Desde una mirada feminista, advertimos que las mujeres corremos el riesgo de volver a quedar en el imaginario conservador y tradicionalista si es que no hablamos con propiedad de la diversidad de familias, del Estado laico y la de madre patria.
Brújula Digital|24|11|2025|
María Machicado
Hace décadas, en una radio de La Paz, se escuchaba un programa llamado El Hombre Invisible. Era un programa de entrevistas y opiniones de un padre jesuita comunicador muy reconocido e influyente en los círculos de poder en La Paz.
Supongo que el título obedecía al hecho de que no había imagen, ya que entonces no se transmitían con cámaras, como los podcast de ahora. Porque de invisible el programa no tenía nada! Todo lo contrario.
Cuando una hace la búsqueda del significado de este título para Bolivia en buscadores como Google, aparece el mencionado jesuita junto a otros dos hombres considerados influyentes por estar “detrás” de la política boliviana. Como sospecharán, ellos tampoco son realmente invisibles.
En cambio, la misma búsqueda por mujer invisible Bolivia, aparecen muchas referencias a estudios sobre las situaciones ignorada de las mujeres bolivianas en varios ámbitos.
Invito a los lectores a que hagan el ejercicio. Y luego reclamen a la Real Academia de la Lengua porqué las palabras femeninas tienen diferentes acepciones.
La invisibilidad de las mujeres en la última contienda electoral ha sido pavorosa. Ningún binomio presidencial incorporó mujeres en la candidaturas a los dos principales cargos de decisión.
A pesar de que las mujeres son más del 52% del Poder Legislativo, los presidentes de las cámaras son hombres.
En ningún foro político auspiciado por el TSE se abordaron los temas que afectan a las mujeres. Hubo algunos encuentros que abordaron esos temas con candidatos de segunda línea con poca cobertura mediática.
En las fotos en la prensa con empresarios privados, había tantas mujeres como en Afghanistan. En la reunión con organismos internacionales, daba vergüenza que en la delegación boliviana solo se viera trajes y corbatas; mientras del otro lado, habían mujeres con cargos importantes. Qué incapacidad la nuestra de buscar el balance.
De no ser por la obligatoriedad de elaborar listas paritarias para las candidaturas a la Asamblea Legislativa, posiblemente habrían muchas menos mujeres.
En mi experiencia, no se hace el esfuerzo de identificar a mujeres con experiencia e, incluso, cuando la tiene, ésta es puesta bajo la lupa.
Reflejo de ello en el nuevo gabinete del Ejecutivo, donde solo tres mujeres son ministras. Y qué casualidad, en carteras asociadas a roles femeninos del cuidado y a empleadores de la informalidad.
Finalmente, muchas personas celebran la existencia de una Primera Dama como una reivindicación femenina (no feminista) y esperan que ella se encargue, desde su “despacho”, de atender a las personas vulnerables. Volvemos a que las mujeres son solo esposas y cuidadoras. Y que temas importantes de derechos humanos corran el riesgo de quedar a la buena voluntad y no en políticas públicas de derechos humanos con institucionalidad y presupuesto.
Así de invisibles continuamos las mujeres en los espacios de decisión y en las propuestas de política pública.
El propósito de este artículo y futuras contribuciones será para que las mujeres dejemos de ser invisibles o seamos igual de “invisibles” que esos hombres influyentes mencionados antes.
Quiero ayudar a elevar la voz de las mujeres en los temas que nos afectan. Es decir, ¡todos! Desde las estadísticas que nos invisiblizan hasta los temas económicos, políticos y de comercio internacional.
Es hora de que nos ocupemos no solo de erradicar las violencias de género o de incrementar la participación política y económica de las mujeres.
Es también hora de preguntarnos cómo afectará a las mujeres o qué opinan éstas de los nuevos acuerdos internacionales, de la inserción económica, la eliminación de los subsidios y bonos, de los contratos del litio o de las reformas del Estado.
También de las políticas de seguridad ciudadana, del combate al narcotrafico, o de las políticas de salud, educación y su impacto sobre las tareas del cuidado, para que sea más equitativo entre hombres, mujeres, Estado y sociedad.
La reciente consigna: Dios, familia y patria, expresada por el Presidente Paz en su posesión, fue aplaudida por muchos; sin embargo, desde una mirada feminista, advertimos que las mujeres corremos el riesgo de volver a quedar en el imaginario conservador y tradicionalista si es que no hablamos con propiedad de la diversidad de familias, del Estado laico y la de madre patria.
Me uno con esta reflexion a muchas otras articulistas que vienen hablando del tema, todas ellas necesarias para que las mujeres dejemos de ser invisibles y podamos ir creando los mismos espacios de influencia que tuvieron aquellos “hombres invisibles”, que de invisibles no tienen nada
María Machicado Terán es economista, analista de políticas públicas y feminista.