 años antes de que se borren.
¿No tendría más sentido guardar una copia digital de lo declarado? Y es que seguro si cae una auditoría, necesitaría ver los papelitos pues un formato digital validado (suponga usar blockchain) sería una afrenta al sistema de antaño.
En el colmo de las ironías, facturas de agua y luz, por ejemplo, ahora deben ser impresas por el cliente. Bueno, resulta que no todo ciudadano tiene una impresora en casa. Peor aún, no todos los ciudadanos tienen facultades para abrir archivos digitales o manejar un código QR. Digo ironía, porque si las empresas e impuestos insisten que ahora la facturación es digital ¿entonces para qué necesitamos guardar más papel o imprimir las facturas para demostrar que sí hicimos ese consumo?
Este tipo de medidas siempre me parecen un despropósito, pues si bien parecen prometedoras en cuanto a reducir el gasto innecesario de papel y al mismo tiempo reducir otros insumos como la tinta y energía que se requieren para que este pedazo de papel quede listo para ser encajonado al menos 8 años. ¿Cuándo será realmente digital el sistema?
Pero en el país de las copias legalizadas y donde se piden certificados como colección al presentar un currículo, no debería ya sorprender que la supuesta digitalización no sea más que nominal. Porque al parecer en Bolivia, la especialización es el seguir pidiendo fotocopias de distintos documentos que podrían estar digitalizados y protegidos en un sistema blockchain.
La principal característica de blockchain es que es inmutable, lo que significa que una vez que se ha agregado una transacción a la cadena de bloques, no se puede modificar ni eliminar. Esto garantiza la integridad y la seguridad de los datos almacenados en la cadena de bloques.
Mientras varias personas de la tercera edad o limitados económicamente, seguirán con el problema de tener que hacer piruetas para imprimir su factura, solo queda soñar con que algún día, no haya que presentar fotocopias y mucho menos “legalizar” la misma, y que un trámite con alguna entidad pública sea 0 papel y con la burocracia reducida. Ese será realmente un día para celebrar.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología