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Pluri Multi | 24/11/2025

Revoluciones mexicana y boliviana

Carlos Toranzo Roca
Carlos Toranzo Roca
América Latina muestra en el siglo XX un acontecimiento mundial: La Revolución Mexicana, que introdujo el tema latinoamericano en el mundo del pensamiento social y político. 

Estuvo más cerca de nosotros los bolivianos, traía menos hielo y menos estepa que la Revolución Rusa. En el pasado, México y Bolivia, fueron reconocidas por Zacatecas, Guanajuato o Potosí. Eran miradas con ojos de explotación de plata en la época colonial. 
Pero, la Revolución Mexicana cambió la visión de América Latina. Luego de las guerras de Independencia, condujo a mirarnos con los ojos de revolución social, abrió los ojos a actores de piel morena. La Revolución Mexicana, luego, la Guerra Civil española, marcaron al mundo con una fuerte impronta solidaria. La hecatombe social mexicana señaló un camino de renovación cultural, expresó la pertenencia de parte de la intelectualidad a las ideas del cambio social, por eso es difícil pensar a México sin posar la mirada en la plástica muralista de Rivera, Siqueiros u Orozco. 

Para los foráneos, no se sabe si ella nació del muralismo, o si éste nació de la Revolución.En el pasado, la historia universal revolucionaria podía ser leída por medio de la Revolución Francesa. Sin conocer la justicia de la guillotina, sin Robespierre, no podíamos penetrar en las profundidades de la cultura universal. 

En América, el conocimiento del cambio podía venir por la intelección de lo sucedido en la Guerra de Secesión norteamericana, pero la historia universal más nuestra, más latinoamericana, esa que llevó a los ”inditos” a ser sujetos de su historia, pasa por el conocimiento de la Revolución Mexicana.
 Sin Pancho Villa, sin Emiliano Zapata no se puede ser universal. Sin penetrar en ella, sería imposible leer otras revoluciones, como la boliviana.

La irradiación de la cultura de la Revolución Mexicana no sólo se plasma en su muralismo, se expresa en cuestiones cotidianas. ¿Quién de nosotros no ha aprendido a cantar ”Si Adelita se fuera con otro, yo la seguiría por tierra y por mar, si por mar en un buque de guerra…?” 
No es sólo la cultura mexicana en general la que se ha diseminado por los poros de los latinoamericanos, lo es la cultura nacida de la revolución la que impactó en nosotros. Para los bolivianos, esas adelitas se han reeditado en las barzolas de la Revolución Nacional.

Su muralismo de colores fuertes tuvo parientes bolivianos con el muralismo de Alandia Pantoja, quien al pintar no sólo miraba Bolivia, sino que también tenía en su retina a los Rivera, Siqueiros, Orozco.

Es imposible pensar esa Revolución sin la presencia de un profundo espíritu laico que, en un país de alta religiosidad, en una nación tan guadalupana, logró separar al Estado de la iglesia. Para los intelectuales es difícil olvidar la memoria de John Reed, recordando que éste tuvo que cruzar muchos kilómetros para mirar el México revolucionario; los gustos intelectuales fueron un acto de iniciación revolucionaria y artística, así nos lo recuerdan Tina Modotti o Frida Kahlo.

Las dos posteriores revoluciones son la de Bolivia, en 1952, y la de Cuba, en 1959. La nuestra guarda familiaridad con la Revolución Mexicana por el despertar del campesinado, por el carácter, no sólo obrero, sino campesino de la revolución. Nuestra reforma agraria, creadora del minifundio, no dio una solución colectivista como la del ejido mexicano; sin embargo, la paradoja de la historia es que, una y otra, se van diluyendo casi al unísono en el presente.

Las masas en las calles, el obrero o el campesino armados, fueron la postal revolucionaria mexicana, pero también lo fueron de la revolución boliviana. El Estado mexicano se construyó como Estado corporativo, en torno al aporte obrero, campesino y popular; el Estado boliviano también intentó edificarse en torno a esos pilares. Quizás solamente le faltó construir el pilar denominado popular.

En el presente, Bolivia y México van desmontando lo que surgió como Revolución.La historia política mexicana es ininteligible sin recurrir a la historia del partido que hizo la revolución, lo bueno y lo malo de esa revolución se sintetiza en ese partido, en el PRI. En nuestro país, sucede otro tanto, la historia política de estos últimos 70 años es incomprensible sin entender lo que hizo MNR de la época de la Revolución del 52; es más, durante mucho tiempo éste trató de ser el émulo del PRI, para bien o para mal, no lo logró, Es que Bolivia, siendo tan común a México, también era muy diferente.

Entre los dos países hay parecidos profundos, pero también la historia les depara parecidos circunstanciales. De México partieron los soñadores cubanos encabezados por Fidel para hacer su revolución; Bolivia fue el Puerto de Palos del cual el Che Guevara quería partir hacia su utopía.

Las sociedades que tienen un fuerte contenido indígena se construyen de manera distinta cuando han vivido un acto revolucionario, éste tiene un efecto democratizador social muy grande; no es igual mirar a la sociedad boliviana y ver su capacidad de asimilación de la diversidad, frente a una sociedad peruana que -a la usanza de Chabuca Granda- piensa más en la Lima oligárquica y no en la integración de los serranos.

La Revolución Mexicana generó un fuerte sentido de la autoestima de su mundo mestizo, creó una amplia clase media, incorporó a los sectores mestizos al poder. Si bien por razones históricas en México algunos actores sociales amaron en exceso a la cultura francesa, u otros miraron más a la madre patria. Lo cierto es que ese país generó una potente cultura mestiza que irradió su influencia en todo el país. 

Hace algunos años, antes de que explote la diversidad en Bolivia, antes de que tengamos vicepresidente indígena, podía afirmar que la diferencia entre Bolivia y México radicaba en que, en aquel país, sus mestizos, eran totalmente asumidos, orgullosos de sí mismos; cosa que no sucedía con esa profundidad en Bolivia.La construcción de la democracia, o del cambio social, es muy distinta cuando es generada por mano propia respecto de los casos en que no interviene la sociedad para arrancar su libertad. México y Bolivia generaron una fuerte autoestima de sus actores populares porque fueron éstos los que dieron a sus países una revolución. 

Sin embargo, no siempre las revoluciones son perfectas y, por supuesto, la revolución mexicana y boliviana no lo fueron. La paradoja de la historia señala que, habiendo nacido de una profunda alma campesina, no solucionaron los problemas del mundo campesino e indígena. Ambas revoluciones hablaron del reto de vencer a la pobreza y generar democracia; en los dos países, no lo lograron a cabalidad.

Son dos países de culturas muy fuertes. Pensando en México deberíamos decir que, para cualquier nación sería demasiado difícil seguir siendo lo que es cuando se tiene una frontera tan grande con Estados Unidos, pero, México tuvo la capacidad de continuar siendo México; no tuvo que cambiar el chile y la tortilla por el domino de la hamburguesa, aunque nunca ha perdido sus laberintos de la soledad. 

En buena medida, México ha sido la frontera cultural de toda Latinoamérica que nos permitió seguir siendo latinoamericanos. Bolivia, a pesar de estar rodeada de tantos países de culturas distintas, es una nación de mestizos, de diferentes identidades, en las cuales no se pierden los rastros de sus orígenes indígenas.

Carlos Toranzo es economista.


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