El 22 de diciembre, el Presidente Arce en una entrevista con un medio mexicano dijo que la relación de Evo Morales con una menor de edad “es un secreto a voces”. Afirmó que durante su campaña electoral en 2020 –para la cual fue escogido por el acusado– fue víctima de insultos y que le llamaban “pedófilo” debido a su asociación con su entonces jefe. ¡Hay que ser llunku para aguantar tanto che!
Fingiendo demencia dijo que no sabía por qué siendo un secreto a voces no intervino la justicia. Hace unos días, la supuesta víctima del abuso y madre de una niña a la que le cambiaron el apellido –no es la primera hija de Morales– denunció desde la clandestinidad que está siendo perseguida por el gobierno de Arce y que en su momento fue Eduardo Del Castillo, actual ministro de Gobierno, y Sandra Gutiérrez, la fiscal que lleva su caso, conocían su situación, intentando el primero cambiar el apellido de la hija para proteger a Morales (entonces eran aliados). Hoy la sigue persiguiendo.
Lo que comenzó como un caso contra Morales casi termina como uno contra Arce. Gracias a la pregunta del periodista la denunciante concluyó: todos son responsables de la persecución que la tiene comprensiblemente asustada. El secreto a voces se ha convertido en una telaraña de mentiras, medias verdades y complicidades donde no parece que entre bomberos se pisen las mangueras. A menos, claro, que las recientes elecciones judiciales produzcan el milagro.
Este caso de secreto a voces que se diluye gracias a la dramática combinación entre corrupción institucional y naturalización social del abuso, no es el único. “Todo está bien y estará mejor” dijo el Presidente en su discurso de fin de año, aunque es un secreto a voces que casi todo está mal –inflación de 9%, falta de carburantes, de dólares y un largo etcétera–. También afirmó “Ni mi familia ni mis hijos son corruptos”, cuando es también un secreto a voces que sus hijitos están amasando fortunas incursionando en el agronegocio, el diésel, YPFB, negocios con Venezuela y otras cosillas. No solo los suyos, también se dice que los de Choquehuanca, el inventor del reloj “marcha p’atrás” han sido de los pocos que yendo p’atrás están “saliendo adelante”.
Otros secretos a voces: el falso título de matemático de García Linera que a estas alturas es un secreto light, hasta la masacre del Hotel Las Américas, la responsabilidad compartida con la señora Achacollo en la estafa del Fondo Indígena, el fraude electoral perpetrado por Morales, los pagos y multas para asistir a las marchas, la complicidad gubernamental con las quemas de bosques y la invasión ilegal de tierras, los pueblos envenenados por el mercurio de la minería ilegal que no tributa y ni qué decir el más grande secreto a voces: el Chapare no se toca.
Los secretos a voces pertenecen a la categoría de cosas menores. Se silban, pero no se cantan. Los verdaderos secretos están guardados en el Banco Central, en el sistema de pensiones, la Cancillería, en la contabilidad de las empresas públicas, en la Fiscalía, en las Fuerzas Armadas, en la Policía y el sistema penitenciario. Son secretas las tumbas de los desaparecidos. Es secreta la verdad. Por suerte el Presidente ha dicho: “Todo está bien y estará mejor” atacado por un súbito enfoque de género, ya que dirigió sus palabras a “nuestros ancestros y ancestras”.