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Con la boca abierta | 10/09/2023

Sin memoria no hay justicia

Sonia Montaño Virreira
Sonia Montaño Virreira

A veces, las personas borramos episodios que nos hicieron sufrir o hechos que causaron sufrimiento ajeno, pero los pueblos no olvidan y la memoria se filtra por las grietas más insospechadas. También el remordimiento puede desafiar el deseo de olvido.

A 50 años del golpe de Estado en Chile, el Presidente Gabriel Boric ha lanzado el Plan de Búsqueda Verdad y Justicia destinado a conocer las circunstancias y el tránsito por el que pasaron las personas que fueron detenidas, hechas desaparecer y ejecutadas por la dictadura de Pinochet, y hacer un trazado y cotejar los datos con los cientos de investigaciones judiciales que aún siguen abiertas en los tribunales chilenos.

Anteriormente ya hubo informes importantes que recogieron testimonios, hicieron justicia y reparación, pero son aun insuficientes para las víctimas, que celebraron la nueva iniciativa. La idea que la hace única es que con ella se reconoce que es el Estado el que planificó y ejecutó la represión y es el Estado el que debe cumplir con la verdad y la justicia. Esto ocurre en medio de una ofensiva ultraderechista que niega la violación de derechos humanos y que tiene posibilidades de competir por la presidencia. El país vecino está tomado por un debate que gira en torno a las causas del golpe, la necesidad del “nunca más” en referencia a las muertes, prisión, desapariciones, torturas y exilio que ha puesto a la orden del día el valor de la memoria y la justicia, dos dimensiones casi desaparecidas en Bolivia.

Siento envidia y mucha rabia cuando veo que el MAS que gobierna hace décadas no ha hecho nada significativo por recuperar la memoria, buscar la verdad y reparar a las víctimas. Ha fomentado la desmemoria y el miedo, a veces el cinismo.

Han pasado más de 50 años desde el golpe de Estado de Banzer, que formó parte del Plan Cóndor, y hasta la fecha no se han desclasificado los archivos militares ni se ha procesado a los responsables. Es más, los golpistas y sus cómplices son parte de los nuevos mejores amigos del MAS y algunos torturadores caminan como “Pedro por su casa”. La Comisión de la Verdad entregó un informe incompleto que el Gobierno no hizo nada por difundir ni por seguir sus modestas recomendaciones.

¿Cuántos estudios, documentales, películas, entrevistas se hicieron con motivo de los 50 años? Muy poco. Lo que se ha hecho para recuperar la memoria ha sido obra de las víctimas y sus familiares afectadas por la falta de apoyo estatal y la cooptación de sus miembros. Hay que ver la lista de embajadoras para entender el silencio. Si no hubiera sido por el ejemplar juicio contra García Meza, la impunidad sería total. En Bolivia hemos aceptado la barbarie como inevitable y hemos preferido seguir bailando, comiendo salteñas, yendo al fútbol y a misa como si nada. Nos hemos acostumbrado a la ignominia.

La necesidad que tiene el Gobierno de contar con el respaldo de militares y policías para la seguridad pública y mantener el andamiaje de la corrupción, ha hecho que no priorice las políticas de memoria y justicia. En el largo plazo la larga y recurrente historia de los golpes de Estado –los reales y los inventados– han naturalizado el abuso en la sociedad. Los golpes de Estado forman parte de la cultura política con la que un sector importante de la gente ha crecido y aprendido que callar es más útil.

Vivimos un silencio alimentado por el miedo, en el que la impunidad es la única política de Estado que permanece. Claro, hasta que algo gatille el recuerdo y la sociedad recupere la voz oculta detrás de las grietas. No hay a la vista nada que aliente el optimismo y por eso deseo que lo que hace Boric en Chile se conozca aquí y nos recuerde esta enorme deuda con la memoria para alcanzar justicia.



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